Olivia provenía de una localidad a cuatro kilómetros de Chissano. Todos los domingos tenía que gatear esa distancia para poder participar en la Misa.
La vieron arrastrarse a lo lejos y, por un momento, pensaron que era un animal. No es de extrañarse, pues Olivia no tiene piernas. Ya cerca fue cuando las religiosas se dieron cuenta que lo que tenían delante era una joven de 25 años.
Las Hermanitas de los Ancianos Desamparados viven en Chissano, Mozambique, y ahí atienden a sus queridos pobres, con todo el amor con que una religiosa enamorada de Cristo y de las almas es capaz. Todos los días atienden a las personas, les transmiten la fe y buscan paliar un poco el dolor en que viven.
Olivia provenía de una localidad a cuatro kilómetros de Chissano. Todos los domingos tenía que gatear esa distancia para poder participar en la Misa. En las épocas de más calor, la arena del camino le quemaba las palmas de las manos, pero ello no impidió que su corazón, que ardía en amor más que el mismo sol, buscase el consuelo de Dios.
Al principio, Olivia recibió la preparación catequética gracias a una persona que se acercaba a su domicilio, pero para la misa no le quedaba otra opción que serpear por el camino los cuatro kilómetros. ¡Bien valía la pena!
Ahora, gracias a un bienhechor, Olivia puede moverse en una silla de ruedas, que le ayuda a recorrer más fácilmente su ya conocido camino. De todas maneras, no deja de impresionar a todos su «testimonio de superación y de fe heroico», según palabras de las mismas religiosas a la agencia AVAN.
No sé a ustedes, pero Olivia me ha hecho valorar mucho más que otros la Eucaristía y la presencia real de Cristo entre nosotros. ¡Cuatro kilómetros a gatas! Y pienso cómo tantas veces podemos ser fáciles en poner pretextos para no ir a misa un domingo…
Pero lo que sí puedo decir es que esta joven africana me ha enamorado con su sencillez de fe. Para ella, esa distancia, recorrida con gran dificultad, le sabía a muy poco, pues iba a encontrarse con quien le da sentido a su vida. ¡Cómo quisiera tener esa fuerza interior para demostrarle a Cristo mi amor! Un amor que se consigue paso a paso, aunque sea gateando.
Juan Antonio Ruiz, L.C. / Buenas Noticias