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Falsedades cristalizadas

La situación era tensa. A un lado, los manifestantes. Frente a ellos, la policía. Un grupo de manifestantes empezaron a lanzar piedras y objetos incendiarios. La policía respondió con una carga sobre la multitud. Algunos manifestantes reaccionaron con violencia: cristales rotos, coches incendiados, confusión y rabia. 

La noticia quedó recogida de modo distorsionado por una agencia de prensa: acusó a la policía de haber iniciado los desórdenes. Los periódicos la difundieron sin mayores dudas. Los blogs gritaron de mil maneras que la policía fue la culpable de todo. Si alguien, tímidamente, explicaba que había estado allí y que vio cómo la primera agresión tuvo su inicio en los manifestantes, recibía insultos desagradables y acusaciones de ser aliado de la policía y enemigo del pueblo.

Lo anterior ocurre no sólo con hechos sencillos, sino ante situaciones más complejas, más difíciles, más dolorosas. Golpes de estado y guerras, asesinatos y rebeliones, tiranías y presuntas democracias llenas de engaño, son analizadas de modo distorsionado durante periodos más o menos largos de tiempo, con el agravante de que cualquier intento por corregir las falsedades de los datos queda sepultado entre insultos o incluso bajo persecuciones más o menos sutiles pero no menos dañinas.

No resulta fácil desmontar falsedades que han quedado cristalizadas. Resulta mucho más cómodo atrincherarse en las certezas adquiridas que ponerlas en discusión. Sobre todo, resulta una práctica habitual de grupos de poder cultural, ideológico o político, impedir cualquier esfuerzo sincero por superar las mentiras sobre los hechos para que brille la verdad y se defienda la justicia.

Las falsedades cristalizadas pueden durar semanas, meses, años, incluso siglos. Pero la verdad no queda destruida bajo la avalancha de mentiras repetidas miles de veces. Sigue siempre abierta la posibilidad de aniquilar mitos engañosos e interpretaciones falseadas de los hechos con hombres y mujeres honestos y dispuestos a ir más allá de lo aceptado por las mayorías.

Si la verdad no llega a ser reconocida en nuestro planeta inquieto y confuso, si la falsedad sigue y sigue por años y años, queda abierta una esperanza: existe otra vida donde un Juez justo declarará culpables a los delincuentes y asesinos (aunque la “historia” los haya exaltado como héroes), y hará brillar a los inocentes que vivieron de modo íntegro y honesto.