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Verdad, opinión y poder

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El poder no podrá decidir nunca ni lo bueno ni lo malo. Se limitará a crear apariencias de engaño, parches cómodos para contentar a los poderosos y engañar a muchos incautos.

Las opiniones, para algunos sofistas griegos, cambian como el color del cielo vespertino: de prisa y sin pausa. Son fugaces, son breves, son transitorias. No buscan tocar la verdad, sino sólo agradar a los ojos, conseguir adhesiones, dirigir el gobierno de los pueblos.

Las opiniones nacen, se desarrollan y mueren según modas, muchas veces dirigidas por grupos de poder más o menos conocidos. Grupos de poder que son capaces, ayer como hoy, de hacer pasar como verdadero lo falso, como bueno lo malo, como oscuro lo diáfano, como justo lo injusto.

La historia muestra cómo el poder ha construido andamios de apariencias para defender intereses turbios. Gobernantes sin escrúpulos han llamado “progreso” a la destrucción de pueblos inocentes o de personas calificadas como “razas inferiores”. Han hecho creer que el aborto “libera”, cuando sólo destruye corazones y asesina a hijos. Han presentado la esterilización forzada como ayuda imprescindible para tantos países en vías de desarrollo.

Otros grupos de poder llaman matrimonio a lo que matrimonio no es. Porque sólo hay verdadero matrimonio donde se unen un hombre y una mujer que, por su complementariedad sexual, están abiertos a acoger a los hijos que puedan nacer desde su amor mutuo.

La verdad, sin embargo, es testadura. A veces será defendidas por personas débiles, aisladas, perseguidas por dictaduras criminales o por sistemas pseudodemocráticos controlados por los poderes del dinero y de las ideologías de turno.

Sus palabras serán arrinconadas, sus vidas correrán peligro. Pero gracias a los amantes de la verdad y la justicia, la humanidad ha contado y contará siempre con héroes que hacen más hermosa la historia de los pueblos.

Sócrates conserva toda su fuerza paradigmática, su condición de rebelde ante sofismas engañosos. Nos repite hoy, como ayer, que una vida sin compromiso por la verdad no vale la pena. Como no vale la pena una victoria conseguida al margen de la justicia y del bien auténtico, basada en opiniones engañosas impuestas a través de la fuerza o la propaganda.

El poder no podrá decidir nunca ni lo bueno ni lo malo. Se limitará a crear apariencias de engaño, parches cómodos para contentar a los poderosos y engañar a muchos incautos. Destruirá a Sócrates, llevará a la muerte física o “social” a millares de mártires del pasado y del presente.

Pero la verdad tendrá siempre la última palabra de la historia humana. Porque el rey está desnudo, aunque nadie se atreva a declararlo. Porque en cada concepción inicia una nueva vida humana, aunque lo nieguen los defensores de la cultura de la muerte. Porque el matrimonio está y estará siempre abierto a la fecundidad, aunque lo nieguen los que piensan que basta un papel y unas leyes para que lo blanco se convierta en negro.

La verdad, al final, hará oír su voz. Especialmente a través de hombres y mujeres capaces de sacrificar su fama y su vida, como Sócrates, para desenmascarar mentiras y para defender la dignidad, la justicia y el respeto que merece cada miembro de la familia humana.

P. Fernando Pascual (España)