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¿En qué momento estamos?

Dicen que la historia es maestra. A veces un poco silenciosa y humilde. Otras veces amordazada o manipulada. Pero si habla desde la verdad, con historiadores honestos y con una buena selección de acontecimientos realmente importantes puede ofrecer mucha luz para comprender el pasado y para repensar el presente.

La buena historia ayuda, por lo tanto, a entender mejor el presente. ¿En qué momento estamos? ¿Hacia dónde va el mundo? ¿Qué elementos caracterizan la situación de nuestra patria?

La mirada no queda bajo las garras de las “noticias” que brillan en la pantalla o que martillean en los distintos informativos radiofónicos. Hay que ir más a fondo para comprender las señales que caracterizan nuestro mundo. Entonces será posible confrontar el presente con situaciones del pasado parecidas para intuir hacia dónde vamos.

Miremos nuestro mundo inquieto: crisis y angustias, paro y especulación, finanzas caóticas e intereses bancarios asfixiantes, viviendas imposibles de pagar en pocos años y alquileres por los cielos, familias divididas y jóvenes sin deseos de casarse, divorcios y abortos, ambiciones y corrupción entre algunos políticos…

La lista podía ser mucho más larga. Hacerla completa es casi imposible. Caer en parcialidades resulta demasiado fácil. Además, es injusto fijarnos sólo en lo oscuro: entre las sombras brillan también pequeñas luces de esperanza.

¿En qué momento estamos? ¿Hacia dónde vamos? El tiempo no perdona. La falta de hijos en muchos lugares del planeta provocará efectos parecidos a los que colapsaron otras civilizaciones del pasado. La ambición y la ceguera de algunos llevará a guerras (¿no las tenemos entre nosotros?) y a opresiones arbitrarias. El consumo por el consumo dañará todavía más un mundo lleno de heridas.

El panorama está teñido de nubes. Mientras, grupos pequeños de hombres y mujeres honestos, hoy como en el pasado, pueden iniciar regeneraciones llenas de esperanza.

Además, existe un Dios que tiene en sus manos los hilos de la historia. También hoy, como en otras ocasiones del pasado, puede “intervenir”, con su Providencia discreta y decisiva, para orientar los corazones y las sociedades hacia caminos de justicia, de paz y de belleza.