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La sensibilidad del alma

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¿Te has dado cuenta? Parece que hemos perdido la sensibilidad del alma. Extraviamos el camino y ya no nos duele pecar. Ofendemos a Dios con demasiada facilidad.

 


Algunas películas y  programas de televisión, nos muestran un mundo distorsionado, como el ideal. Y quieren que nosotros participemos de él.

La homosexualidad, el aborto, la eutanasia y el adulterio, se hacen ver como algo natural y deseable. Parece que te dijeran: “Si haces estas cosas, serás feliz”, cuando no es verdad.   Ofendiendo a Dios, nunca serás feliz.

Hay que llamar al pecado por lo que es.  Y estos, son  actos graves, muy serios, que ofenden profundamente a Dios.   Hieren el corazón de Dios. Y nos apartan de él.

Un sacerdote nos contaba de una joven que se confesaba una y otra vez del mismo pecado: “había abortado”. El buen sacerdote le decía: “pero ya le di la absolución” y ella respondía: “es que este peso tan grande no me deja vivir”.

Dios no te ha creado para que destruyas tu cuerpo y condenes tu alma, sino para que seas un  templo digno del Espíritu Santo; y llegues gloriosamente a la eternidad.

No dejes que te engañen. La verdadera alegría está en Dios. La verdadera Paz. El verdadero gozo. Lo demás sólo te traerá dolor y sufrimiento.

En Fátima la Virgen le dio a los niños videntes un mensaje que impacta: “No ofendan más a Dios, que ya está muy ofendido”.  

Y les mostró el infierno, donde van las almas de los pobres pecadores: “vimos como si fuera un mar de fuego. Sumergidos en este fuego estaban demonios y almas en forma humana, como tizones transparentes en llamas, todos negros o color bronce quemado, flotando en el fuego, ahora levantadas en el aire por las llamas que salían de ellos mismos junto a grandes nubes de humo, se caían por todos lados como chispas entre enormes fuegos, sin peso o equilibrio, entre chillidos y gemidos de dolor y desesperación, que nos horrorizaron y nos hicieron temblar de miedo”.

No podemos hacer nada por las almas del infierno, allí permanecerán por toda la eternidad; pero sí por las que están en peligro de condenarse. Aquellos que viven en pecado mortal. Nos toca orar y pedir por ellos.

La Virgen le dijo a los niños: “Hagan sacrificios por los pecadores, y digan seguido, especialmente cuando hagan un sacrificio: Oh Jesús, esto es por amor a Ti, por la conversión de los pecadores, y en reparación por las ofensas cometidas contra el Inmaculado Corazón de María”.

Un escritor  dijo una vez: “Qué tristeza perder una brillante eternidad, por un poco de tierra”. Y un santo pregonaba: “Sólo tienes un alma, si la pierdes, ¿qué harás?”

El infierno existe, aunque muchos lo quieran negar. ¿No sabes que te puedes condenar? Pero también te puedes salvar y ser feliz, eternamente. Es lo que Dios quiere, que nos salvemos. Para eso vino Jesús, para que nos salvemos.

Este mundo, sumergido en tanta maldad,  necesita que hagas un alto, para que lo llenes de la pureza y del amor de Dios.   Mira tu interior: “¿En qué estado se encuentra tu alma?”   “¿Hay luz o hay tinieblas?”

Un amigo me comentó: “Si yo supiera que tengo el alma en pecado mortal, correría al confesionario. Recuperaría su pureza y la guardaría con todas mis fuerzas”.

¿Has perdido tu pureza? ¿Vives en pecado mortal?  Pídele al buen Dios con humildad y  te escuchará. Él siempre da nuevas oportunidades. Recuerda al ladrón que murió en la cruz al lado de Jesús. ¡Era un ladrón! y Jesús lo perdonó. “Un corazón arrepentido, Dios nunca lo desprecia”.

Es hora de buscar a Dios. De volver a sus caminos. Si  rezas como el salmista: “Ten piedad de mí, oh Dios, en tu bondad, por tu gran corazón, borra mi falta. Que mi alma quede limpia de malicia. Purifícame de mi pecado. No me rechaces lejos de tu rostro Ni me retires tu espíritu santo”. (salmo 51)

Seguramente Dios te responderá emocionado:   “No temas, porque yo te he rescatado. Te he llamado por tu nombre. Tú eres mío. … te amo y eres importante para mí”. (Is 43, 1-3)

Un alma pura e inocente, recibe gracias abundantes.  No imaginas cuántas. Dios nunca se aparta de ella. Nada hay tan hermoso como un alma en gracia de Dios.  ¡Animo!

Guarda la pureza de tu corazón. Pide a la Virgen su protección. Vive en la presencia de Dios. Y serás feliz…. verdaderamente.