Declaración de Mons. John C. Favalora, Arzobispo de Miami, sobre la Separación del Padre Alberto Cutié de la Iglesia Católica Romana
Miami • 28 de Mayo de 2009
Me siento sinceramente decepcionado con el anuncio hecho en esta tarde por el Padre Alberto Cutié de que se une a la Iglesia Episcopal.
De acuerdo a nuestro derecho canónico, con esta acción, el Padre Cutié se separa a sí mismo de la comunión de la Iglesia Católica Romana (c. 1364, 1) al profesar fe y morales erróneas, y rehusar la sumisión al Santo Padre (canon 751). También se separa del ejercicio de las órdenes sagradas como sacerdote (cánones 1041 y 1044, 1), deja de tener las facultades de la Arquidiócesis de Miami para celebrar los sacramentos, y tampoco puede predicar o enseñar sobre la fe y la moral católicas (canon 1336, 1). Sus acciones pueden llevarle a ser separado del estado clerical.
Esto significa que el Padre Cutié se destituye a sí mismo de la completa comunión con la Iglesia Católica y, por lo tanto, pierde sus derechos como clérigo. Los católicos romanos no pueden solicitarle los sacramentos al Padre Cutié. Cualquier intento de su parte para administrar los sacramentos sería ilícito. Cualquier misa que celebre sería válida, pero ilícita, pues no reúne los requisitos para que un católico cumpla con su obligación. El Padre Cutié no puede oficiar matrimonios válidos de católicos romanos en la Arquidiócesis de Miami, o en cualquier otro lugar.
El Padre Cutié aún se encuentra obligado por su promesa de vivir una vida célibe, la cual él asumió con absoluta libertad en la ordenación. Sólo el Santo Padre puede dispensarle de dicha obligación.
A los fieles católicos de la parroquia Saint Francis de Sales, Radio Paz, y a toda la Arquidiócesis de Miami, vuelvo a decirles que las acciones del Padre Cutié no pueden ser justificadas a pesar de sus buenas obras como sacerdote (declaración del 5 de mayo de 2009). Esto cobra mayor veracidad a la luz de las declaraciones de hoy. El Padre Cutié habrá abandonado la Iglesia Católica, les habrá abandonado a ustedes, pero yo les reitero que la Iglesia Católica jamás les abandonará. La Arquidiócesis de Miami está aquí para ustedes.
Las acciones del Padre Cutié han causado gran escándalo dentro de la Iglesia Católica, han hecho daño a la Arquidiócesis de Miami—especialmente a nuestros sacerdotes—y han creado una división dentro de la comunidad ecuménica y la comunidad en general. El anuncio del día de hoy sólo intensifica dichas heridas.
Cuando el Padre Cutié se reunió conmigo el 5 de mayo, solicitó, y le concedí, una licencia del ministerio sacerdotal. Debido a esto, él no podía continuar como administrador de la parroquia Saint Francis de Sales o como director general de Radio Paz. Por el bien de la Iglesia, y con el fin de evitar un frenesí en los medios de comunicación, opté por no imponerle públicamente una penalidad eclesiástica, aunque sus acciones la justificaban. Desde aquella reunión, no he vuelto a saber del Padre Cutié, y él tampoco ha solicitado reunirse conmigo. El nunca me dijo que estaba considerando unirse a la Iglesia Episcopal.
También debo expresar mi sincera decepción con la manera en que el obispo Leo Frade, de la Diócesis Episcopal del Sureste de la Florida, ha tratado esta situación. El obispo Frade nunca ha hablado conmigo sobre su posición ante tan delicado asunto, o sobre las acciones que consideraba. Sólo escuché de él a través de los medios de comunicación locales. Esto representa un serio retroceso en las relaciones ecuménicas y la cooperación entre nosotros. La Arquidiócesis de Miami nunca ha hecho alarde público cuando, por razones doctrinales, los sacerdotes episcopales se han unido a la Iglesia Católica y buscan ser ordenados. De hecho, hacerlo violaría los principios de la Iglesia Católica sobre las relaciones ecuménicas. Lamento que el obispo Frade no me concediera, ni a la comunidad católica, la misma cortesía y respeto.
Durante mis casi 50 años de sacerdocio, he predicado con frecuencia sobre la parábola del Hijo Pródigo, que en realidad debería llamarse la parábola del Padre Misericordioso (Lucas 15, 11-32). La historia que hizo el Señor hace tanto tiempo, podría ser aplicada a nuestras discusiones en esta tarde.
Un padre tenía dos hijos. Uno de ellos tomó su herencia por anticipado y dejó el hogar, gastando el dinero como quiso. El padre esperó con paciencia por el regreso de su hijo pródigo quien, tras darse cuenta del error cometido, se arrepintió y regresó al hogar. A su llegada, el padre lo abrazó con amor y lo llamó su hijo. Oro para que el Padre Cutié “recapacite” (Lucas 15,17) y regrese a casa. La Iglesia Católica busca la conversión y la salvación de los pecadores, no su condena. Esa es mi postura ante el Padre Cutié.
Sin embargo, no podemos olvidar que había dos hijos en la historia del Señor. El otro hijo, que nunca abandonó el hogar, sintió enojo ante la bienvenida que el padre le dio a su hermano pecador. A todos los fieles católicos les digo lo que el padre expresó a su segundo hijo: “tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo; pero había que hacer fiesta y alegrarse, puesto que tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida” (Lucas 15, 31-32).
En esta hermosa parábola, Jesús nos enseña que Dios es un padre amoroso y misericordioso. Cada uno ha experimentado ese amor, cada uno necesita ese perdón, pues todos somos pecadores. Si nuestro hermano regresa al hogar, celebremos con el Padre.
Para concluir, elogio y rindo homenaje a los sacerdotes de la Arquidiócesis de Miami, y a todos los sacerdotes que viven y cumplen con fidelidad su promesa del celibato. Por su fidelidad a dicha promesa, reflejan con mayor claridad para el mundo al Cristo cuya entrega absoluta de sí mismo al Padre fue el amor puro y casto por sus hermanos y hermanas. En estos tiempos de tanta preocupación por el sexo, el don del celibato representa aún más un signo del Reino de Dios donde, como dicen las Escrituras, no hay “matrimonio ni dándose en matrimonio” (Mateo 22, 30). Exhorto a todos los católicos a apoyar y a orar por nuestros entregados sacerdotes.
Monseñor John C. Favalora
Arzobispo de Miami