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Previsiones 2013

Como es tradición al inicio de cada año, el Santo Padre recibe, en la Sala Regia del Palacio Apostólico, a los embajadores acreditados ante la Santa Sede. El mensaje que les entrega es considerado como las previsiones y preocupaciones del papa para el año que comienza. Presento enseguida un resumen del mensaje de Benedicto XVI:

“Las visitas de Jefes de Estado que he recibido, así como los viajes apostólicos a México, Cuba y Líbano, han sido ocasión para promover la dignidad de la persona y los fundamentos de la paz.

A veces hoy se nos hace creer que la verdad, la justicia y la paz son una utopía y que se excluyen mutuamente. En realidad, sin un apertura a la trascendencia, el hombre cae presa del relativismo, resultándole difícil actuar con justicia y trabajar por la paz.

La ignorancia del verdadero rostro de Dios es causa del fanatismo religioso, una falsificación de la religión misma, ya que ésta busca reconciliar al hombre con Dios, iluminar y purificar las conciencias y dejar claro que todo hombre es imagen del Creador.

Compete a las autoridades civiles y políticas la responsabilidad de trabajar por la paz. Son las primeras que tienen la obligación de resolver los conflictos que siguen ensangrentando a la humanidad, empezando por Oriente Medio. Pienso en Siria. Miro con atención a Tierra Santa después del reconocimiento de Palestina como Estado Observador de las Naciones Unidas y renuevo el deseo de que israelíes y palestinos se comprometan en una convivencia pacífica dentro del marco de dos estados soberanos. A la población iraquí, deseo que pueda llegar a la estabilidad deseada. En África del Norte, se ha de garantizar la plena ciudadanía y la libertad de profesar públicamente la religión. Aseguro mi oración a los egipcios. En el Cuerno de África y en el Congo las violencias se han reavivado. Nigeria es teatro de atentados terroristas entre los fieles cristianos. Malí está desgarrada por la violencia y marcada por una crisis institucional y social.

La construcción de la paz pasa siempre por la protección del hombre y de sus derechos fundamentales. Figura en primer lugar el respeto de la vida humana en todas sus fases. A este propósito, me alegra que una Resolución de la Asamblea parlamentaria del Consejo de Europa, haya solicitado la prohibición de la eutanasia. Al mismo tiempo, compruebo con tristeza que en países de tradición cristiana se pretenden introducir o ampliar legislaciones que liberalizan el aborto, gravemente contrario a la ley moral. Cuando afirma esto, la Iglesia no deja de tener comprensión y benevolencia hacia la madre. Se trata de velar para que la ley no altere injustamente el equilibrio entre el derecho a la vida de la madre y el del niño no nacido, que pertenece a ambos por igual.

En Occidente se encuentran muchos equívocos sobre el significado de los derechos del hombre, que se confunden con manifestaciones exacerbadas de autonomía de la persona, que se convierte en autorreferencial y se repliega sobre ella misma buscando únicamente satisfacer sus propias necesidades. Por el contrario, la defensa auténtica de los derechos ha de contemplar al hombre en su integridad personal y comunitaria.

La educación es otra vía para la construcción de la paz. Lo enseña la crisis económica y financiera que se ha desarrollado porque ha absolutizado el beneficio, en perjuicio del trabajo, y porque se ha aventurado por el camino de la economía financiera en vez de la economía real. Conviene encontrar de nuevo el sentido del trabajo y de un beneficio que sea proporcionado. Sería bueno educar para resistir la tentación del interés particular y para orientarse hacia el bien común. Las crecientes diferencias entre un pequeño número, cada vez más rico, y un gran número, irremediablemente más pobre, debería despertar preocupación.

Para establecer la justicia, no basta con buenos modelos económicos. La justicia solamente se realiza si hay personas justas. Construir la paz significa educar a los individuos a combatir la corrupción, la criminalidad, la producción y el tráfico de drogas, así como a evitar divisiones y tensiones, que amenazan con debilitar la sociedad, obstaculizando el desarrollo y la convivencia pacífica.

La paz social está amenazada por atentados contra la libertad religiosa: marginación de la religión en la vida social, e intolerancia o violencia contra personas y símbolos de identidad e instituciones religiosas. Para salvaguardar la libertad religiosa es esencial respetar el derecho a la objeción de conciencia. Esta «frontera» de la libertad toca principios éticos y religiosos, enraizados en la dignidad misma de la persona humana. Prohibir la objeción de conciencia abriría las puertas a la intolerancia y a la nivelación forzada”.

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