Hechos contemplados recientemente, durante la 26ª Jornada Mundial de la Juventud, han contribuido a derribar, al menos a mi parecer, tres mitos de nuestra sociedad laica postmoderna (o sociedad neopagana decadente, en términos veraces).
El primero es el de la fuga de la Iglesia por parte de los católicos. El mito de que la Iglesia se está vaciando. Si usted oye a nuestros “expertos en religión” en los noticieros comerciales o a los invitados de afamada periodista iglesiofóbica, verá que hablan siempre, como si fuera verdad científica, del fracaso de la Iglesia, del descontento de los católicos, de la estampida de creyentes, del colapso… sin reparar jamás en los hechos y en los números.
Ciertamente se está dando, en ciertos sectores, un fenómeno de secularización, rechazo de Dios, rebeldía contra los valores y la moral tradicionales, desconfianza general hacia la autoridad, que más tiene de infantil que de científico. Algunos en Europa han querido hasta hacer oficial su apostasía. Y no es sorprendente considerando que la cultura occidental lleva 200 años de inclemente bombardeo contra la fe cristiana. Pero la susodicha estampida no es real, o al menos todavía no. Sucede que la enorme mayoría de los medios están —después de todo el demonio es el príncipe de este mundo— en manos de enemigos de Dios, y tienden a publicar lo que ellos desearían que pasara: la desaparición de la Iglesia. En realidad, la apostasía está ocurriendo en ciertos sectores de ciertas sociedades, pero en muchos otros grupos, incluyendo antiguos países comunistas, la Iglesia está creciendo, y en México, por ejemplo, aunque se esperaba una gran disminución en el último censo, los resultados arrojaron que el número de católicos se mantiene igual. Y ahora, en la JMJ, hemos visto cómo en la apóstata España, las multitudes (no sólo los jóvenes de la Jornada) han invadido las calles para vitorear a Benedicto XVI. Y hemos visto cómo muchos jóvenes, con muchos trabajos, han venido a manifestar su adhesión a Cristo y a su Iglesia. Y contra muchos pronósticos derrotistas, la asistencia a las Jornadas se mantiene abundante y entusiasta.
El segundo es el de la juventud perdida. Hace unos años, en México, la hija del presidente sugirió que a los jóvenes se les debería educar en el dominio de sí mismos y en la continencia. La respuesta entre líderes de opinión fue unánime: la mujer estaba loca porque los jóvenes son incapaces de controlar sus actos. Así son y no hay nada que hacer. Yo no dudo que haya muchos jóvenes así, y que la juventud sea una etapa especialmente difícil para el dominio de las pasiones, pero ver estos jóvenes reunidos dando ejemplo de entusiasmo, de esperanza, de optimismo, de alegría, de convivencia, de sacrificio, de capacidad de logro (porque para muchos fue un gran esfuerzo llegar ahí), de conducta ordenada… me hace pensar que la razón es otra. Podrá ser la cultura, la ideología, el materialismo, el exceso de bienes materiales, el secularismo… pero definitivamente la culpa no es de la juventud. La juventud es perfectamente capaz de grandes logros y de la santidad. Es sólo cosa de encaminarlos por la buena senda.
El tercero es el de la igualdad entre todas las doctrinas. El relativismo reinante, que no es más que pensamiento débil y falta de voluntad, se disfraza de apertura, tolerancia, pluralismo, y niega el derecho a conocer y practicar la verdad, y niega que unas doctrinas puedan ser mejores que otras. Esos jóvenes de los que hablábamos en el párrafo anterior, no nacieron así ni son fruto de la casualidad. Fueron formados así por una doctrina y una práctica religiosa. Podríamos discutir eternamente si realmente una religión puede lograr un cambio y hacerlo mejor que otra. Y en eventos de este tipo, el mundo se sorprende al ver cantidades enormes de jóvenes de diferentes culturas y clases sociales, que se reúnen en paz, en armonía, en orden, con respeto, con sencillez, a dar un mensaje positivo, aún ante la presencia de agresiones. Sin violencias, sin vicios, sin desmanes… Seguirán clamando que todas las doctrinas son iguales… ¿Y quién más logra resultados como éstos?
La fe no es una aceptación sumisa o ilusa de unas verdades predicadas. La fe es la apertura a una práctica basado en la razón. Siempre juntas, fe y razón. Nunca una sin la otra. La pandilla laicista podrá seguir sosteniendo sus dogmas en forma irracional. Nosotros sostenemos los nuestros basados en los hechos.