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“Spe Salvi” (VII parte)

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Benedicto XVI considera que hay dos categorías que ocupan cada vez más el centro de la idea de progreso, las categorías de razón y de libertad.

La transformación de la fe-esperanza cristiana en el tiempo moderno.

El Papa hace un análisis de lo que caracteriza a la edad moderna, cita a Francis Bacon, el filósofo empirista creador del Novum Organum para quien, gracias al descubrimiento de América y a las nuevas conquistas de la técnica que permitieron este desarrollo ha surgido una nueva época. Este cambio se basa en la nueva correlación entre experimento y método que permite al ser humano hacer una interpretación de la naturaleza conforme a sus leyes y consigue así  la “victoria del arte sobre la naturaleza”.

“La novedad –según la visión de Bacon- consiste en una nueva correlación entre ciencia y praxis. De esto se hace después una aplicación en clave teológica: esta nueva correlación entre ciencia y praxis significaría que se restablecería el dominio sobre la creación, que Dios había dado al hombre y que se perdió por el pecado original.”(1)

Bacon fue el que ensalzó ciertamente la fe en el progreso, pues para él los descubrimientos y las invenciones eran sólo un comienzo y gracias a la sinergia entre ciencia y praxis, se seguirían descubrimientos totalmente nuevos, surgirá un mundo nuevo, el reino del hombre.

Benedicto XVI considera que hay dos categorías que ocupan cada vez más el centro de la idea de progreso, las categorías de razón y de libertad.

“En efecto, se espera el reino de la razón como la nueva condición de la humanidad que llega a ser totalmente libre. Sin embargo, las condiciones políticas de este reino de la razón y de la libertad, en un primer momento, aparecen poco definidas. La razón y la libertad parecen garantizar de por sí, en virtud de su bondad intrínseca, una nueva comunidad humana perfecta. Pero en ambos conceptos clave, “razón” y “libertad”, el pensamiento está siempre, tácitamente, en contraste también con los vínculos de la fe y de la Iglesia, así como con los vínculos de los ordenamientos estatales de entonces. Ambos conceptos llevan en sí mismos, pues, un potencial revolucionario de enorme fuerza explosiva.” (2)

Benedicto XVI nos recuerda la concreción política de la esperanza en la época de las luces en la Francia revolucionaria de los ideales de “ Libertad , Igualdad y Fraternidad ” que fue ciertamente el gran intento de instaurar en la realidad política, económica y social el reino o dominio de la libertad y de la razón.

Lo que hacen, viven o crean los franceses será pensado por los alemanes, un ejemplo clave es el que pone el Papa con el pensamiento de Immanuel Kant, quien tres años después de la revolución francesa escribe: “La victoria del principio bueno sobre el malo y la constitución de un reino de Dios sobre la tierra”, en la que el filósofo expresa:

“El paso gradual de la fe eclesiástica al dominio exclusivo de la pura fe religiosa constituye el acercamiento del reino de Dios”(3). Y donde indica que las revoluciones pueden acelerar los tiempos de este paso de la fe eclesiástica a la fe racional, es decir, el  “reino de Dios ”, del que habló Jesús recibe aquí una nueva definición y asume una nueva presencia. Existe una nueva “espera inmediata” : “el reino de Dios” llega allí donde la “fe eclesiástica” es superada y reemplazada por la “fe religiosa”, es decir, por la simple fe racional, a juicio del Papa.

En El final de todas las cosas (Das Ende aller Dinge)  Kant  considera la posibilidad de que, junto al final natural de todas las cosas, se produzca también uno contrario a la naturaleza, perverso, y escribe así:

“Si llegara un día en el que el cristianismo no fuera ya digno de amor, el pensamiento dominante de los hombres debería convertirse en el de un rechazo y una oposición contra él; y el anticristo … inauguraría su régimen, aunque breve (fundado presumiblemente en el miedo y el egoísmo). A continuación, no obstante, puesto que el cristianismo, aun habiendo sido destinado a ser la religión universal, no habría sido ayudado de hecho por el destino a serlo, podría ocurrir, bajo el aspecto moral, el final (perverso) de todas las cosas”.(4)

¿A qué se deberá el que estas dos obras de Kant no se lean ?. Pareciera que el interés de los filósofos modernos no estuviera centrado tanto en el cristianismo como en la mera búsqueda de la razón por sí misma…

En seguida, el Papa nos refiere el curso de la “esperanza” en el siglo XVIII, esperanza basada en el progreso guiado o suscitado por la razón y la libertad.

“Después de la revolución burguesa de 1789 había llegado la hora de una nueva revolución, la proletaria, el progreso no podía avanzar por pequeños pasos, hacía falta el salto revolucionario, Karl Marx recogió esta llamada del momento y, con vigor de lenguaje y pensamiento, trató de encauzar este nuevo y definitivo gran paso de la historia hacia la salvación, hacia lo que Kant había calificado como el “reino de Dios”. Al haber desaparecido la verdad del más allá, se trataría ahora de establecer la verdad del más acá. La crítica del cielo se transforma en la crítica de la tierra, la crítica de la teología en la crítica de la política. El progreso hacia lo mejor, hacia el mundo definitivamente bueno, ya no viene simplemente de la ciencia, sino de la política; de una política pensada científicamente, que sabe reconocer la estructura de la historia y de la sociedad, y así indica el camino hacia la revolución, hacia el cambio de todas las cosas”. (5)

Antes de seguir la exposición del Papa quisiera poner hincapié en la apertura que tiene nuestro actual Pontífice y el conocimiento de la historia de la filosofía, no sataniza a ningún filósofo, antes al contrario, lo conoce, profundiza y da a conocer los logros y aciertos que éste propuso y en seguida muestra los errores que cometió. Quiero poner de manifiesto esta gran cultura filosófica de nuestro Jerarca pues pienso que sólo así se alcanza la objetividad filosófica, con un serio análisis de todas las corrientes y momentos y un discernimiento de sus aportes y fallas y no excluyendo a un pensador del panorama substituyéndolo con meras críticas que no ahondan en el meollo del problema filosófico, y  por ende de un problema real de un momento histórico.

Dice que con precisión puntual, aunque de modo unilateral y parcial, Marx ha descrito la situación de su tiempo y h ilustrado con gran capacidad analítica los caminos hacia la revolución, y no sólo teóricamente : con el partido comunista, nacido del manifiesto de 1848, dio inicio también concretamente a la revolución. Su promesa, gracias a la agudeza de sus análisis y a la clara indicción de los instrumentos para el cambio radical, fascinó y fascina todavía hoy de nuevo. Después, la revolución, se implantó también, de manera más radical en Rusia.

En seguida muestra el Papa los errores del filósofo alemán. “Pero con su victoria se puso de manifiesto también el error fundamental de Marx. Él indicó con exactitud cómo lograr el cambio total de la situación. Pero no nos dijo cómo se debería proceder después. Suponía simplemente que, con la expropiación de la clase dominante, con la caída del poder político y con la socialización de los medios de producción, se establecería l nueva Jerusalén. Entonces se anularían todas las contradicciones, por fin el hombre y el mundo habrían visto claramente en sí mismos. Entonces todo podría proceder por sí mismo por el recto camino, porque todo pertenecería a todos y todos querrían lo mejor unos para otros”(6)

De este modo, tras el éxito de la revolución, Lenin se percató de que en los escritos del maestro no había ninguna indicación sobre cómo proceder. Había hablado de una fase intermedia de la dictadura del proletariado como de una necesidad que, sin embargo, en un segundo momento se habría demostrado caduca por sí misma. Esta “fase intermedia” la conocemos muy bien y también sabemos cuál ha sido su desarrollo posterior: en lugar de alumbrar un mundo sano, ha dejado tras de sí una destrucción desoladora.

“El error de Marx no consiste sólo en no haber ideado los ordenamientos necesarios para el nuevo mundo; en éste, en efecto, ya no habría necesidad de ellos. Que no diga nada de eso es una consecuencia lógica de su planteamiento. Su error está más al fondo. Ha olvidado que el hombre es siempre hombre. Ha olvidado al hombre y ha olvidado su libertad. Ha olvidado que la libertad es siempre libertad, incluso para el mal. Creyó que, una vez solucionada la economía, todo quedaría solucionado. Su verdadero error es el materialismo: en efecto, el hombre no es sólo el producto de condiciones económicas y no es posible curarlo sólo desde fuera, creando condiciones económicas favorables.”(7)

A mi juicio, habría que valorar el gran proyecto o la utopía marxista como el afán por lograr la igualad de los hombres en el plano material, fue una empresa titánica este afán, aunque, como indica el Papa, ciertamente no previno –la condición humana es impredecible- lo que podría suceder una vez hechos los ajustes en la distribución de los bienes de producción y los bienes materiales en su totalidad.

Lo que sucedió fue la reproducción del poder, tema en el que ahondó Friedrich Nietzsche con su interpretación psicológica de la condición humana, y la pervivencia de esta condición humana, demasiado humana con la libertad que la caracteriza. Al tratar de “ajustar” o controlar todo a lo material, se redujo la humanidad a una esfera entre otras de la dimensión social humana, como son la esfera de lo psíquico y emotivo, o psíquico-emocional y la esfera de lo espiritual.

Seguramente estas teorías y prácticas servirán para las nuevas consideraciones de lo humano y para nuevos proyectos de transformación social.

Continuará.

(1) Ibidem, p.11.
(2) Ibidem, p 11-12.
(3) En Werke IV : W. Weischedel, ed. (1964), 190, en Op.cit., p.12.
(4) I. Kant, Das Ende aller Dinge: Werke IV, W. Weischedel, ed. ( 1964),190, en Op.cit.p.12.
(5) Benedicto XVI, Spe Salvi, p.13.
(6) Idem.
(7) Idem

María del Pilar Gpe. Gómez (México)