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¿Réquiem por el Fauno?

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Lo interesante es que no sólo han cambiado los referentes, es decir, los enamorados y su fecha exclusiva, sino que los mismos enamorados pueden ser otra cosa.

 


El Día de los Enamorados, o Día de San Valentín, como también se le conoce en buena parte del mundo, probablemente proviene de una antiquísima festividad pastoril pagana en honor al Dios Fauno, romanizado como Dios Pan. Esta divinidad reinaba en los campos y los cultivos, y tenía una especial aptitud para comunicarse con los hombres, mimetizado en los sonidos del bosque y en esos sueños no apacibles que son las pesadillas.

Fauno-Pan poseía, además, la clave de la fertilidad. De ese modo, su intersección en asuntos de amores y de siembras resultaba una sola cosa: no hay fauna sin pan. Los antiguos celebrantes de la Festividad de Lupercales (15 de febrero), llamaban al pan, Pan: la fecundidad de los suelos y de los rebaños pasaba, también, por la fertilidad de sus pastores.

La celebración puede haberse cristianizado hacia los siglos III y IV, al tomar de dos mártires romanos llamados ambos Valentín el patronímico con el cual hoy lo conocemos. Poco se sabe de estos santos, y poco cambió el sentido, durante 1,600 años, del Día de los Enamorados: al Dios Pan se le continuó reverenciando con vino.

No podríamos establecer con exactitud el momento en que se le empezó a llamar, y por qué, Día de la Amistad. Ya no fueron solo los novios o los esposos quienes se hacían regalos o actualizaban su compromiso. Ahora también los solitarios querían su hogaza. Y aunque hay justicia en esa práctica, surgida a finales del siglo XX, lo cierto es que ya no cabría aquello de que al pan, pan, porque ahora el vino era amistad.

Lo interesante es que no sólo han cambiado los referentes, es decir, los enamorados y su fecha exclusiva, sino que los mismos enamorados pueden ser otra cosa. Ya no se habla, para referirse al otro, de novio(a), esposo(a), sino de compañera(o), pareja o relación. Esta es mi nueva relación, se dice. A la extinción del Chaperonismo sucedió el Alojismo, de manera que sean novios, esposos, divorciados o amigos -relación, en fin- se alojan en una de las casas casi desde el primer día que se conocen.

Mi cambio favorito, en cambio, son los regalos. En épocas pasadas, una novia o una esposa recibía un ramo de flores, un poema, un pastel. El novio o esposo, algo más práctico: una linda camisa o un perfume. Ahora hay una inversión de los presentes; una novia puede recibir el Día de los Enamorados un par de zapatos, un ajustador o una lycra, según el poder adquisitivo del novio y, sobre todo, la necesidad de la novia. Una esposa podría ser homenajeada con una botella de aceite, un rollo de papel sanitario, una lata de puré de tomate.

A cambio, el novio sería reciprocado con un disco de reggaetón -con melodías y letras a-tono con el Día-, y el esposo quizás con un par de chancletas para andar en la casa, o una jabita nueva para hacer los mandados. Lo curioso es que nadie se queja. Todo lo contrario: a veces se le sugiere a la relación que el regalo debería ser un ajustador, un pomo de aceite, un par de chancletas, una bolsa nueva porque la otra, la de tela, ya tiene un hueco en el fondo.

Pero el cambio más dramático es que ese día a veces se celebra la infertilidad. Los novios comentan que llevan dos o tres años de relación y, gracias a Dios, ella nunca ha salido embarazada. O ha tenido suerte, porque en los tres abortos, uno por año, nunca se ha complicado. Los esposos pudieran comentar que al fin, después de dos o tres matrimonios, han hallado al compañero perfecto: sin hijos, sin padres que cuidar, con una casa propia para alquilarla y vivir de la renta. Y si los esposos son de esa rarísima especie que lleva más de diez años juntos, comentarán lo  atinados que estuvieron al decidir quedarse con un solo hijo, o con ninguno.

En ciertas leyendas el papel de Fauno se le atribuye a un rey que enseñó a su pueblo cómo cultivar la tierra y criar el ganado. Este rey introdujo también, supuestamente, el cultivo de la religión y del espíritu. Es curioso: el programa viene como un todo incluido; no es posible separar el Pan del Vino, a la Sangre del Cuerpo.

El Día del Amor es, asimismo, el Día de la Fe. Y Fe, confianza mutua, seguridad, certezas, esperanzas, deberían ser los mejores presentes en un Día como el de San Valentín.