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Sí o no a la bofetada pedagógica (I)

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Dicen los expertos que la causa, de que los niños quieran imponer su poder en la familia y en la escuela, es la educación permisiva, la falta de autoridad de los padres y la carencia de límites.

Remedios Falaguera (España)

Dice un amigo mío, padre de familia numerosa y profesor de primaria, que el tema del cachete  no es cuestión de síes o noes rotundos. Que es de demagogos -y de gentes que no quieren colaborar de verdad con los padres- dogmatizar la respuesta. Hay castigos psicológicos, que a veces son habituales en las familias, mucho más hirientes que una bofetada”.

No creo que ningún padre  esté a favor del cachete como  método educativo. Pero, criminalizar a los padres por dar una simple bofetada a su hijo, me parece algo excesivo.

Desde que el pasado 20 de Diciembre se aprobó la  reforma del Código Civil  en la que se eliminaba del  artículo 154 la disposición para “corregir razonable y moderadamente a los hijos” , muchos padres se sienten , nos sentimos, confusos.

¿Quiere esto decir que me podrán denunciar por dar un simple cachete con el que pretendo reprimir la típica  pataleta infantil? ¿Se criminalizará el método de dar una palmada en la mano al niño que está apunto de electrocutarse metiendo los dedos en el enchufe?

 Y, con el despota adolescente, ¿Qué medidas de corrección se les deben  imponer  para evitar que  los hijos agredan a sus padres, los alumnos a sus profesores y  los jóvenes a los ancianos? ¿No le vendría  “mejor una bofetada a tiempo que dos a destiempo” como respuesta a su actitud tiránica y maleducada, o por el contrario, hay que dejarles que pongan infinitamente a prueba los límites de unos padres que se afanan en un dialogo estéril?

Muchos padres y educadores han bautizado este cambio legislativo como la Ley del Cachete. Y no es para menos. A partir de ahora, propinarle un cachete a tu hijo para recriminarle un comportamiento erróneo ya es delito.  Es más, quien pase a su alrededor le mirará mal, le recriminaran su actitud,  incluso, alguno de ellos, correrá a  denunciarle a la policía por incitar a la violencia o, lo que todavía es peor,  por  no “respetar su integridad física y psicológica”. Vamos, que cualquiera de ustedes puede ser considerado un maltratador infantil.

Dicen los expertos que la causa, de que los niños quieran imponer su poder en la familia y en la escuela, es la educación permisiva, la falta de autoridad de los padres y la carencia de límites. Es evidente que hemos  pasado de una educación autoritaria a una actitud permisiva  convirtiendo nuestros hogares, las escuelas y la sociedad en general,  en “republicas independientes”, como dice un anuncio televisivo, en la que la autoridad y la disciplina brillan por su ausencia.

Sabemos que muchas  familias  actualmente atravesamos una crisis de autoridad en la que  casi un 40% de los padres dice sentirse desbordado por los problemas con sus hijos  y el 10% afirma que pocas veces o nunca siente que maneja bien los conflictos de convivencia con ellos, ya que uno de cada cuatro padres reconoce que las opiniones de los hijos acaban imponiéndose en la familia”,como afirma el informe «Hijos y padres: comunicación y conflictos», realizado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD)

Unos conflictos que se resuelven -la mayoría de las veces- mediante el diálogo , pero en otras, son la bofetada o el castigo los que ponen fin a la discordia.

Ahora bien, si como decía George Smith Patton, “Todo ser humano presenta una resistencia innata a la obediencia. La disciplina anula esa resistencia y, mediante la constante repetición, hace de la obediencia algo habitual e inconsciente”, entonces, ¿dónde encontramos el termino medio entre la disciplina con la que se ejerce una “corrección moderada” y el  permisivismo?