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Solidaridad cristiana

Image Este tiempo de desastres naturales e inclemencias del tiempo por un lado, de injusticias sociales y marginados por otro, precisa de los cristianos ser solidarios.

Constantemente vemos, pisamos o pasamos por estructuras metálicas que han sido soldadas y, al hacerlo, quizá no pensamos en el proceso que hubo que suceder para ello. Hoy hablaremos del tema.  La soldadura es un proceso de fabricación en donde se realiza la unión de dos materiales, -generalmente metales o termoplásticos- usualmente logrado a través de la fusión, en la cual las piezas son soldadas derritiendo ambas y agregando un material de relleno derretido -metal o plástico-, el cual tiene un punto de fusión menor al de la pieza a soldar, para conseguir un baño de material fundido -el baño de soldadura- que, al enfriarse, se convierte en una unión fuerte. A veces la presión es usada conjuntamente con el calor, o por sí misma, para producir la soldadura.

La historia de la unión de metales se remonta a varios milenios, con los primeros ejemplos de soldadura desde la edad de bronce y la edad de hierro en Europa y el Oriente Medio. La soldadura fue usada en la construcción del Pilar de Hierro en Delhi, en la India, erigido cerca del año 310 y pesando 5.4 toneladas métricas. La Edad Media trajo avances en la soldadura de fragua, con la que los herreros repetidamente golpeaban y calentaban el metal hasta que ocurría la unión. En 1540, Vannoccio Biringuccio publicó a De la pirotechnia, que incluye descripciones de la operación de forjado. Los artesanos del renacimiento eran habilidosos en el proceso, y la industria continuó creciendo durante los siglos siguientes.[] Sin embargo, la soldadura fue transformada durante el siglo XIX. En 1800, Sir Humphry Davy descubrió el arco eléctrico, y los avances en la soldadura por arco continuaron con las invenciones de los electrodos de metal por un ruso, Nikolai Slavyanov, y un americano, C. L. Coffin a finales de los años 1800, incluso como la soldadura por arco de carbón, que usaba un electrodo de carbón, ganó popularidad. Alrededor de 1900, A. P. Strohmenger lanzó un electrodo de metal recubierto en Gran Bretaña, que dio un arco más estable, y en 1919, la soldadura de corriente alterna fue inventada por C. J. Holslag, pero no llegó a ser popular por otra década. []

Estos breves datos, tomados de internet a manera de documentación, serán nuestro pretexto para la reflexión de hoy. De “soldadura” o “soldar”, se cree que se desprende la palabra “solidaridad”, que también proviene del latín “soliditas” Es, según los diccionarios, la adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros. Es también, la entera comunidad de intereses y responsabilidades. Significa comprometerse y compartir la suerte de aquel con quien el individuo se hace solidario.

Este tiempo de desastres naturales e inclemencias del tiempo por un lado, de injusticias sociales y marginados por otro, precisa de los cristianos ser solidarios. San Pablo escribe a Tito: “Y que los nuestros aprendan a moverse apenas se presente alguna necesidad, en vez de quedarse como unos inútiles” (Tit 3,14) Es fácil conmoverse frente a los males que aquejan a nuestros hermanos al otro lado del orbe o a kilómetros de nosotros; aunque, ciertamente, las vías de comunicación nos permiten brindar ayuda concreta a lugares distantes. Pero, siempre hay y habrá necesidades inmediatas en tiempo y lugar, que reclamen de los bautizados su presencia y acción. No es suficiente la conmoción por las desgracias lejanas, sin la solidaridad en las desgracias cercanas. “La solidaridad es también una verdadera y propia virtud moral, no “un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno, para que todos seamos verdaderamente responsables de todos” (Juan Pablo II, Carta Enc. Sollicitudo rei socialis, No 38)

“…los que creen en Dios han de destacarse en el bien que puedan hacer. Ahí está lo bueno y lo que realmente aprovecha a la sociedad” escribe San Pablo a Tito (3,8) “El principio de la solidaridad implica que los hombres de nuestro tiempo cultiven aún más la conciencia de la deuda que tienen con la sociedad en la cual están insertos” (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia No 195) Cada católico, presente en las realidades temporales que le competen, ha de ser solidario con quienes más lo necesitan. Además, la solidaridad viene acompañada de otros principios y valores: “El mensaje de la doctrina social acerca de la solidaridad pone en evidencia el hecho de que existen vínculos estrechos entre solidaridad y bien común, solidaridad y destino universal de los bienes, solidaridad e igualdad entre los hombres y los pueblos, solidaridad y paz en el mundo”  (Juan Pablo II, Carta Enc. Sollicitudo rei socialis, No 17.39.45)

Ojalá que todos los bautizados y todos los hombres de buena voluntad, demos pasos o emprendamos acciones concretas, pensando en las palabras de tres pontífices: “El principio que hoy llamamos de solidaridad… León XIII lo enuncia varias veces con el nombre de “amistad”, que encontramos ya en la filosofía griega, por Pío XI es designado con la expresión no menos significativa de “caridad social”, mientras que Pablo VI, ampliando el concepto, de conformidad con las actuales y múltiples dimensiones de la cuestión social hablaba de “civilización del amor” (Comentario al No 195 del Compendio de Doctrina Social de la Iglesia)

Finalmente, a la solidaridad, Pío XII le llama “ley”, Juan XXIII “principio”, Pablo VI “deber” y Juan Pablo II “valor y virtud”. Cinco términos que encierran un cúmulo de enseñanzas evangélicas, de las cuales nos podemos afianzar con celo y seriedad para estar con los más necesitados.  Que así sea por intercesión del Beato Juan XXIII.

Por Ángel Alvarado (México)