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Sobre “Dios es amor” V

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El Papa nos invita a profundizar en la ética cristiana basada en la revelación, en donde filosofía, ética y teología dialogan y coinciden.

Pilar Gómez (México)

¿Cual es el criterio de valoración en el juicio final?

Podemos crear obras sobre ética, de hecho toda la historia de la filosofía nos muestra una gama extensa de ellas en donde la o el filósofo reflexionan sobre la forma de actuar del ser humano se hace un análisis del por qué es mejor actuar de una forma que de otra, unos ponen el énfasis en unos valores y otros en otros, aún los “filósofos ateos” hacen propuestas éticas, por ejemplo Jean Paul Sastre valora la libertad y la decisión racional frente a la “mala fe” que pretende que estamos predeterminados como es el caso del psicoanálisis de Sigmund Freud, para Sartre aún la determinación inconsciente de los actos, el hombre es responsable de su actuación.

En el caso de Friedrich Nietzsche, que hizo una crítica a los valores del cristianismo, propone, sin embargo otros valores como el ser valerosos, el aspirar a la superación del “hombre”, el superarse uno a sí mismo, el no ser hombre-masa, el crear nuevos valores, etc.

El Papa nos invita a profundizar en la ética cristiana basada en la revelación, en donde filosofía, ética y teología dialogan y coinciden.

El Decálogo dado por Dios a Moisés en el monte Sinaí nos muestra claramente la voluntad divina. El primero de estos mandamientos es “Amarás al Señor tu Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo”. Ahora bien, “el “mandamiento” del amor es posible sólo porque no es una mera exigencia: el amor puede ser “mandado” porque antes es dado.” (1).

Dios mismo nos ama y nos da a su hijo para que sigamos su ejemplo.

Podemos preguntar ¿ y quién es mi prójimo? (2).

La Ética cristiana es universal, la más universal de las propuestas pues se nos invita a amar al género humano, hombre o mujer, rico o pobre, esclavo u hombre libre, de una u otra raza, como lo dice el Papa:

“Mi prójimo es cualquiera que tenga necesidad de mí y que yo pueda ayudar” (3). Tampoco se reduce a una actitud genérica y abstracta, poco exigente sino que requiere mi compromiso práctico aquí y ahora.

El Papa nos recuerda la parábola del Juicio final cuando venga el Hijo del hombre y ponga las ovejas a su derecha y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha:

“Venid, benditos de mi padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer, tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis;enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y acudisteis a mí… Y el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”.(4)

En esta parábola está representado el concepto del bien de una manera hermosa y sencilla. La parábola escenifica y muestra la bondad, la concretiza y ejemplifica. Es como si dijera: esto es lo que habéis de hacer, este es el “deber moral”, la conducta excelsa.

“ Entonces dirá también a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis… En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo. E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.” (5)

El mal, la maldad están representados, la omisión, la indiferencia, el egoísmo, el no ver por los débiles y desprotegidos es el actuar mal.

En el trasfondo de la parábola se esboza una ética que hay que entresacar.

El ser que ve por los demás, que les da de comer, que les viste, cura, asiste y visita está sembrando el bien, el que no lo hace tal vez porque está más ocupado en atesorar por atesorar, o porque prefiere procurarse todos los bienes en el olvido del hermano carnal o simbólico, del prójimo, que puede ser cualquiera que nos necesita, ese no estará edificando el Reino de Dios en el mundo.

El cristianismo aboga por la edificación de la comunidad humana y no sólo de un individuo, y si fomenta el crecimiento del individuo será en el seno de una comunidad. El santo será aquel que se negó a sí mismo y dejó que la divinidad le ordenara en el fuero interno su deber por la humanidad, por la salvación de los pecadores y alejados de la Iglesia, por los misioneros, por la conversión de los pecadores, la salvación de los moribundos o de las almas del purgatorio.

Por ello pienso que no hay tanta distancia entre las teorías sociales marxistas que persiguen el ideal de una comunidad de iguales, sin clases sociales, ricos y pobres, hombres y mujeres, libres y esclavos o patrones y obreros que buscan acercarse al llamado “comunismo primitivo”, y el ideal cristiano primigenio y eterno de buscar y propiciar la igualdad entre los hombres a través del amor.

Como ideales son muy parecidos, pero la forma de llevarlo a cabo difiere de base. El cristianismo lo persigue desde el interior del hombre en la paz, el amor y la concordia, y el ideal marxista a través de una revolución armada y la distribución equitativa de los bienes de producción y los bienes producidos.

La parábola del rico epulón (Lc. 16,19-31) que nos muestra Benedicto XVI confirma el enfoque esbozado del bien y el mal.

“El rico epulón suplica desde el lugar de los condenados que se advierta a sus hermanos de lo que sucede a quien ha ignorado frívolamente al pobre necesitado”(6).

Muchas veces vemos en el mundo personas “afortunadas” que lo tienen todo, rodeados de lujo, bienes y admiración de las personas y por el contrario quienes carecen de estos privilegios arrojados al olvido, mas estos son los cánones del mundo. A nosotros nos ha de interesar cuales son los cánones de Dios, el criterio divino de valoración, el gran criterio de valoración para guiar nuestra vida por él y no por los criterios mundanos.

“Estando en el Hades entre tormentos, levantó los ojos y vió a lo lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo: “Padre Abrahán, ten compasión de mi y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama”. Pero Abrahán le dijo: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado”.(7)

Me parece muy importante reflexionar sobre esta inversión de los valores del mundo por los valores del espíritu o del más allá, por los valores eternos; por ello se nos dice que atesoremos en el cielo y no en esta tierra, pues aquí venimos a ganarnos los tesoros del cielo, aunque también es cierto que tenemos que luchar y trabajar por el pan de cada día y el engrandecimiento del mundo, nuestro “habitat” terreno mas con esta visión de futuro, con los ojos abiertos a la eternidad.

(1) Benedicto XVI, “Dios es amor “, p. 21.
(2) En lo que el filósofo padre del existencialismo y teólogo danés Sören Kierkegaard profundizó exhaustivamente en “Las obras del amor”.
(3) Op. cit, p. 21.
(4) Mt 25,34-40.   
(5) Mt, 25, 41-46.
(6) Benedicto XVI, Carta Encíclica Dios es amor, p.21.
(7) Lc. 16, 23-25.