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El paso de Dios

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El paso de Dios te deja el alma con una dulce esperanza. 

Te enciende el corazón. Te llena de ternura y paz. Recuperas la esperanza.

Comprendes en ese momento por qué tantos hombres y  mujeres se decidieron y se deciden por Dios. Gastaron y gastan sus vidas por algo grande. 

Recuerdo siempre aquél buen sacerdote que dudaba. Pensaba abandonar  el sacerdocio y se fue a un retiro para reflexionar y pensar mejor. Una tarde, bajo la sombra de un árbol,  gritó: ¿Qué quieres de mí, Señor? ¿Quién soy para ti?  Entonces, una suave brisa lo envolvió y escuchó con la claridad del viento una  voz amable que le decía: “Tú eres mío”.   Comprendió entonces lo maravilloso de su llamado, su pertenencia a Dios, y se decidió  a continuar.

También recuerdo aquél hombre al que le decubrieron un cáncer terminal. Era joven y tenía  familia. El día que le notificaron, tomó su auto y se fue a conducir hasta la madrugada. En el auto gritaba: “¿Por qué a mí? ¿Por qué yo?”

De pronto, una gran paz le inundó el alma y sintió una suave voz que desde el asiento de atrás le decía:

 “No temas, yo estoy contigo”.

Pensé en estas frases hermosas del salmo 27:

"Ten confianza y espera en el Señor.
Sé valiente.
Ten valor.
Sí, ten confianza en el Señor".