Hace tiempo que deseaba enviar un mensaje a los divorciados, casados por la Iglesia, que se han vuelto a casar. Hoy te comparto unas luces para que las puedas hacer llegar a alguno que conoces.
Hace tiempo que deseaba enviar un mensaje a los divorciados, casados por la Iglesia, que se han vuelto a casar. Hoy te comparto unas luces para que las puedas hacer llegar a alguno que conoces.
Ante todo ayúdalos.
Nunca ocultes la verdad, y ya desde ahora ten presente que es preciso recalcar que Dios es Padre de todos y siempre está "aguaitando" para ver si regresa el que se fue de casa.
Comencemos aclarando esquemáticamente:
Hay tres clases de matrimonio:
El natural que recoge la Biblia en las primeras páginas del Génesis.
Es la obra de la naturaleza para el amor y la procreación entre un hombre y una mujer, tal como lo hizo el Creador.
La ley natural exige fidelidad a quienes dejan todo para vivir juntos y cuidar a los hijos. Es responsabilidad y asegura la felicidad que ambos buscan.
El segundo matrimonio es el civil, que tiene la sociedad para respaldar a los casados y las relaciones entre ellos, sus hijos y la sociedad.
Finalmente Jesús, que tiene el maravilloso capricho de divinizar lo humano, ha querido que este amor y fecundidad matrimonial sean signo de su maravilloso amor a la Iglesia.
Quien ha descubierto al verdadero Jesús y a la Iglesia su Esposa, se casan en ese amor para siempre: ¡Fascinante en la fe!
El problema sucede cuando a los esposos se les acaba el amor y ya no pueden vivir juntos por motivos graves.
En ese caso puede ser que se separen. Entonces de hecho no hay problema y pueden seguir comulgando y viviendo la fe en plenitud. El Señor no les ha de faltar para vivir bien.
Y la otra alternativa es que encuentre otra persona que le atrae y empiecen a vivir el matrimonio natural o el civil, ya que no pueden hacerlo por lo religioso.
Imaginemos que se quieren de verdad, tienen hijos que educar y saben que no pueden volver a casarse por le Iglesia.
Por ahí andan algunas ideas sueltas que les pueden repetir algunos:
– ¿Por qué la Iglesia permite que los sacerdotes se casen y no permite que el casado se vuelva a casar?
Antes de seguir quiero aclararte este punto, ya que la respuesta es simple: El celibato es un sacrificio que la Iglesia pide, actuando en libertad absoluta a sus sacerdotes. Como ella puso la norma, la puede dispensar.
El matrimonio, en cambio, es sacramento de Jesús y "lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre", según el Evangelio. La Iglesia no puede dar el divorcio.
– Hay quienes dicen que el divorciado que se casa de nuevo ya está condenado.
– Otros dicen que Dios nos hizo libres y que cada uno haga lo que le dé la gana.
Ante esta gama de opiniones, te aconsejo en primer lugar que recuerdes y te digas a ti mismo:
– Dios es mi Padre y nadie me lo quitará.
– Yo quiero ser feliz. Siempre feliz y nadie me quitará este derecho a la felicidad que Dios mismo metió en mi corazón cuando me hizo a su imagen y semejanza.
– Es cierto que Dios ha puesto una serie de normas, para que, viviéndolas, seamos felices y nos preparemos a la felicidad eterna.
– También tengo conciencia de que yo he faltado a la fidelidad matrimonial, por capricho, por ignorancia, porque no supe amar o porque no me dieron el amor que me prometieron, por ligereza, por orgullo… me engañaron, engañé… pero el amor de Dios me invita siempre a rehacer mi vida…..
– Sé que Dios es justicia, porque si no fuera justo no sería Dios, pero al mismo tiempo es misericordia y su amor me espera siempre.
– También sé que, a pesar de todo yo quiero a Dios y El me quiere a mí.
Estoy seguro que Él tiene una solución para mi vida.
En todo esto tienes razón. Pero antes de buscar esas soluciones es bueno que recordemos también que el sacramento del matrimonio es un regalo de Dios para la Iglesia y una bendición muy especial para los cristianos que lo reciben.
Como es algo tan maravilloso sólo hay que darlo a las personas que viven la fe y conocen lo que es este sacramento. Por eso es indispensable una buena preparación y una vida cristiana auténtica.
Es duro oír que algunos se quejan: "Nunca me dijeron lo que era de verdad el sacramento del matrimonio que recibí".
Debemos saber que el matrimonio es un adelanto de la Pascua de Jesús y nuestra y que ya en este mundo se viven en él los dolores y gozos. También sabemos que, si se vive con fe, llevará directamente a la resurrección en Cristo.
Los que se casan deben conocer lo hermoso que es compartir el amor más grande que jamás ha existido, es decir compartir el amor de Jesús a su Esposa la Iglesia y que le llevó a dar la vida por ella.
Sí, el amor matrimonial es amar hasta las últimas consecuencias y lo que cuesta vale!!.
Lamento que el espacio de mis artículos dominicales no me permita decirte cuál es el pan de los divorciados.
El próximo domingo completaremos nuestras ideas y lo veremos. Así podrás ayudar a tantas personas desorientadas que hasta se alejan de la Iglesia cuando se volvieron a casar indebidamente. Por supuesto que en todo esto hablamos entre católicos y desde la fe.
José Ignacio Alemany Grau, obispo (Perú)