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Criterios para votar con conciencia humana y cristiana

Image Los criterios más importantes para votar correctamente, con conciencia humana y cristiana, en las próximas elecciones presidenciales en EE.UU.

A continuación exponemos los criterios más importantes para votar correctamente, con conciencia humana y cristiana, en las próximas elecciones presidenciales en EE.UU. Tengamos en cuenta que estas elecciones son, textualmente, de vida o muerte, no sólo para nuestro país, sino también para el mundo entero, especialmente para América Latina. Enfatizamos que no estamos diciendo por cuál candidato o partido votar, sino con qué criterios votar.

En este mensaje, nos limitamos a los criterios con los cuales votar con conciencia humana y cristiana, así como sus fundamentos según la doctrina de la Iglesia Católica. En un posterior mensaje presentaremos las objeciones más comunes que surgen en este asunto de las elecciones en un país democrático y sus respuestas.

1. La Iglesia Católica tiene el deber y el derecho de enseñar sobre los asuntos provida, incluyendo sus implicaciones políticas. Este derecho-deber le viene por el hecho de que toda esfera de la vida humana tiene una dimensión moral, que es el modo correcto de vivir que nos conduce al bien integral de la persona y de todas las personas, y la política no es excepción. Ello no constituye una intromisión indebida de la Iglesia en el ámbito que le corresponde al Estado ni tampoco una imposición de una moral sectaria en el resto de la sociedad, porque los valores de la vida, el matrimonio, la familia y la justicia son valores universales, que todos los seres humanos sin excepción están moralmente obligados a respetar. Si la Iglesia pretendiera que el Estado obligase por ley a todos los ciudadanos a ir a Misa los domingos, ello sí sería un ejemplo de intromisión indebida o de imposición de una moral particular. Pero éste no es el caso aquí (Papa Pablo VI, Humanae vitae, 1968, nos. 4-6; Catecismo, no. 2032). 

2. Los católicos no podemos vivir una contradicción entre nuestra vida espiritual y nuestra responsabilidad cívica. Nuestro compromiso moral a la hora de votar correctamente debe reflejar nuestros valores humanos y cristianos (entre los cuales no hay ninguna contradicción, porque la moral fundamental es una sola para todos). Dicho esto, debemos aclarar que nuestra conciencia no es la fuente de la moral, sino testigo de la ley moral en nuestro interior (Romanos 2:14-16, Concilio Vaticano II, Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual, 1965, no. 16). Es decir, la conciencia no es la que determina lo que está bien o lo que está mal, Dios es Quien lo determina y Él ha impreso Su ley moral universal en la naturaleza humana y nuestro corazón, de la cual la conciencia debe ser fiel testigo y obediente. Ahora bien, para que ello sea posible, la conciencia debe estar correctamente formada. Para nosotros los católicos, esa correcta formación la recibimos de la Palabra de Dios (escrita en la Biblia u oral en la Sagrada Tradición). Sólo el Magisterio de la Iglesia, que está compuesto por el Papa y los obispos que están en comunión con él (es decir, que aceptan la doctrina del Papa), tiene la interpretación auténtica de esa palabra de Dios (Catecismo, no. 85). Es a ellos a los que tenemos que seguir y no a las falsas opiniones del mundo, vengan de donde vengan.

3. La Iglesia enseña que el derecho a la vida, sobre todo inocente, es el derecho más fundamental que existe, base y condición de todos los demás. Sin ese derecho, los demás derechos y valores simplemente no pueden existir. Por esa razón ese derecho debe ser defendido más que ningún otro (Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración sobre el aborto provocado, 1974, Introducción, no. 11). No se trata de excluir otros temas, se trata de priorizar los temas. Es cierto que todos los asuntos morales y cívicos están profundamente relacionados, pero no es menos cierto que existe una jerarquía de valores entre ellos: la vida primero, el matrimonio entre un hombre y una mujer después, la familia luego, y después la justicia social y todos los demás asuntos: la economía, la inmigración, los sistemas de salud, la educación, etc.

4. Ningún cristiano (ni ninguna persona decente) puede jamás votar por una ley proaborto ni a favor de la eutanasia, ni tampoco colaborar en una campaña a favor de semejante ley ni en su aplicación. Si ello así es respecto de una ley, más aún lo es respecto de un candidato proaborto o a favor de la eutanasia (Declaración sobre el aborto provocado, no 22; Carta del Cardenal Ratzinger a los obispos católicos de EEUU reunidos en Denver, 2004). Por consiguiente, si un católico (y cualquier persona que se considere buena) vota por una ley o un candidato proaborto comete pecado mortal, a no ser que el candidato oponente sea peor en estos dos asuntos y no haya un tercero con posibilidades reales de ganar la elección. En ese caso tenemos que votar por el menos malo. A ello se le llama “razón proporcionalmente grave” (Carta del Cardenal Ratzinger a los obispos católicos de EEUU reunidos en Denver, 2004).

5. No podemos colocar en el mismo nivel la guerra y la pena capital, que el aborto y la eutanasia. Respecto de la aplicación concreta de los dos primeros asuntos, los católicos pueden tener diferentes opiniones entre sí en incluso con la autoridad eclesiástica, ya que en la decisión de la aplicación de esas medidas puede ser que entren a colación muchos factores cambiantes y complejos, que a veces no son fáciles de medir. Aclaramos enseguida que la Iglesia enseña que tanto la guerra como la pena capital deben evitarse todas las veces que sea posible, y sólo utilizarse cuando todos los otros recursos se hayan agotado y bajo estrictas condiciones (Catecismo, nos. 2263-2267, 2307-2317). Pero jamás los católicos pueden diferir, ni entre sí ni mucho menos del Magisterio, respecto del aborto y la eutanasia, ya que éstos son actos intrínsecamente graves, es decir, son gravemente malos en toda circunstancia y ningún motivo los puede justificar (Carta del Cardenal Ratzinger a los obispos católicos de EEUU reunidos en Denver, 2004). Además, en estos tiempos el aborto y la eutanasia son los ataques contra la vida que más seres inocentes destruyen. Basta sólo un dato: en EEUU, cada año se cometen entre un millón y un millón y medio de abortos quirúrgicos, sin contar los millones más causados por los anticonceptivos abortivos, la manipulación de embriones y la fecundación in vitro. Sin menospreciar para nada el horror de la guerra, la guerra del aborto mata más gente inocente en el mundo que todas las guerras juntas.

Para obtener la postura de los candidatos antes estos temas, consulte, por favor, la siguiente página: http://www.priestsforlife.org/elections/index.htm. También invitamos a visitar: http://www.vidahumana.org/news/informacion-votantes.html.
 
Adolfo J. Castañeda / VHI