“Si los cristianos no somos capaces de encender, con el fuego del Espíritu, la indolencia, que engulle la capacidad racional de nuestra generación, atribuyámoslo a que hemos dejado de serlo: nos hemos quedado vacíos” (Adolfo Hernández Hurtado).
Introducción.
“Teología de la regeneración. Una nueva propuesta desde América Latina” (2001): es el título de un pequeño escrito de Carlos Castillo, sacerdote de Lima y ordinario de Teología de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Tal vez, ha sido la cercanía con Gustavo Gutiérrez, del que ha sido alumno, a motivarlo para dinamizar la Teología Latinoamericana después del estancamiento de la Teología de la Liberación. Puesto que la crisis interior de la persona y de la sociedad está a la vista, urge ‘repensar la liberación’ que, como instancia bíblica, desde luego, conservará siempre su valor. Regenerar, etimológicamente, hace referencia al proceso de renovación de la vida. Habla de un ‘nuevo origen’ y deriva del griego ‘palingenesía’. El único capaz de ‘hacer nuevas todas las cosas’, desde luego, es Dios, sin embargo, con referencia al ser humano, Él no hace nada sin su cooperación libre y consciente. La regeneración, por tanto, implica la doble participación: humana y divina. La sociedad materialista, sin lugar a duda, no favorece esta apertura a lo espiritual, sin embargo, estamos convencidos que si los valores materiales se convierten en dominantes debemos entonces reconocerlo: somos una cultura inferior.
Regenerar a la persona desde la fe.
En tiempo de crisis espiritual y moral, primero, habrá que regenerar a la persona desde dentro, o sea, desde la fe, reconstruyéndola en vista de devolverle el vigor social que parece haber perdido. Solamente así las categorías, de las personas socialmente más débiles, podrán recuperar su ‘fuerza histórica’.
La Teología de la Liberación, que se había preferencialmente entregado a la acción política colectiva, había notoriamente descuidado la ‘subjetividad’ de la persona implicada. La nueva Teología de la Regeneración, en cambio, rescata al sujeto personal, lo invita a interiorizar la fe y a aumentar la esperanza en vista de acciones sociales coherentes, permanentes y transformadoras de la realidad. Lo que la Doctrina Social de la Iglesia indica como ‘directriz de acción’, o sea, el “Discernimiento Evangélico de la realidad social para su transformación”, reaparece, en esta propuesta teológica, bajo las mismas condiciones de oración y acción, dimensión mística y práctica, espiritualidad y compromiso social. En efecto, el Discernimiento Evangélico de la realidad social, que no consiste en actividades políticas o filantrópicas, sino en acciones apostólicas, se define como: “EL PROCESO DE REFLEXIÓN QUE NOS PERMITE DETECTAR LAS “SITUACIONES PROBLEMAS” DE NUESTRO ENTORNO SOCIAL, PARA TOMAR DECISIONES, PERSONAL O COMUNITARIAMENTE Y, GUIADOS POR EL ESPÍRITU E ILUMINADOS POR EL EVANGELIO Y LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA, ACTUAR EN ORDEN A SU TRANSFORMACIÓN”. Su objetivo, por cierto, es promover la labor social como parte insustituible de las tareas de conversión y evangelización, para que la Liturgia, la Catequesis y la predicación del Evangelio aterricen, en fin, en obras concretas de Caridad y de promoción humana.
Regenerar a la persona para construir un mundo diverso.
Regenerando a la persona, a partir de la fe, lograremos también construir un mundo diverso. Únicamente a través de la ‘regeneración interior’ las personas podrán volver a ser sujetos eficaces de liberación y construcción de un nuevo mundo. Urge reconstruir la persona, psicológica y espiritualmente, para que vuelva a tener esperanza y a ser protagonista de cambios sociales y de liberación. Urge, según nuestro autor, “dar razón de la esperanza a los sujetos lacerados de América Latina”. La Teología de la Regeneración, por tanto, es una reflexión, de casi quince años de vida, sobre la experiencia de fe vivida en América Latina y que, frente a la globalización, al crecimiento de la exclusión social, a la devastación ambiental y a la pérdida de valores morales, había perdido toda esperanza para transformar la sociedad. Sin embargo, permanecía latente la necesidad de paz, de justicia social, de auto-realización personal, de amistad y de libertad. Esta ‘subjetividad’, más que la militancia políticamente liberadora, es la que hoy demanda atención. El ‘sujeto emergente’ y propio de la Teología de la Liberación, es decir, el ‘pobre’ y su ‘fuerza histórica’, ha sido debilitado y parece fracturado en el plan personal, antes que en el social, por el desempleo, el alcoholismo y la disgregación familiar.
Vida interior para la acción social.
Viendo, entonces, el deseo difuso, que el pobre tiene, de sanar de sus propias heridas y de ganarle a la desesperanza, parece adecuado ‘repensar la fe’, a través de una Teología capaz de interlocución con este difuso deseo de reconstrucción interior. Su objetivo, en efecto, es el de reencontrar, a través de la experiencia espiritual, los medios para ‘recomponer’ la persona hasta que recupere su fuerza social. Se trata, por cierto, de profundizar la experiencia de liberación en un tiempo de crisis, partiendo de la ‘regeneración’ cuyo espíritu, incluso, encontramos a lo largo de todo el Nuevo Testamento (cfr. Cartas de Juan y Pedro, Evangelio de Juan y Mateo, Cartas de Tito y Santiago, etc.). Tal vez, el episodio más significativo, donde Jesús habla explícitamente de la necesidad que el hombre tiene de regenerarse y de volver a nacer, es el de Nicodemo en el Evangelio de Juan. Con motivo de ese encuentro nocturno, en efecto, Jesús le dice al amigo Nicodemo: “En verdad te digo, nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo, de arriba”. Más adelante, Jesús reitera: “El que no renace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 3-5). El mismo mensaje, referente a la necesidad de volver a nacer en Espíritu, lo expresa también S. Pablo en la carta al amigo Tito: “En el Bautismo volvimos a nacer y fuimos renovados por el Espíritu Santo que derramó Dios sobre nosotros por Cristo Jesús, Salvador nuestro” (3, 5).
La vigencia de la opción preferencial por los pobres.
La rutina de la vida, el estancamiento espiritual, la apatía y superficialidad típicas del hombre contemporáneo nos han, seguramente, afectado a todos. Para salir de ello, entonces, urgimos renovar nuestra fe y retomar la identidad de discípulos del Señor, a través de una efectiva regeneración interior. Exactamente, como la de Nicodemo y del día de nuestro Bautismo. Hoy, se trata, sobre todo, de poner el acento sobre las preocupaciones humanas y cristianas, hasta que ‘el sujeto creyente’ tenga fuerza suficiente y ‘espiritualidad’ intensa para ser activo protagonista de una nueva historia. Para ello, necesitamos de personas sólidas que vayan formándose, a través de la familia, en el amor, la gratuidad y los valores morales y religiosos. Sin un fundamento axiológico y espiritual, capaz de regenerar a las personas, la Iglesia de los pobres nunca volverá a retomar fuerza liberadora: “La opción preferencial por los pobres –según las declaraciones de Carlos Castillo– que ha constituido la mayor contribución de la Teología de la Liberación a la vida de la Iglesia, sin la posibilidad de hacer del pobre una persona sólida, libre y obediente a la voluntad misteriosa del Padre en la historia, resultaría ineficaz. Para evitar este riesgo es indispensable que el pobre viva una profunda experiencia de fe y de Iglesia, aun en las situaciones adversas de hoy”.
Regeneración de una espiritualidad de amor activo.
La formación social, para que nos convirtamos luego en agentes de cambio social, debe acompañarse de interioridad, ‘espiritualidad’ y libertad. La verdadera espiritualidad cristiana, de facto, nos hace entender que Dios, en la historia de los hombres, actúa por medio de nosotros; nunca sin nosotros. Por ende, debe quedarnos claro que es a nosotros a quienes Dios pide de ser ‘sus manos tendidas’ hacia los que sufren; ‘su corazón amante’ de quienes desconocen el amor y ‘su mente brillante’ para la construcción de su Reino de justicia y paz. En efecto, es Él quien nos anima a la búsqueda de todo cuanto alivia y todo cuanto sana. Diría, a este punto, Tehillard de Chardin: “Cuanto más nos opongamos al sufrimiento con todo nuestro corazón y con todas nuestras fuerzas, tanto más nos adherimos al corazón y a la acción de Dios”. Regenerar la “espiritualidad del amor activo”, que nos invite a la conversión y transformación, es parte sustantiva de toda Teología. En los últimos años, en América Latina, se ha dilatado el deseo de regeneración porque es siempre más evidente la conexión entre la liberación socio-política y la construcción de personas, humana y moralmente, sólidas. La difusión de movimientos cristianos de rebelión, en efecto, sin una alternativa de ‘hombre-nuevo’, pudiera provocar solamente tremendas regresiones históricas.
La Teología de la Regeneración y los jóvenes.
La reflexión teológica de la regeneración, según el autor, es aceptada particularmente por los jóvenes. Son ellos, en efecto, los que experimentan una enorme fragmentación personal por vivir en un mundo fundamentalmente vacío y fuertemente dominado por la ley del mercado y con un ocultamiento irresponsable de la conciencia y racionalidad. En esta situación, fatigan, desde luego, a construirse como personas y a actuar, colectivamente, asumiendo compromisos significativos a largo plazo. Desean mejorarse, sin embargo, los Estados no les otorgan ninguna posibilidad. Aparecida, justamente, evidencia los efectos destructivos sobre ellos de la cultura líquida y consumista de hoy, cuando declara que: “Las nuevas generaciones son las más afectadas por esta cultura del consumo en sus aspiraciones personales profundas” (51). Cultura ‘líquida’, porque parece que han desaparecido todas las ‘certezas sólidas’ del pasado, en términos de valores morales, tradiciones, instituciones y normas. A la Iglesia, por tanto, le corresponde proponer acciones pastorales atractivas que le permita reencontrarse con la juventud de América Latina. A los jóvenes, por cierto, les hace falta un proceso regenerativo de educación integral para dar cabida a sus legítimas aspiraciones de superación personal, social y de descubrimiento de la persona ‘regeneradora’ de Cristo.
El papel de la Iglesia y de los ‘hombres’ de Iglesia.
La propuesta teológica de la regeneración encuentra en la Iglesia, obviamente, su origen y maestra. En efecto, la gente ve en ella la posibilidad de una experiencia nueva de vida, marcada por un Dios que nos ha amado gratuitamente y nos transforma en personas generosas y generadoras de un mundo diverso. En efecto, sólo una Iglesia cercana a la gente suscita simpatías y aprecio y se erige como faro luminoso de esperanza para todos. Además, logra crear ese espacio de regeneración por el cual las personas adquieren dignidad porque ven que se les reconoce su valor. Por amor de la verdad, no siempre los ‘hombres de Iglesia’ hemos sido respetuosos de la consciencia recta de las personas cristianas adultas, del ejercicio de su libertad responsable y de la verdad evangélica, en sintonía con la enseñanza del Concilio Vaticano II (Gs 16, 17). El temor de perder poder, prestigio y ventajas, en ocasiones, puede esclavizar e impedir actuar y hablar en el máximo respeto de la consciencia y libertad de los demás, creyentes o no, y caminar fraternalmente en la búsqueda de la verdad. La regeneración interior, por lo contrario, nos ayudará a encaminarnos, decididamente, hacia una fidelidad incondicionada al Evangelio, más que a las leyes de los hombres; a la comprensión de la complejidad de la persona, más que al juicio tajante de cada acto, en sí, posiblemente adverso a la ley. En efecto, decía el difunto cardenal Carlo María Martini: “Si hay una cosa por la cual Jesús pagó con la vida es propiamente el haber luchado contra una ley ‘fría, dura, severa y cortante’ en favor de un horizonte de incondicionada acogida de cada ser humano, en la concreta y dolorosa situación en la que se encuentra”.
La Teología de la Regeneración y la priorización de la ética ecológica.
En fin, la regeneración espiritual desde la profundización de la fe, inspirada por la Revelación Bíblica, creará siempre condiciones favorables para que cada sujeto se comprometa, como primera prioridad social, a detener el severo proceso de ‘destrucción ambiental’ en acto. Por cierto, sin motivaciones interiores, difícilmente, los hombres establecerán estilos de vida compatibles con su preservación. Frente al desastre ecológico, la Iglesia quiere colaborar con los cambios necesarios para evitar que, a las generaciones por venir, se les deje un planeta privo de las condiciones para hospedar la vida. Urge, por tanto, construir una ‘sociedad sostenible’ en la cual disminuyan las injusticias sociales y se instalen estilos diferentes de vida.
La regeneración de las estructuras pastorales y eclesiales.
En esta nueva propuesta teológica se destaca la urgencia, también, de ‘regenerar’ las estructuras ‘caducas’, o poco cercanas al hombre real, de la Iglesia Latinoamericana de hoy (Aparecida, 365-372); es necesario, como bien nos pide el documento de Aparecida, convertirnos y ‘convertir las estructuras pastorales’. Ocurre abandonar, por tanto, la pastoral de ‘conservación’ para abrirla hacia la misión y la evangelización de los alejados, pobres y migrantes: “abandonar la seguridad de ‘los palacios’ para bajarse a las calles y a las vías del ferrocarril” diría el Padre Solalinde. La Iglesia, maestra reconocida de comunión, puede y debe favorecer la integración cultural entre los pueblos latinoamericanos, animando a construir una “casa de hermanos” y una ‘civilización del amor’. Estas enormes metas serán alcanzables cuando la persona creyente, regenerada desde la fe, volverá a asumir su ‘responsabilidad social’ y su sano afán de liberación.
Conclusión.
La nueva propuesta teológica de la Regeneración, en efecto, no consiste en un intento de supresión de la ya conocida y experimentada Teología de la Liberación, sino en un ‘re-pensamiento’ de la misma, para que, motivados y renovados interiormente, los creyentes volvamos a ser discípulos misioneros, coherentes con la fe que profesamos, y sujetos eficaces de ‘liberación integral’. Hoy y siempre.
Fuentes.
Carlos Castillo, “Teologia della rigenerazione”, en ‘Il Regno’, 6, 2011.
Umberto Mauro Marsich, Discernimiento Evangélico, IMDOSOC 2012.
Solalinde, Entrevista en ‘El Universal’, 21 Agosto 2012.
V Conferencia Episcopal Latinoamericana y del Caribe, ‘Aparecida’, Documento Conclusivo 2017.
Concilio Vaticano II, Gaudium et Spes.
Vito Mancuso en ‘La Repubblica’ (Italia), 09 Settembre 2012.
Aunque le pongan un collar nuevo, es el mismo perro. Otra forma de presentar la «teología» de la liberación, de inspiración marxista, donde el centro es el hombre en la sociedad y no Dios como salvador de almas para su Reino celestial.
Por tanto, no os afanéis diciendo: ‘¿Qué comeremos?’ o ‘¿Qué beberemos?’ o ‘¿Con qué nos cubriremos?’ Porque los gentiles buscan todas estas cosas, pero vuestro Padre que está en los cielos sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas.
Más bien, buscad primeramente el reino de Dios y la santidad, que todas estas cosas os serán añadidas. (Mt 6, 31-33)