No podemos quedarnos ajenos ante los diversos casos de suicidio que se han dado en diferentes lugares y fechas recientes en la Diócesis de Tehuacán. Cada caso tiene su historia y sus causas. Son frecuentes los motivos de tipo económico o afectivo, que se anidan en personas depresivas y de pobre autoestima, marcadas también por relaciones familiares o sociales que parecen “un infierno”, sintiéndose solos y que nadie los quiere, sean adolescentes o adultos.
A esos aspectos se suma la creciente “cultura de muerte” que ha llegado a situaciones extremas, con la “cultura del sin-sentido de la vida” e incluso la “cultura del no-ser”.
Me pregunto y pregunto a usted: ¿Qué podemos hacer? Primero: Encontrar motivos para seguir viviendo y ayudar a otros en este sentido.
Luego, evitemos usar frases destructivas como “no sirves”, “nada haces bien”, “eres un inútil”, porque sencillamente no son verdad y, en cambio, pueden dañar terriblemente a la otra persona.
Esmerémonos en darle rostro humano a la relación y al trabajo, partiendo de dos convicciones: la primera, que cada quien asuma para sí mismo que ha sido amado lo suficiente y puede olvidarse de si para concentrarse en la otra u otras personas; segunda convicción: la otra persona es digna de ser amada y que lo sepa por la actitud que uno tenga con dicha persona.
Que estas convicciones nos lleven a palabras y gestos amables, de escucha, de respeto, de paciencia.
Más todavía, dar el salto de la fe: La otra persona y yo hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios. Dios me ama. Dios ama a la otra persona. Dios quiere tomarme como instrumento para manifestar a la otra persona el amor de Dios.
Cultivar esta disponibilidad no es fácil, hay que vencer egoísmos, rencores, prisas; hay que sanar el corazón para poder entregarlo generosamente de manera constante. Pero si es difícil, por otra parte vale la pena y llena de una alegría que nadie nos podrá quitar: la alegría de hacer este mundo menos agresivo, más humano, más de Dios.
No se trata de fingir, de guardar las apariencias, de maquillar la realidad oscura y compleja. La autenticidad va unida a la verdad. Y la verdad –nos ha dicho Cristo Jesús- nos hace libres. Desde luego la verdad complementada con la caridad, no con la agresividad. Invito a usted a hacer la prueba el día de hoy y valorar los frutos al final de la jornada.
Tehuacán, Pue., a 22 de noviembre de 2011
+ Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán