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Misionero, ¿qué predicas?

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Posiblemente te parezca que ese título no es para ti ya que tú eres un laico de buena voluntad y no un predicador. Para eso tenemos sacerdotes, religiosas…

Nuestro querido Juan Pablo II decía que “la vocación universal a la santidad está estrechamente unida a la vocación universal a la misión”.

Y añadía: “Todo fiel está llamado a la santidad y a la misión”.

Se llama fiel a todo bautizado. Entonces piensa que a la frase sólo le falta añadir tu nombre, para que entiendas que tú debes ser santo y misionero.

Otro día podremos hablar de la santidad. Ahora me interesa que te quedes con la idea de que, por el hecho de estar bautizado, tienes obligación de ser misionero, evangelizador.

Precisamente al recalcar esta idea, el mismo Papa decía: “ningún bautizado puede permanecer ocioso”, debe evangelizar.

¿Que tienes que trabajar y no puedes dedicarte a la misión?

Pero será bueno que pienses que tu trabajo debe ser misionero.

Benedicto XVI nos dice: “en la medida en que estamos enamorados de Cristo, sentimos también dentro de nosotros, el estímulo de llevar a los demás a Él, pues no podemos guardar para nosotros la alegría de la fe. Debemos transmitirla”.

Según eso, el bautizado, que por definición es discípulo de Jesucristo, debe imitarlo donde quiera que esté. En el colegio, en el campo, en la cocina, en la clínica… eres un evangelizador.

Posiblemente ahora tengas otra pregunta: ¿Y cómo tengo que evangelizar yo?

Cómo evangelizaba Jesús.

“Pasó haciendo el bien”. Sanaba, enseñaba y, sobre todo, su vida era la seguridad de que el Padre Dios estaba en Él. Jesús era el rostro visible del Dios invisible. Viéndolo, se sentía la presencia del Padre.

¿Y de qué hablaba Jesús al evangelizar?

San Marcos lo resume así:

“El Reino de Dios está cerca, conviértanse y crean”.

Y ahora te preguntarás: ¿y cómo debo evangelizar yo?

A los que te escuchan les interesa lo suyo. Por eso, tienes que responder a sus intereses más importantes, si quieres llegar a su corazón.

A las personas normales de este tiempo, que se sienten metidas en un mundo de corrupción, de guerras, de mentira y de odio, lo que más les interesa es la paz, la cercanía, el amor. Dicho de otra manera, buscan cómo ser felices siempre.

Esto es precisamente lo que ofrece Jesús. Salvarte de todo eso, asegurarte que Dios pensó desde siempre en ti y te hizo un espacio grande en su corazón para que, salvándote de todo, puedas entrar a gozar siempre con tu Señor.

¿Qué es lo que tú has de proclamar entonces?

La fe y la conversión. Sin miedo. Porque ése es el Evangelio de ayer, hoy y siempre. Porque las dos, la fe y la conversión, son la llave del Reino.

Quien da fuerza y eficacia a esta proclamación es siempre el Espíritu de Jesús, que habita en el corazón de todo bautizado.

Con Él tienes capacidad para hablar y, por el mismo Espíritu, el otro tiene capacidad para escucharte y convertirse.

No olvides que el único que convierte los corazones es el Espíritu Santo. Nosotros colaboramos con Él, preparando los caminos del Señor.

Por eso, debes procurar, donde quieras que estés, con tu palabra y sobre todo con tu vida, hablar y descubrir los caminos de Dios a cuantos se acerquen a ti.

Un médico fácilmente habla sobre operaciones, medicinas, nuevos productos para las enfermedades incurables. El arquitecto sueña y habla de los nuevos planos de sus construcciones.

De la misma manera, el cristiano debe estar como obsesionado, buscando nuevas formas para poner en contacto a los hombres con Dios, que es el único que los puede hacer felices.

Si de verdad quieres hacer felices a los demás, comenzando por los que más amas, ¡ponlos en camino de salvación!

José Ignacio Alemany Grau, Obispo (Perú)