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El trigésimo santo mexicano aumentará nuestra fe y bendecirá a la nación

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Su Santidad Benedicto XVI estará proclamando santo, éste domingo 15 de octubre de 2006, al que venía siendo beato Rafael Guízar Valencia, sacerdote michoacano de origen, que fuera pastor de la diócesis de Veracruz durante una de tantas épocas difíciles que ha vivido México. Pretendemos poner de relieve la importancia de este acontecimiento y la esperanza que representa para la concordia nacional.

 

Los santos son mediadores entre Dios y los hombres. Todos necesitamos apoyos. Se dice, con verdad, que nos apoyamos los unos en los otros incluso ante Dios. Ya en las catacumbas se solía enterrar a la gente lo más cerca posible de las tumbas de los mártires, en la esperanza de poder, en el momento de la resurrección, aferrarse al menos a la orla de la vestidura de los mártires, para de este modo ir en compañía del santo a la vida eterna.

Empero, hay que puntualizar: no todos los santos fueron mártires (san Rafael Guízar no lo fue) y, además, no sólo los invocamos en caso de necesidad espiritual y con miras a la salvación eterna; también solicitamos su ayuda en lo temporal, en lo terreno. En estas circunstancias, es natural que hoy invoquemos al nuevo san Rafael para que se resuelvan las más graves disidencias internas en nuestro país; pero si dentro de nuestras posibilidades no actuamos al mismo tiempo contra los infiernos que existen en la tierra en las mil formas distintas en las que podemos percibirlo: en las diversas formas de egoísmo, de mentira, de brutalidad, de odio, de estructuras injustas, de deshonestidad, etc., entonces nuestra esperanza en la solidaridad de los santos es ficticia. En México, al igual que en todas partes, la esperanza en lo extraterreno debe aunarse a nuestro honrado y activo compromiso por los demás.

¿De quiénes será especial intercesor?

La Iglesia siempre ha confiado en que los que pertenecieron una vez a ella no olvidarán a los que están todavía en tribulaciones. Reza para que los santos sigan acordándose de los hermanos que todavía padecen. Por ello es que les reconoce o asigna una especial intercesión para el alivio de algunos males específicos, o bien el patronazgo de algún grupo humano para la protección y encauzamiento personal de los miembros de éste.

San Rafael Guízar, por los prodigios que ha obtenido del Señor, se perfila como intercesor de las parejas imposibilitadas para tener hijos pero que ansían tenerlos, así como de los aún no nacidos que presentan malformaciones. Por sus acciones y su conducta, podrá ser patrono de los seminaristas (ni en los peores momentos abandonó a su seminario), y de los obispos.

Incrementará nuestra fe

La CEM nos recuerda unas palabras de nuestro nuevo santo: «El que huye de Dios se aparta de la verdad y se precipita en el abismo del error». Cabe esperar que quien esto dijo será estimulador constante de la fe, hoy tan debilitada, de todos los mexicanos. Así nos apartaremos de nuestros errores y de nuestras claudicaciones. Y, en la medida en que logremos lo anterior, volveremos a reconocernos dignos y grandes como criaturas hechas a imagen y semejanza del Creador, y asumiremos nuestro humano papel en la historia de la salvación.

La legitimidad de esta canonización

Una canonización es precedida por uno de los procesos más rigurosos que hay en la tierra. La de hoy, como todas, está avalada por una investigación muy exigente y por la comprobación de que el bienaventurado que va a los altares, con sus ruegos, ha obtenido de Dios la concesión de dos milagros que sobresalen entre otros muchos que la piedad atribuye al mismo intercesor.

Vivamos con intensidad este acontecimiento de gracia.