Para resumir, diremos que el “amor” es una única realidad con diversas dimensiones, que, según los casos puede una u otra destacar más. Pero cuando las dos dimensiones se separan completamente una de la otra, se produce una caricatura o una forma mermada del amor.
María del Pilar Gómez (México)
El Papa nos habla del Cantar de los Cantares, libro conocido por los místicos que posee poesías que originariamente eran cantos de amor escritos para una fiesta nupcial israelita, en la que se exaltaba el amor conyugal.
En este libro se encuentran dos terminos para indicar el amor: “dodim”, un plural que expresa el amor todavía inseguro, en un estadio de búsqueda indeterminada. Y el término “ahabá” que la traducción griega denomina “agapé”, el que se convirtió en la expresión propia de la concepción bíblica del amor.
El vocablo “ágape” hace referencia al amor que ha llegado a ser verdaderamente descubrimiento del otro, que ha superado el carácter egoísta que poseía en la fase anterior del amor indeterminado. “Ahora el amor es ocuparse del otro y preocuparse por el otro. Ya no se busca a sí mismo ni sumirse en la embriaguez de la felicidad, sino que ansía más bien el bien del amado: se convierte en renuncia, está dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca…”. El amor aspira a lo definitivo, implica exclusividad –sólo esta persona- y “para siempre”, tiende a la eternidad.
“ El amor es éxtasis, pero no en el sentido de arrebato momentáneo, sino como camino permanente, como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la entrega de sí y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro consigo mismo, más aún, hacia el descubrimiento de Dios:
“El que pretenda guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda, la recobrará” (Lc 17,33) como dijo Jesús, quien describe su propio itinerario, es decir su cruz y su resurrección.
“Describe también, partiendo de su sacrificio personal y del amor que en éste llega a su plenitud, la esencia del amor y de la existencia humana en general”.
¿ El mensaje del amor que nos han transmitido la Biblia y la Tradición de la Iglesia, tienen algo que ver con la común experiencia del amor , o se opone a ella ?.
El Papa nos aclara las dos palabras fundamentales eros es un termino que describe el amor “mundano” y ágape describe el amor fundado en la fe y plasmado por ella; el primero es un amor “ascendente” y el segundo un amor “descendente”.
Hay otras clasificaciones afines como la distinción entre amor posesivo y amor oblativo (amor concupiscentiae –amor benevolentiae) al que también se añade el amor que tiende al propio provecho.
Estas dos concepciones se han radicalizado hasta el punto de contraponerse entre sí: lo típicamente cristiano sería el amor descendente, oblativo, el ágape ; la cultura no cristiana, sobretodo la griega, se caracteriza por el amor ascendente, vehemente y posesivo: el eros.
“En realidad, eros y ágape –amor ascendente y amor descendente – nunca llegan a separarse completamente. Cuanto más encuentran ambos, aunque en diversa medida, la justa unidad en la única realidad del amor, tanto mejor se realiza la verdadera esencia del amor en general… al aproximarse la persona al otro se planteará cada vez menos cuestiones sobre sí misma, para buscar cada vez más la felicidad del otro, se preocupará de él, se entregará y deseará “ser para” el otro. Así, el momento del ágape se inserta en el eros inicial; de otro modo, se desvirtúa y pierde también su propia naturaleza.”
El hombre tampoco puede vivir exclusivamente del amor oblativo, descendente. No puede dar únicamente y siempre, también debe recibir.
Quien quiere dar amor, debe a su vez recibirlo como don. Es cierto que el hombre puede convertirse en fuente de la que manan ríos de agua viva (Jn 7,37-38). No obstante, para llegar a ser una fuente así, él mismo ha de beber siempre de nuevo de la primera y originaria fuente que es Jesucristo, de cuyo corazón traspasado brota el amor de Dios (Jn 19,34).
Existe una relación inseparable entre ascenso y descenso, entre el eros que busca a Dios y el ágape que transmite el don recibido. Esto lo han visto los Padres de la Iglesia en la narración de la ecalera de Jacob, en la que estando el patriarca en sueños, vio una escalera apoyada en la piedra que le servía de cabezal, que llegaba hasta el cielo y por la cual subían y bajaban los ángeles de Dios (Gn 28, 12; Jn 1,51).
El Papa Gregorio Magno da su interpretación en su Regla pastoral.
“El pastor bueno, dice, debe estar anclado en la contemplación. En efecto, sólo de este modo le será posible captar las necesidades de los demás en lo más profundo de su ser, para hacerlas suyas.
San Gregorio menciona a San Pablo que fue arrebatado hasta el tercer cielo, hasta los más grandes misterios de Dios y, precisamente por eso, al descender, es capaz de hacerse todo para todos (Co 12,2-4; 2-4; 1Co 9,22).
También pone el ejemplo San Gregorio, de Moisés, que entra y sale del tabernáculo, en diálogo con Dios, para poder así, partiendo de Él, estar a disposición de su pueblo. “Dentro (del tabernáculo) se extasía en la contemplación, fuera (del tabernáculo) se ve apremiado por los asuntos de los afligidos.
Para resumir, diremos que el “amor” es una única realidad con diversas dimensiones, que, según los casos puede una u otra destacar más. Pero cuando las dos dimensiones se separan completamente una de la otra, se produce una caricatura o una forma mermada del amor.
Por lo que podemos ver, la fe bíblica no construye un mundo paralelo o contrapuesto al fenómeno humano originario del amor, sino que asume a todo el hombre, interviniendo en su búsqueda de amor para purificarla.
Novedad de la fe bíblica.
“La potencia divina a la cual Aristóteles, en la cumbre de la filosofía griega, trató de llegar a través de la reflexión, es ciertamente objeto de deseo y amor por parte de todo ser –como realidad amada, esta divinidad mueve el mundo -, pero ella misma no necesita nada y no ama, sólo es amada. El Dios único en el que cree Israel, sin embargo, ama personalmente. Su amor, además, es un amor de predilección: entre todos los pueblos, Él escoge a Israel y lo ama, aunque con el objeto de salvar precisamente de este modo a toda la humanidad. Él ama, y este amor suyo puede ser calificado sin duda como eros que, no obstante es también totalmente agapé.
Los profetas Oseas y Ezequiel han descrito esta pasión de Dios por su pueblo con imágenes eróticas audaces.
(Continuará)
“La relación de Dios con Israel es ilustrada con la metáfora del noviazgo y del matrimonio; por consiguiente, la idolatría es adulterio y prostitución.
La historia de amor de Dios con Israel consiste, en el fondo, en que Él le da la Torah, es decir, abre los ojos de Israel sobre la verdadera naturaleza del hombre y le indica el camino del verdadero humanismo. Esta historia consiste en que el hombre, viviendo en fidelidad al único Dios, se experimenta a sí mismo como quien es amado por Dios y descubre la alegría en la verdad y en la justicia; la alegría en Dios que se convierte en su felicidad esencial: “ No te tengo a ti en el cielo ?, y contigo, ¿ qué me importa la tierra … ? Para mí lo bueno es estar junto a Dios” (Sal 73 (72), 25.28).