Curiosamente, quizás porque implica más esfuerzos que hacer legrados, nadie en la comunidad proabortista hace mención de las posibles soluciones preventivas para el problema de los actos violentos contra las mujeres.
Javier Algara Cossío (México)
El jueves 23 de agosto la agencia informativa árabe Al- Jazeera presentó en TV un interesante debate entre Widney Brown, alta funcionaria de Amnistía Internacional (AI), y Helen Alvaré, profesora universitaria y colaboradora de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos en temas de la defensa de la vida. El tema: la negativa católica a seguir apoyando financieramente a AI por haber ésta decidido incluir en sus políticas la defensa del derecho de la mujer a abortar cuando su embarazo haya sido fruto de una violación, sobre todo en casos de guerra.
En respuesta a una declaración del Cardenal Tarcisio Bertone, AI afirma: "Nuestra política reconoce los derechos humanos de la mujer a vivir sin miedo, amenaza o coerción frente a las consecuencias de una violación o de cualquier otra afrenta grave a los derechos humanos. y apoya la descriminalización del aborto, la seguridad que las mujeres tengan acceso a cuidados de salud cuando surjan problemas por abortos, dentro de ciertos límites de la gestación, cuando su vida esté en peligro".
La señora Brown aludió a los múltiples casos de mujeres violadas durante las guerras en Bosnia, en algunas naciones de África, etc., y a sus terribles consecuencias físicas, socioeconómicas y psicológicas. La pregunta, inevitable, con la que la representante de AI cerró su alegato, es la misma que hacen tantos grupos e individuos que abogan por la despenalización del aborto: "¿Porqué debe sufrir la mujer esa violencia gratuita? ¿Qué hace que la Iglesia, madre compasiva, se cierre ante los padecimientos de esas mujeres? ¿Porqué sigue la autoridad eclesiástica rechazando tercamente lo que tanta gente reclama ante la realidad insoslayable de la violencia contra las mujeres?". La Profesora Alvaré respondió haciendo referencia al factor que astutamente esquivan siempre quienes defienden el aborto como derecho de la mujer: el aborto es un acto criminal, violento como el que más, que busca matar a una persona humana indefensa.
Es una violación flagrante del derecho humano más fundamental- el de la vida- del niño que crece en el vientre de la madre. Defender ese supuesto derecho de la mujer es ignorar culpablemente el derecho de un tercero. Incongruencia criminal. Y sin lograr nada, porque la violencia ejercida contra el bebé no nacido, su aniquilamiento ¿servirá para resarcir el buen nombre, la tranquilidad, la salud, las perspectivas futuras de la madre violada? ¿Cuándo la violencia, y más la violencia en contra de una persona sin culpa y sin posibilidad de defensa, ha sido un remedio eficaz para la violencia o sus efectos? ¿Vale más la salud de la madre que la vida del hijo? Cuesta trabajo imaginar cómo, entonces, AI, fundada para defender los derechos humanos de todos, alegue que una mujer tiene derecho a violar el derecho a la vida de su propia criatura.
Curiosamente, quizás porque implica más esfuerzos que hacer legrados, nadie en la comunidad proabortista hace mención de las posibles soluciones preventivas para el problema de los actos violentos contra las mujeres. Parecería más efectivo, aunque sí más difícil, educar a los varones en el respeto a las mujeres, y castigarlos cuando no lo hagan, que legalizar la violencia como paliativo de, o remedio contra, la violencia. Y sobre todo, la educación sí respetaría los derechos del niño no nacido, la víctima del aborto, el gran ignorado en estos debates.