En el camino de la vida hay momentos en los que pensamos que es verdad lo que es mentira, en los que aceptamos por bueno lo que es malo. Nos equivocamos.
¿De dónde vienen las equivocaciones? A veces, del ambiente en el que vivimos. A nuestro alrededor domina una idea equivocada. Todos la aceptan, nadie la discute. Sólo un día sale a la luz la verdad y podemos reconocer nuestro error, aunque a veces morimos sin haber llegado a ese día.
Otras veces nacen de uno mismo. Veo un gesto, escucho unas palabras de una persona. Me hago una idea sobre ella. Sospecho que tiene adicción a la droga, o que está encadenada al alcohol, o que engaña a su esposa. Un buen día descubro que mis suposiciones eran falsas: me equivoqué.
Nos gustaría no equivocarnos. Vivir en el error significa estar fuera de la verdad. Es cierto que algunas equivocaciones dan una cierta seguridad y paz en el camino de la vida. ¿No vive tranquilo quien supone una y otra vez que goza de una salud de hierro, aunque dentro de su cuerpo avance inexorablemente un tumor maligno? Su serenidad le ayuda a realizar mil trabajos. Su error, sin embargo, un día pasará factura: el mal avanzará hasta el punto en que salga a la luz, quizá tan desarrollado que resulte incurable.
También es cierto que hay equivocaciones que provocan angustias absurdas. Quien “intuye” cada vez que le duele la cabeza que tiene un tumor terrible sin tenerlo, fomenta una inquietud que puede acarrear consecuencias graves en su vida personal y en sus relaciones familiares y sociales.
Seguramente somos conscientes de que podemos equivocarnos, en muchos asuntos y por mucho tiempo. Por eso, un hombre o una mujer maduros y prudentes saben que no basta aceptar la primera intuición para juzgar sobre un asunto. Cuando se trata de la propia vida o de la buena fama de quienes están a nuestro lado, es necesario un esfuerzo para distinguir entre suposiciones y datos ciertos, entre emociones e ideas bien sopesadas.
Es casi imposible evitar cualquier equivocación en el camino de la vida. Pero si tomamos conciencia de dónde nacen nuestros errores y cómo podemos evitarlos o corregirlos, estaremos mejor dispuestos para acercarnos a ese mundo donde brilla la verdad, con sus hechos crudos (a nadie le gusta descubrir que realmente un amigo lo traicionada) y en sus hechos más hermosos (reconocer que el amor de ese familiar esa sincero).