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Cortar el árbol de raíz

Cuando Norberto Bobbio estudia en su libro sobre “Las Formas de Gobierno en la Historia del Pensamiento político” (FCE) la propuesta de Montesquieu sobre la tripartición de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial, subraya la importancia que da el autor al peligro del despotismo. El mismo Bobbio añade un “Intermedio sobre el Despotismo”, y cita, “en un pasaje… verdaderamente lapidario”, la siguiente descripción de Montesquieu: “Cuando los salvajes de Luisiana quieren fruta, cortan el árbol de raíz y la cogen. He aquí el gobierno despótico” (p. 139).

El Despotismo consiste en cortar el árbol de raíz para comerse la fruta, así de sencillo y de trágico a la vez. Cada uno verá qué descripción le acomoda mejor a nuestro sistema político, digamos de la Revolución para acá, porque los nombres abundan: caudillismo, tiranía, partidocracia, dictadura, dictadura perfecta, república democrática, estado laico, democracia a secas o con adjetivos, etcétera. La riqueza de nomenclatura denota la tendencia innata del hombre que, al conseguir el poder, abusa de él. El cristiano fue advertido por Jesucristo con frase lapidaria también: “Entre ustedes no será así”.

Cortar el árbol de raíz. ¿Qué otra cosa es equiparar el matrimonio natural, el de la unión de un hombre y una mujer, con la unión de dos personas del mismo sexo sino segar de raíz las fuentes de la vida? Asóciense como quieran y la autoridad protéjalos como merecen, y todos respetémoslos y no discriminemos, pero no perdamos la cabeza mareándonos con la ideología de género, queriendo equiparar lo inequiparable, atropellando cultura y cordura a la vez. Eso no será matrimonio jamás. Respetemos las diferencias. El pueblo mexicano tendrá defectos, pero no le falta sentido común. Mucho menos a los católicos que tienen al Espíritu Santo con sus siete dones. Si el sistema educativo resulta deficitario, el Espíritu ofrece su sabiduría, su consejo y su inteligencia para comprender lo que es recto según la razón y según su fe, y conducirse con sensatez en la vida. Los que promueven y pagan encuestas han demostrado una vez más su venalidad y su lejanía de la realidad, que es lo que el pueblo reprueba de sus gobernantes. Las recientes manifestaciones y marchas en favor de la vida de miles y miles de católicos, muchas de ellas encabezadas por sus obispos aunque silenciadas por la prensa y la televisión, se hicieron voz cantante y sonante, para quien tenga suficiente luz para verlo así, en las recientes elecciones; y está a la vista de todos, tanto en casa como en el extranjero, el declive de los partidos e ideologías abortistas.

San Juan Pablo II describió a la Iglesia como “el pueblo de la vida y para la vida”; y el pueblo mexicano sabe bien que vive y seguirá viviendo gracias a que Santa María de Guadalupe le tendió la mano entre los escombros y rescoldos en el Tepeyac, y le dijo que era la Madre del Dios por quien se vive, a pesar de los segadores de vidas.

Patria viene de padre y matrimonio de madre. Padre y madre hacen la familia casera y la grande familia, la Nación, donde todos somos bien nacidos y bien venidos. Suele llamarse madre-patria, para no separar lo que Dios ha unido por siempre. La bendición de los orígenes de crecer y multiplicarse se prolonga de generación en generación, porque se nace hombre o mujer, de un hombre y de una mujer, con biología y no con ideología. Ni con supletoria tecnología. La ideología de género conlleva el despotismo genocida de talar el árbol de raíz.

 

 Mario De Gasperín Gasperín