Home > Análisis > Categoría pendiente > ¿De qué fuego se trata?

¿De qué fuego se trata?

Image

Siempre habrá personas que prefieran el agua de los bomberos antes que el fuego del Espíritu.

Es interesante leer en el Evangelio algunos desahogos de Jesús. Los tuvo muy importantes.

Un buen día, por ejemplo, exclamó ante sus discípulos: "He venido a prender fuego en el mundo, ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!".

Todo el que tiene una pasión fuerte siente que su pecho arde como si le saliera fuego de dentro. Los ojos brillan y su rostro enrojece.

Seguro que aquel día Jesús sintió que algo muy especial le quemaba por dentro:

Él trajo fuego del cielo. Ese fuego no era como el de Moisés que prendió las zarzas del desierto. Era un fuego que únicamente se puede ver y entender meditando las palabras de la carta de Juan:

"Dios es amor".

Uno no sabe qué es el amor pero, ciertamente, que el amor quema.

Las fuertes presencias de Dios en la Biblia eran frecuentemente representadas en el fuego:

– La zarza de Moisés a la que he aludido.
– La columna de fuego que conducía a Israel en la noche.
– El fuego del carro de Elías.

Pero, el más importante de todos es, ciertamente, el fuego de Pentecostés.

La mejor presencia del Espíritu la cuenta la Biblia, diciéndonos:

"Aparecieron lenguas como de fuego que se repartían y se posaban sobre cada uno de ellos.Todos quedaron llenos del Espíritu Santo".

En este desahogo de Jesús podemos entender también que se trata de este fuego de Dios, que no "bautizará" a los hombres hasta que Él mismo no sufra el martirio de la cruz.

Hoy mismo lo ha dicho: "Tengo que pasar por un bautismo y qué angustia hasta que se cumpla".

Resulta interesante: la sangre y el agua del costado de Cristo harán arder el fuego del Espíritu Santo.

Jesús es el apóstol de Dios, el enviado del Padre. Con todo este fuego dentro, un fuego que tenía que llegar a los hombres como prueba del amor del Padre, Jesús comprendía que había algo contradictorio.

Siempre habrá personas que prefieran el agua de los bomberos antes que el fuego del Espíritu. De ahí que pregunte a los discípulos y, en ellos a todos nosotros: "¿creen que vine a traer al mundo la paz?"

En la práctica ahí está todo claro. Vemos los enfrentamientos por motivo de la fe en las familias, en los grupos, en los países.

Más aún, en el tiempo que vivimos vemos cómo se levanta una de las guerras más graves de toda la historia contra Dios y contra su enviado Jesucristo.

Se ha prohibido, incluso, todo signo de fe y en algunos países está proscrito el nombre de Dios en la televisión, en la radio, etc.

No hay duda de que si Jesús no existiera nadie le haría la guerra. Lo que pasa es que su persona resulta incómoda porque no satisface los caprichos, las ansias de matar y destruir que abrigan muchos corazones.

Al preguntarnos, pues, de qué fuego se trata cuando Jesús dice que quiere que el mundo arda, tenemos que descubrir que se trata del amor. Amor que cuesta la vida a Jesús, amor que cuesta la vida a los suyos, amor duro que trae el gozo como fruto del sufrimiento, la vida como fruto de la muerte.

El fuego del Evangelio es incómodo pero hace felices a los valientes. ¿Tú lo has probado?

José Ignacio Alemany Grau, Obispo (Perú)