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Católicos valientes

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Los católicos somos un bien común, necesario cada día más en la sociedad.

La fe auténtica de un creyente católico consecuente con ella es un bien común.

En la misa dominical se empapará de la predicación del sacerdote que pide -siguiendo el Evangelio de Jesucristo- mansedumbre, limpieza de corazón, confesar con arrepentimiento los pecados, ayudar a los necesitados, trabajar por la paz…

En cuanto a obras sociales de caridad que revierten en el bien común, el cristiano católico auxilia a emigrantes, toxicómanos, prostitutas, ancianos, solitarios, tanto con su tiempo y esfuerzo como con su estipendio económico. Y además lo hará gustoso.

El católico aporta a su comunidad instrumentos morales eficaces (a favor de la vida y contra el aborto, la eutanasia, el divorcio, la sexualidad promiscua…), y, además, entre los buenos creyentes no suele haber pervertidos, ladrones, criminales, abortistas o maltratadores.

Los católicos, ya digo, somos un bien común, necesario cada día más en la sociedad. Sal de la tierra, como dijo nuestro divino Maestro.

La ola de laicismo que invade a la sociedad europea, norteamericana y cada día más a la hispanoamericana debemos combatirla desde las raíces, defendiendo nuestra fe católica, dando testimonio de vida en nuestro mundo. Cristianos alegres y comprometidos de vida contemplativa y oración.