El hecho de que se critique a la Iglesia, ni el contenido de las críticas constituye novedad alguna.
Sintonicé Radio Universidad, de San Luis Potosí, México. Se transmitía un programa de análisis de obras literarias. Desafortunadamente, no pude escuchar el título de la obra de la que se hablaba. Pero era claro que se trataba de un libro en el que se criticaba a la Iglesia.
Los analistas, universitarios todos, al parecer, no desperdiciaron esa magnífica oportunidad para ventilar sus propios resentimientos, críticas y quejas acerca de la Iglesia Católica, de la que algunos incluso se confesaron miembros. Se condenó a "las jerarquías" por seguir manteniendo deliberadamente a los fieles en el "infantilismo", haciéndolos creer cosas, como el diablo, ya superadas por la ciencia; se criticó acremente que teólogos progresistas y valientes, como Enrique Meza, de quien se afirmó que ya había logrado desmitificar al demonio, deban "ser llamados a cuentas" por el Vaticano y silenciados; se vaticinó la muerte de la Iglesia, abandonada como cacharro inútil, si no se pone al día; se recomendó que se leyera el "Evangelio de Jesús", de José Saramago, como opción más confiable y útil para el mundo de hoy que los vetustos y obsoletos evangelios canónicos. Etcétera. Nada, claro, de todo esto, constituye novedad alguna. Ni el hecho de que se critique a la Iglesia- ya los Padres Apologistas, y las mismas persecuciones, dan testimonio de ello en los albores del Cristianismo-, ni el contenido de las críticas, que de un modo u otro repiten lo que el Mundo ha venido diciendo de la vida y las verdades de la Iglesia desde su fundación.
Tampoco, imagino, habrá habido novedad alguna en las reacciones de la gente que escuchó lo que afirmaron los analistas radiofónicos de la USLP. Muchos oyentes, sin duda, confirmaron sus propias opiniones negativas y malestares acerca de la Iglesia, y aplaudieron.
Otros, como yo, nos sentimos tristes ante la demostración del total desconocimiento de los fundamentos elementales de los contenidos de la fe católica entre los jóvenes. Esto, obviamente, sería de esperarse de los no creyentes, pero no de los estudiantes que se dijeron católicos.
Y lamentamos la actitud poco universitaria de los analistas, contraria, además, al lema de la radiodifusora- que dice trabajar por la educación-, quienes ni siquiera se molestaron en confrontar la fuerza de los argumentos propios con la de los que la doctrina católica pudiera ofrecer; en preguntarse porqué la Iglesia cree lo que cree. Pero eso tampoco es novedad. Aunque tampoco debería ser novedad- ya mencioné a los Padres Apologistas- que los católicos buscáramos oportunidades y medios para "dar razón de nuestra esperanza" ante la sociedad.
La Iglesia siempre se ha esforzado por hacer uso de los medios a su alcance para difundir la Verdad, incluso aceptando debatir públicamente en forma ordenada y respetuosa los diferentes argumentos y razonamientos con quienes opinan diferentemente. Recordemos a san Pablo en el Aerópago de Atenas. (¿Será, sin embargo, más de lo mismo la falta de entusiasmo de muchos católicos por hablar en público de su fe?). Indudablemente que hay cosas que rebasan la probabilidad de ser demostradas científicamente, y que nacen de la experiencia de la fe en el Señor resucitado, y sin ésta el debate se encontrará ante una limitante escarpada.
Definitivamente, la mejor demostración de la congruencia, y validez a través de los siglos, de la enseñanza de Cristo es la vida misma de los creyentes, visible a los ojos de todos. "¡Mirad cómo se aman!". Ésta sí que debe ser novedosa siempre, capaz incluso de llevarnos a morir por quien nos hace daño, desde la dinámica de la Cruz.