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Necesidad de la comunicación responsable

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En la pasada XLII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, el Papa Benedicto XVI nos señala virtudes y carencias de la comunicación.

En la pasada XLII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, el Papa Benedicto XVI nos señala virtudes y carencias de la comunicación. Más concretamente de los medios de comunicación. El mensaje llega a nuestra circunstancia en un momento verdaderamente apropiado, pues por una parte se habla en la prensa acerca de la peligrosidad con la que los comunicadores exponen su trabajo en un ambiente de amenazas a “la libertad de expresión”, y por otra parte, en el momento preciso en el que también se tiende a injuriar y a dañar sin pruebas y sin pudor arguyendo la misma “libertad de expresión”.

Tenemos, entonces, las dos fases de un mismo problema: la libertad de expresión. ¿Se da una plena libertad para exhibir e investigar casos problemáticos, cuya estructura debiera suscitarnos un ejercicio de conciencia y reflexión y así mejorar como ciudadanos y, más aún, como cristianos? O, por contrapartida ¿encontramos una plena irresponsabilidad por parte de ciertos comunicadores al no tener una mínima pizca de ética profesional y, antes bien, destrozan con su lenguaje y su pretendida libertad de expresión a quienes se acusa sin fundamento aún explícito y demostrado? Seguramente habrá un poco de ambas cosas, empero, vale la pena evocar lo que nuestro pastor, el Papa, nos invita a reflexionar: «con respecto a algunos acontecimientos los medios no se utilizan para una adecuada función de información, sino para "crear" los acontecimientos mismos»; y es por ello que irresponsablemente los comunicadores tienden a caer en la trampa de condenar antes de tiempo o de ofrecer adjetivos impropios a las personas, principalmente si se trata de sacerdotes católicos. Se suman a la violencia mimética, al escarnio y al linchamiento desde el poder de sus trincheras de la comunicación, insistimos, sin sentido de la ética de su trabajo. Se adelanta el juicio antes de cualquier investigación y se omite acercarse a las posturas oficiales de las partes en conflicto. La objetividad queda de lado y abre paso al sensacionalismo, peor aún, se causa el daño moral irreversible con la injuria y la mentira.

Urge que como cristianos llevemos a la práctica la búsqueda de la Verdad, al tiempo que pongamos dicha búsqueda al servicio de los demás, tal como nos recomienda nuestro Santo Padre: «que no falten comunicadores valientes y testigos auténticos de la verdad».

No olvidemos que los pensamientos de Dios no son los pensamientos de los hombres, pues Dios no mira las apariencias como el hombre, sino al corazón (1 Sam. 16,7). Asimismo, nuestros hermanos en la fe, los primeros mártires supieron actuar según los designios de Dios al entregar sus propias vidas a los acusadores partidarios del linchamiento. Sólo así se comprende que los verdaderos cristianos sean capaces de perdonar. Procuremos siempre el bien de la persona. «Se trata de realidades que influyen profundamente en todas las dimensiones de la vida humana —nos dice el Papa— (moral, intelectual, religiosa, relacional, afectiva, cultural), poniendo en juego el bien de la persona, es necesario (entonces) reafirmar que no todo lo que es técnicamente posible es también éticamente realizable»

«Hay que evitar que los medios de comunicación social se conviertan en megáfono del materialismo económico y del relativismo ético. La verdad que nos hace libres es Cristo, porque sólo él puede responder plenamente a la sed de vida y de amor que existe en el corazón humano. Quien lo ha encontrado y se apasiona por su mensaje, experimenta el deseo incontenible de compartir y comunicar esta verdad». Sea, pues, nuestro compromiso como comunicadores cristianos y nuestra exigencia ante los embates de nuestros hermanos que poseen los medios de comunicación en general.

Julián Hernández Castelano (México)