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Terrorismo en México

Hemos alcanzado un futuro que ya se percibía difícil y todo parece indicar que no hay marcha para atrás y que un cambio de rumbo inmediato tampoco es posible. La Nación mexicana ha caído en un pozo de violencia exponencial que salió de las pláticas de experiencias sufridas en lo individual para invadir a la sociedad en todo su conjunto. Hay carreteras que es mejor no recorrer, estados y ciudades a los que es mejor no ir, llamadas telefónicas que no se deben atender. La población se está desplazando de sus ciudades en busca de una seguridad que ya en ninguna otra se puede encontrar.

El futuro que hemos alcanzado es consecuencia de la ausencia de valores en la educación, del desdén de la formación humana en las escuelas, del desprecio de la civilidad, del escarnio de la moral y de la exclusión de todo contenido religioso en instituciones públicas, en universidades, en los centros de trabajo y en los medios de comunicación. El secularismo invadió la sociedad mexicana justificado por un relativismo de los valores, de la ética y de la moral. Pronto se pasó de la valoración de la verdad a las argumentaciones de la mentira y del cuidado de la vida al desprecio del embrión humano.

Hoy se hace presente aquella expresión sabia que invitaba a preocuparse menos por el mundo que le dejaríamos a nuestros hijos para preocuparse más por ver qué hijos le dejaríamos al mundo. Esos hijos ya crecieron, muchos de ellos se han convertido en sicarios, en criminales, en asesinos, todos sin escrúpulos, sin valores, sin vergüenza, sin temor a Dios, sin temor de Dios. ¿Es esta la sociedad que planearon las autoridades que retiraron las materias de civismo, de ética y de moral en las escuelas? ¿Estos son los individuos que vislumbraron los políticos que prohibieron las clases de religión, que persiguieron la Fe, que se burlaron del matrimonio, de la familia y de Dios? La violencia que azota a México es la consecuencia de su irresponsabilidad, de su impostura religiosa, de su ateísmo, porque ¿qué alternativas nos dieron? Ninguna.

Esto que hoy nos hace sufrir en México me recuerda un diálogo en el que creemos las tres religiones reveladas: judaísmo, cristianismo e Islam: “Entonces dijo Yahvé a Moisés: -¿Hasta cuándo me va a despreciar este Pueblo? ¿Hasta cuándo van a desconfiar de mí, con todas las señales que he obrado ante ellos?-” (Num 14, 11). Recuerdo este texto porque, renglones más adelante, Dios le hace saber a su pueblo que para la mayoría de ellos no hay ya solución, que a la Tierra Prometida deberá llegar una generación nueva y que para que eso suceda deberán permanecer en el desierto 40 años, precisamente para que la generación corrompida deje de existir.

Hoy vale mucho considerar si acaso no es este momento para hacer una lectura de aquellos textos de la Sagrada Escritura perdidos en el Antiguo Testamento y olvidados o ignorados o desdeñados por muchos. Ese texto es el siguiente: “Por haber murmurado contra mí, todos los que fueron censados y contados, de veinte años para arriba, dejarán sus vidas en este desierto. Juro que no entrarán en la tierra en la que, mano en alto, juré establecerlos. Sólo a Caleb, hijo de Jefoné, y a Josué, hijo de Nun, y a sus pequeñuelos, de los que dijeron que caerían en cautiverio, los introduciré, y conocerán la tierra que ustedes han despreciado. Sus cadáveres caerán en este desierto, y sus hijos andarán nomadeando por él durante cuarenta años, cargando con su infidelidad, hasta que no hayan caído todos sus cadáveres en el desierto. Según los cuarenta días que emplearon en explorar el país, cargarán cuarenta años con sus pecados, un año por cada día. Así sabrán lo que es rebelarse contra mí. Yo, Yahvé, he hablado. Eso es lo que haré con toda esta comunidad perversa, amotinada contra mí. En este desierto no quedará ni uno: en él habrán de morir” (Num 14, 29-35).

Sólo dos preguntas más: ¿Estaremos viviendo en México un desierto similar? ¿Será preciso que nuestra generación desaparezca para que surja una generación mejor? Si es así, la respuesta a ambas preguntas es una: Eduquemos y formemos a los nuevos mexicanos en los valores, en la moral, en lo que es justo, sabio y bueno. Inculquemos en ellos el amor a lo bueno y el rechazo a todo lo malo. Hagamos esto, por amor a México y por amor de Dios.

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