«Seguramente recibamos insultos y desprecios, pero no tengo miedo porque lo que quiero es decir a los jóvenes que la única respuesta a las inquietudes de su corazón está en Cristo, que no la busquen en otros lugares porque no la encontrarán y que no tengan miedo a nada porque Él ha venido a salvarlos».
Una chica joven, guapa. Sucedió apenas hace unos días. En lugar de la copa, tomó el micrófono entre sus manos y, sin respetos humanos, proclamó por una populosa y céntrica calle de Madrid:
-Sé muy bien por lo que pasáis, porque antes yo vivía como vosotros. Salía todos los fines de semana hasta las tantas de la noche y volvía siempre borracha a casa. Pero, en realidad, me sentía vacía por dentro, hasta que un día descubrí que Jesucristo me amaba tal y como soy. Ahora llevo una vida totalmente distinta dentro de la Iglesia y me siento por primera vez feliz y plena.
Palabras de oro, tajantes, que cortan el hielo de cualquier alma y el frío de un viernes de enero, a las 11 de la noche. Alrededor de la niña, miradas ingenuas, atónitas, algunas incrédulas o compasivas de otros chicos y chicas, todavía ebrios, antes de ir a la fiesta como cualquier otro fin de semana. Una voz que parece gritar en el desierto. ¿Una gota en medio de un océano?
¡No! Porque no es la única. Ella y muchos otros jóvenes de Madrid se atreven a testimoniar a los cuatro vientos todos los fines de semana. En vez de emborracharse, de tomar sustancias estupefacientes o de herir el verdadero amor, misionan, convencen, arrastran.
Se mueven en zonas de fiesta y discotecas. Lo llaman «Misión Joven». Y es sólo una de las diversas iniciativas que organiza el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, para «anunciar y proponer a Jesucristo a todos los jóvenes de la diócesis».
No es fácil. Cuesta. Es la lucha entre el bien y el mal, la Verdad y el error; la droga, el alcohol y la virtud. Numerosos colegios, institutos y universidades han secundado esta iniciativa a favor de la juventud, del amor y aprecio por la vida. Estos valientes necesitan apoyo.
Este 23 de febrero tendrá lugar otra misión nocturna en la concurrida plaza de Callao. Uno de los organizadores, Isaac, de 24 años, ha declarado al periódico La Razón: «Seguramente recibamos insultos y desprecios, pero no tengo miedo porque lo que quiero es decir a los jóvenes que la única respuesta a las inquietudes de su corazón está en Cristo, que no la busquen en otros lugares porque no la encontrarán y que no tengan miedo a nada porque Él ha venido a salvarlos».
La misión continúa. No tiene horario. Diversos párrocos se han sumado y no “cierran” sus iglesias ni sus confesonarios en toda la noche durante los fines de semana. Muchos entran, algunos de ellos son borrachos que sólo miran, pero hay quien se arrodilla, reza y se confiesa.
Llegará el día en que de nuevo parezca normal que, a la vuelta de la esquina, un grupo de jóvenes sustituya unas copas por una Biblia.