Cuando alguien vive en Cuba y se compromete con la Iglesia Católica enseguida se convierte en un enemigo más o menos tolerado.
Cuando alguien vive en Cuba y se compromete con la Iglesia Católica enseguida se convierte en un enemigo más o menos tolerado, alguien a quien el gobierno no quiere, excluye y reprime de una forma sutil y selectiva.
Esta experiencia es común a cualquier católico cubano, así viven los laicos, las religiosas, los sacerdotes y los obispos. Mons. Adolfo Rodríguez definía con acierto esta atmósfera de tensión permanente: la Revolución comprende que ha fracasado en su intento de eliminar la religión, ahora se preguntan en qué fallaron, revisan la metodología y tratan de hallar la estrategia correcta para eliminarla, todo esto en vez de preguntarse por qué la fe es consustancial al género humano.
Con cierta frecuencia aparecen en los medios de comunicación opiniones sobre la Iglesia cubana, uno de los temas preferidos por algunos de estos observadores es el perfil de los obispos cubanos, así vemos análisis que pretenden establecer quiénes son los conservadores y los progresistas, los que luchan contra el gobierno y los que servilmente se pliegan a sus decisiones, estableciendo una caricaturesca clasificación de obispos buenos y valientes ante los obispos malos y cobardes. Siento que este tema se trate con tan poco rigor y que pierdan la mesura y el sentido común personas que demuestran sagacidad en otros asuntos.
Se suma a esto que desde hace unos años se viene dando un paulatino relevo en la Conferencia Episcopal Cubana, relevo rutinario que obedece fundamentalmente a razones de edad pero que ha contribuido a alimentar la teoría de una "conspiración vaticana" que prentende sustituir a los obispos "sociales" por otros, más moldeables y afines al régimen. El que conozca un poco sobre la vida de la Iglesia en Cuba sabe que esto no es serio.
Intuyo, que muchas de las elucubraciones que circulan en torno a la vida de la Iglesia cubana obedecen a esa necesidad de vaticinio que es inherente a la mayoría de los seres humanos, pienso que no son necesariamente malintencionadas y que en ocasiones, la tradicional reserva de la Iglesia contribuye a dar crédito a estos informadores.
No obstante, me gustaría comentar algunos aspectos positivos que sucumben en la crítica desmesurada, que se soslayan o que se suelen juzgar con excesiva severidad llegando a transmitir una imagen, cuando menos distorsionada de la realidad eclesial cubana que conocí y que no ha sufrido grandes modificaciones en mis pocos años de exilio.
1- La Iglesia es el único lugar donde las personas pueden encontrar consuelo espiritual y algún soporte emocional ante la desesperanza y la habitual escasez de las cosas más elementales.
2- La Iglesia es el único espacio de libertad que no ha sido secuestrado por el régimen: a excepción del núcleo familiar más intímo, no existe otro ámbito donde las personas puedan crecer en dignidad. No existe otro ámbito donde las personas puedan ensayar la sociedad civil y prepararse para participar en ella. Este ensayo de sociedad civil se realiza de un modo más o menos evidente en todas las diócesis de Cuba.
3- La Iglesia no tiene poder de mediación ante las autoridades cubanas porque estas autoridades nunca han deseado que la Iglesia intervenga en ningún aspecto de la vida pública. La Iglesia sólo tiene un canal de acceso al gobierno de Cuba en la persona de la Responsable de Asuntos Religiosos del Comité Central del Partido, esta persona no tiene siquiera rango de ministro, es un recadero cualificado que como la mayoría de los funcionarios cubanos no se atreve a tomar ninguna iniciativa.
4- La Iglesia, aunque tiene muy limitado acceso a las cárceles, tiene una pastoral de prisiones que funciona a nivel nacional y que trabaja sistemáticamente con los familiares de los presos, sean estos políticos o comunes. También desarrolla desde la aparición del SIDA un trabajo pastoral sistemático con estos enfermos
5- La Iglesia en Cuba ha contribuido a conservar y atesorar valores distintivos de nuestra cultura, casi siempre a contracorriente de las múltiples ofensivas ideológicas.
6- La Iglesia es la única institución independiente que funciona a lo largo y ancho de la Isla, de forma organizada y con un liderazgo visible.
7- La Iglesia, además del trabajo pastoral que le es propio, desarrolla una invaluable promoción humana. Esta promoción humana se concreta en infinidad de pequeños proyectos que no son eminentemente religiosos y que constituyen un servicio a la sociedad cubana en general.
8- Los obispos, sacerdotes y religiosas son altamente apreciados por sus fieles y tienen autoridad moral ante el pueblo.
9- Los obispos, que gobiernan sus respectivas diócesis de forma independiente y autónoma, asumen de forma colegiada desafíos y prioridades comunes; discrepan, como es natural, en muchas cuestiones que no atañen a la moral, ni a la doctrina, ni a las buenas costumbres pero ponen especial cuidado en testimoniar su unidad, en no dejar resquicio alguno. Son conscientes de que viven en un régimen comunista, hostil por naturaleza a la religión y a cualquiera de sus manifestaciones.
Esta Iglesia que es cuestionada dentro de Cuba porque hace más de lo que las autoridades cubanas quisieran y criticada desde fuera por hacer menos de lo que muchos desearían está atrapada en una encrucijada que la enaltece. Por una parte, no puede exhibir, ni publicitar sus logros, esto molestaría a los gerifaltes de línea dura de Partido Comunista y esos espacios que tanto ha costado conseguir, peligrarían. Por otra, esta obligada discreción le hace parecer a los ojos del exilio como una Iglesia apocada, sin iniciativa, ni proyección evangélica.
La Iglesia cubana es una Iglesia profética, que anuncia la Esperanza del Resucitado a todos los cubanos. Una Iglesia que a través de la historia ha denunciado las injusticias, aunque evite el enfrentamiento constante con un estado todopoderoso que no duda en usar su poder. Una Iglesia que prefiere construir y fundar antes que desafiar. Una Iglesia que trabaja por un cambio más profundo que el sólo cambio de los poderes establecidos.
Eduardo Mesa (Cuba)