La encíclica "Spe salvi" del Papa Benedicto XVI explica un núcleo central de la esperanza cristiana: la Salvación ha sido ofrecida a los hombres a través de Cristo.
¿En qué consiste la verdadera esperanza cristiana? No es correcto, explica el Papa, limitar la esperanza a una actitud subjetiva, a un deseo de bien sin garantías. Porque la esperanza implica acoger un don ofrecido, un don que es Dios mismo: «Dios es el fundamento de la esperanza; pero no cualquier dios, sino el Dios que tiene un rostro humano y que nos ha amado hasta el extremo, a cada uno en particular y a la humanidad en su conjunto» (n. 31).
El mundo moderno, en cambio, ha dejado de lado la esperanza cristiana para buscar, a través del progreso, una mejora continua de la vida terrena. Ha olvidado el cielo para construir en la tierra la felicidad perfecta. Pero se equivocó profundamente: no bastan la razón, la libertad, la economía, la ciencia, para que desaparezca el mal entre los hombres (nn. 16-22). Porque la ciencia, que tanto puede ayudar a humanizar el mundo, también «puede destruir al hombre y al mundo si no está orientada por fuerzas externas a ella misma» (n. 25).
Por eso el Papa invita a los católicos a recordar que «la verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando "hasta el extremo"» (n. 27).
La encíclica "Spe salvi" es un canto al Amor de Dios, un Amor que nos ofrece, a través de Cristo, motivos para recorrer con esperanza el camino de la vida. La mirada hacia lo eterno, el anhelo de un encuentro definitivo con el Amor, nos acercan ya en este tiempo a la vida verdadera. Existe, sí, un cielo, donde la justicia y el amor triunfan para siempre. Por eso creemos, esperamos y amamos los seguidores de Jesús el Nazareno.