Benedicto XVI ha hecho un estilo propio de pontificado y esa huella ha quedado reflejada también en sus viajes internacionales. En todos los casos han estado acompañados de una polémica previa a su llegada y México y Cuba no son excepción. En los dos casos algunos los han querido presentar como visitas con tintes políticos.
México tiene elecciones presidenciales a mitad de 2012 y no faltan quienes, aduciendo la laicidad del Estado, cavilan sobre la intromisión que el Papa pudiera hacer en la vida política del país a través de sus homilías y discursos. Hay quienes también se oponen a la visita rechazando que con sus impuestos se subvencione cualquier forma de ayuda a la buena marcha del encuentro de Benedicto XVI con los católicos mexicanos (que, por cierto, son mayoría en ese país). No faltan, por último, los que repiten los eslóganes de panfleto que presentan al Santo Padre como «nazi», intolerante, apoyo de los pederastas e intransigente.
Cuba sigue siendo un país polarizado por quienes siguen soportando una forma de dictadura comunista y los que apoyan ese régimen todavía vigente. En unos y otros hay quienes contestan la llegada del Papa: algunos de los primeros porque quieren ser recibidos a toda costa en audiencias especiales por Benedicto XVI; los segundos, porque no logran concebir que un sistema ateo facilite la realización de la visita misma. Entre ambos, grupos de exiliados cubanos, sobre todo de los Estados Unidos, contestan la visita del Papa a la que llegan a calificar de «ratificación» del sistema castrista.
Los pequeños grupos de personas opuestas a la llegada del Papa, tanto en Cuba como en México, han tomado como altavoz inicial las redes sociales. Desde ellas, no pocas veces incluso de forma anónima y con mensajes más bien violentos, hacen sentir sus opiniones. Llama la atención el hecho de que, siendo numéricamente minoritarias, encuentren amplio eco en la gran prensa. Ciertamente no falta el columnista o presentador de ocasión que abandera la «lucha» contra la Iglesia y su pastor universal.
Es natural que haya objeciones condicionas por prejuicios, por experiencias negativas luego universalizadas; por pareceres que difieren de la posición de la Iglesia propagada por el Papa y también por ignorancia. El problema no es eso. El problema es que se caricaturice y quiera asfixiar la voz de quien habiendo razonado su postura la presenta con la fuerza de la verdad que cautiva.
La experiencia de viajes internacionales precedentes ha evidenciado que los resultados de impacto positivo en torno a la figura del Papa son completamente distintos. La posibilidad de ver en primera persona quién es y cómo es Benedicto XVI difumina preconcepciones. Pero, ¿cómo toma esas reacciones contrarias Benedicto XVI? «Ante todo diría que es algo normal que en una sociedad libre y en un tiempo secularizado existan oposiciones a una visita del Papa. Es justo que se exprese —respeto a todos—, que expresen esta contrariedad suya: forma parte de nuestra libertad y debemos tomar nota de que el secularismo y también la oposición precisamente al catolicismo en nuestras sociedades es fuerte. Cuando estas oposiciones se manifiestan de modo civil, no hay nada que objetar. Por otro lado, es igualmente cierto que existe mucha expectativa y mucho amor por el Papa», respondía el Santo Padre a los periodistas en el vuelo rumbo a Alemania, el pasado mes de septiembre de 2011.
Leer un poco ayudaría a enterarse quién es y cómo piensa realmente Joseph Ratzinger; escucharlo y verlo, desde luego también. Los típicos tópicos recurrentes en torno a personalidades de la Iglesia y a la Iglesia misma suelen ser generalizaciones de los errores puntuales de algunos y repeticiones de pretéritas leyendas urbanas difícilmente aplicables, de modo arbitrario, a cualquiera (cuando no incluso raramente comprobables en sí mismas).
Una persona cuerda estará de acuerdo en que con intolerancia no se «combate» la supuesta «intolerancia» de la Iglesia, ni alguno se va a molestar porque con los impuestos que también pagan los ciudadanos de naciones con elevado número de católicos como Cuba y, sobre todo, México se ayude a que la seguridad de un evento de esta magnitud sea la que precisan las personas presentes.
Habrá que escuchar al Papa antes de juzgar lo que se cree que va a decir. El director del conocido periódico español El Mundo, incluso no siendo católico, confesó que seguía lo que Benedicto XVI decía. No fuera a ser que el Papa tuviera razón. Por lo demás, no habría que espantarse o hacer aspavientos por lo que el Papa refiera. Ya lo recordó hace algunos años Pilar Rahola, otra periodista española –también no católica–: «¿Qué nos esperábamos? ¿Un papa hippy? Escandalizarse porque el líder de una gran religión preserva su ortodoxia más allá de los tiempos es no entender nada de su papel».
Más bien quizá debamos preguntarnos si lo que realmente temen algunos, sobre todo los líderes de algunos partidos anti cristianos, es que los votantes conozcan la verdad y les suceda lo que san Juan dice que les pasa a los que la verdad conocen: que se vuelven libres… Una pregunta y una respuesta que tal vez sea la base de muchos miedos a veces maquillados con polémicas.
Por Jorge Enrique Mújica