Testimonio de un joven que se abraza a la cruz con heroica valentía… ¡se hace amigo de su cáncer!
En realidad se llama Eduardo pero por cariño le dicen Chocho. Tiene veintiún años. Es de Abancay. Las religiosas de la Providencia lo recogieron en el Hogar de San Martín de aquella ciudad porque se había quedado huérfano. Hace cinco años vino a Lima con un grupo de jóvenes que habían vivido en el mismo hogar. Es hermoso que estos jóvenes al terminar su periodo de formación en el Hogar han sabido reunirse en una pequeña familia y cada uno vive de su trabajo.
Ahora Chocho está muy enfermo. El cáncer ha hecho metástasis. Hasta hace poco escribía en un cuaderno grande lo que él llamaba "poemas".
Fui a visitarlo. Estaba sereno, delgadito, colocado en el centro de una cama limpia. A pesar de tener toda su espalda con escaras y padecer grandes dolores por la enfermedad, cuando se le pregunta contesta que le duele a veces:
– "Esto lo ofrezco por la Iglesia y por los que me ayudan".
Si le preguntan cuándo estás solo, ¿qué haces?, contesta:
– Nunca me aburro porque cuando estoy solo estoy pensando en Dios y en la Virgen.
Poco a poco el hígado le ha ido creciendo. Le ha salido un bulto y Eduardo le ha puesto el nombre de "Cuchín".
El día que le puso nombre se sentó y escribió este poema que te invito a meditar:
"¿Cuchín? Vaya nombre peculiar para un amigo sorpresivo como tú. Pues yo también tengo mi nombre peculiar. Me llaman Chocho. ¡Vaya peculiaridad, eh!
Dos amigos que se conocieron inesperadamente y ahora son dos grandes y verdaderos amigos, Cuchín y Chocho, dos grandes amigos para siempre.
Estemos donde estemos, siempre juntos estaremos. Vayamos donde vayamos, siempre juntos nos iremos".
Hoy Cuchín va dominando a Chocho; el cáncer va minando todo el cuerpo. Ya está ciego, sufre mucho y sólo a ratos está consciente. Como ves, se trata de un verdadero holocausto ofrecido en fe a Dios por un joven que aprendió de las Religiosas de la Providencia en qué consiste la fe verdadera y la confianza ciega en el Dios bueno que cuida de nosotros hasta en los más pequeños detalles aunque muchas veces no lo entendemos.
Posiblemente te preguntes: ¿Cómo es posible llegar a hacer amistad con el sufrimiento y con el mismo cáncer destructor?
Sólo la fe auténtica puede hacer estos milagros y gracias a ella nos encontramos hoy también santos por todas partes.
Quizá hoy más que nunca los hombres piensan que están dominando la naturaleza y el dolor y sin embargo no es así. Continuamente vemos personas que sufren enfermedades incurables hasta ahora desconocidas. Pero también es cierto que hay cristianos llenos de fe que contemplando a Jesús en la cruz, sufriendo por todos, reciben y aceptan su invitación para tomar la cruz. ésa de cada día, la que tanto duele; ésa de la enfermedad que tanto desgasta. y caminar en pos de Él hasta el calvario.
Cuando no hay fe en la eternidad todo esto no tiene sentido.
Pero cuando hay fe es posible entender todo, incluso que Chocho termine su vida en plena juventud abrazado a Cuchín como a un amigo inseparable.
Yo me lo imagino algo así como Jesús abrazado a la cruz para la salvación del mundo.
Y es que estos sufrientes de hoy, que continúan gozosos la pasión de Cristo, defienden a la humanidad de tanto pecado, violencia y corrupción que hay en nuestro mundo.
Admiremos y encomendemos a Dios a estos héroes de nuestros días.