El mundo al revés. Somos los autores. Cada ser humano tiene su parcela de responsabilidad. Hemos construido un planeta que gira al servicio del poder, de los poderosos. El pobre se queda sin camino y sin horizonte. No hay servidores de la pobreza. Ciertamente, nos hallamos en un periodo caracterizado por la siembra permanente de la mentira. Unos lo tienen todo: riquezas y posibilidades de seguir enriqueciéndose. Otros no tienen nada: ni un pan que llevarse a la boca, ni una caricia de aliento para huir de la miseria en la que mueren cada día. Todo ello alimenta un cúmulo de desgracias y conflictos, de los que el ser humano es, a la vez, causa y también víctima.
Sin duda, nos movemos bajo el signo del desorden, del desequilibrio, del desconcierto. Además, leemos mal los acontecimientos con lo cual resulta imposible enmendar el caos. También lo corrupto domina este mundo de cosas que ciegan al ser humano. A diario, asimismo, se producen ejecuciones masivas por parte de fuertes grupos armados que actúan en persistente impunidad. El absurdo nos domina. Por ejemplo, hay personas que no conocen la paz bajo una atmósfera que presume de armonía. Muchas gentes viven en una tragedia permanente consentida por poderes que se dicen de derecho y nada más lejano. No pocas personas, para desdicha de todos, se han convertido en auténticos juguetes de este putrefacto dominio, que machaca la dignidad de las personas.
A poco que ahondemos en la vida, veremos la necesidad de humanizar el mundo. A veces nos mueve un ciego capricho altanero. Otras veces nos agita un excesivo apego dominador. Desde luego, nos hemos inventado una doctrina que descuida el corazón de las personas, que desoye el dictamen de su conciencia, que desatiende los sentimientos y relega la auténtica sabiduría de la felicidad. Realmente, hemos organizado un mundo que hoy rueda en la necedad para desánimo de sus ciudadanos. Cuando la realidad social no considera esta ciudadanía todo se viene abajo.
Entramos en regresión cuando nada se subordina al ser humano. Este desgobierno del mundo actual, hace poco o nada por volver a un orden humanizador, basado en la verdad y en la justicia social. Son muchas las interioridades que se deben cambiar, con una renovación de líderes ejemplarizantes, puesto que sólo desde el ejemplo, se pueden mover almas en este sentido, y llevar a cabo profundas reformas encaminadas a dar valor a cualquier vida, provenga de donde provenga y habite donde habite.
Cuando se pierde el respeto a la persona también todo se degrada. Así los nuevos dirigentes del país más poblado y segunda economía del mundo, China, tendrán que poner orden a tantas ignominias, empezando por la degradación medioambiental y acabando por activar justicia para todos. Igual sucede con otros países, que siguen mutilando y torturando a personas, permitiendo el comercio de personas, sin depurar responsabilidades. Todas estas prácticas y, otras parecidas, son en sí mismas denigrantes para una especie que se dice pensante.
Es el momento de que la mano que mece este poder injusto, irrespetuoso con los adversarios, deje de regir el mundo para bien de la humanidad. Resulta bochornoso y lamentable que los derechos fundamentes del ser humano no estén todavía amparados en todas partes. Aún se les niega a muchas mujeres a tomar el estado de vida que prefiera o se le impide tener acceso a una educación, a muchos niños ser niños, y a muchos ancianos poder seguir viviendo. Y es que esta poderosa pandilla de endiosados, cree que se basta a sí misma, y ha dejado de buscar sabidurías más altas. Son incapaces de armonizar esta desorganización, que nos conducen a enormes desigualdades económico-sociales y a tremendas inhumanidades. En consecuencia, la paz seguirá siendo un sueño puesto que los despojados tienen un horizonte que vencer.