El hombre no puede regirse, gobernarse o estructurarse sólo a sí mismo, el hombre es un ser que apunta al más allá.
El Papa reabre la pregunta planteada por Kant en la Crítica de la Razón Práctica: ¿Qué podemos esperar? y ¿ qué no podemos esperar?. En torno a este interrogante fundamental se reflexionó a propósito de la idea de Progreso en la Ilustración y posteriormente en la Escuela de Frankfurt con Adorno y Horkheimer. Benedicto XVI retrae al presente dichas reflexiones :
“Ante todo hemos de constatar que un progreso acumulativo sólo es posible en lo material. Aquí, en el conocimiento progresivo de las estructuras de la materia, y en relación con los inventos cada día más avanzados, hay cada día una continuidad del progreso hacia un dominio cada vez mayor de la naturaleza. En cambio, en el ámbito de la conciencia ética y de la decisión moral, no existe una posibilidad similar de incremento por el simple hecho de que la libertad del ser humano es siempre nueva y tiene que tomar siempre de nuevo sus decisiones.” (1)
Si existiera tal progreso acumulativo a manera de “herencia progresiva moral” sí podríamos hablar de un auténtico progreso de la humanidad hacia el bien moral, de una excelsitud moral progresiva, lo cual sería una visión optimista de la humanidad cada día más enaltecida, sin embargo, el Papa nos recuerda que al existir la libertad, cada hombre elige su destino y cada generación puede heredar la cultura moral de las generaciones precedentes o bien puede rechazar ésta. No hay una garantía de la “herencia moral” en las generaciones pues el factor humano es, como sabemos, impredecible, de ahí que mientras en las ciencias exactas se pueden predecir acontecimientos, en las ciencias sociales no, tratándose del hombre, de la condición humana, nada es predecible, es decir, la condición humana es irreductible a la ciencia.
Ahora bien, el Papa examina la idea del cambio de estructuras económicas y sociales que fue inicialmente de inspiración marxista y estructuralista (con Althuser)
-Aunque la continuó profundizando la Escuela de Frankfurt, Jürgen Habermas y Albrecht Wellmer entre otros-, un tema de radical importancia para todo el pensamiento social de la modernidad y piensa que tampoco el cambio de éstas puede ser de una manera absoluta por lo mismo que hemos dicho.
“Si hubiera estructuras que establecieran de manera definitiva una determinada –buena- condición del mundo, se negaría la libertad del hombre, y por eso, a fin de cuentas, en modo alguno serían estructuras buenas”. (2)
Sabemos que a raíz del cambio social en Cuba, los individuos no pueden elegir carrera, sino que estudian y trabajan según las necesidades de la sociedad. También es sabido que se instauró una nueva jerarquía, la de la burocracia , al igual que en la Unión soviética y que existen muchas discriminaciones, por lo que los cubanos emigran a los Estados Unidos, a Miami, a México, incluso recientemente llegaron embarcaciones de cubanos a España.
Todas estas experiencias vividas en los países del Este, la Unión Soviética y en Cuba nos confirman la consideración del Papa de que “…las buenas estructuras ayudan pero no bastan…” (3) y el hecho de que “El hombre nunca puede ser redimido solamente desde el exterior…” (4)
Todo lo cual apunta, a mi entender, a que el hombre no puede regirse, gobernarse o estructurarse sólo a sí mismo, el hombre es un ser que apunta al más allá y que viene del más allá -de nuestro entender, experimentar o actuar-.
El hombre necesita de Dios, es influido e incluso realiza también el proyecto del creador. Pienso que por eso es que el Papa ha afirmado que el hombre no puede ser redimido desde el exterior. Apunta al ámbito teológico, divino, trascendente, ve la necesidad de rebasar el ámbito estricto de las ciencias sociales a las que los filósofos modernos quieren circunscribir la realidad y la filosofía, al mero ámbito científico-experimental, al territorio de lo empírico.
También hace referencia a Francis Bacon, el filósofo inglés del renacimiento para el que -en sus palabras- “el hombre sería redimido por la ciencia”, sin embargo:
“La ciencia puede contribuir mucho a la humanización del mundo y de la humanidad. Pero también puede destruir al hombre y al mundo si no está orientada por fuerzas externas a ella misma.” (5)
Considero que la ciencia ha de ser guiada por la ética, ha de ser encaminada u orientada por la ética, es decir, necesita de un código moral para actuar en el mundo pues si no, puede en efecto, destruir, como es el caso del problema moral del aborto. Una cosa es que la ciencia haya encontrado mecanismos o formas de eliminar al embrión y otra que lo pueda hacer, que pueda eliminar al feto o infante –ser humano- en formación. La misma investigación en este sentido implica una falta de respeto radical al ser humano en formación y una falta de consideración al ser de la mujer en su fantástica y dada por Dios capacidad de gestación. La ciencia debe estar en diálogo constante con la filosofía moral y con la teología, de “otro modo actúa parcialmente y acarrea grandes problemas morales. Si al científico no le interesa la moral, no puede tomar las decisiones morales, ha de recurrir al filósofo de la moral y al teólogo a quienes sí interesa la moral y quienes se preocupan por investigar sobre cuál es el sentido moral de la existencia y cuál es el bien o el mal para el hombre. Al ignorar la filosofía e incluso la teología el científico cae en un reductivismo y en un radicalismo a-morales que traen serias consecuencias para la vida de los seres humanos. Necesitan más a la filosofía de lo que son conscientes y podrían enriquecer su quehacer científico si se asoman a la madre de todas las ciencias que es la filosofía o la Ciencia primera según Aristóteles.
Por contraparte, Benedicto XVI, nuestro Papa actual, que es filósofo y teólogo llega a afirmar:
“No es la ciencia la que redime al hombre. El hombre es redimido por el amor. Eso es válido incluso en el ámbito puramente intramundano. Cuando uno experimenta un gran amor en su vida, se trata de un momento de “redención” que da un nuevo sentido a su existencia. Pero muy pronto se da cuenta también de que el amor que se le ha dado, por sí solo, no soluciona el problema de su vida. Es un amor frágil. Puede ser destruido por la muerte. El ser humano necesita un amor incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir: “ Ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios, manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm 8,38-39). Si existe este amor absoluto con su certeza absoluta, entonces –sólo entonces- el hombre es “redimido”, suceda lo que suceda en su caso particular. Esto es lo que se ha de entender cuando decimos que Jesucristo nos ha “redimido”. Por medio de Él estamos seguros de Dios, de un Dios que no es una lejana “causa primera” del mundo, porque su Hijo unigénito se ha hecho hombre y cada uno puede decir de Él: “Vivo de la fe en el Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí “(Ga2,20). (6)
Carta Encíclica SPE SALVI del Sumo Pontífice Benedicto XVI, p.14.
Ibidem, p. 15.
Idem.
Idem.
Idem.
Idem, p.16.
Por María del Pilar Gómez (México)