Se han estado leyendo y escuchando diversos pareceres en relación a la pretensión de legalizar el consumo libre de la mariguana.
Ciertamente el tráfico y consumo actual de la mariguana en el mercado negro, junto con otras drogas, implica un negocio millonario e incontrolado, que además trae consigo violencia, corrupción, inseguridad, insalubridad.
Despenalizar o legalizar el uso de la mariguana puede ayudar a resolver algunos problemas de tipo político, económico y social; pero brotarían otros: por ejemplo se abriría la puerta para hacer lo mismo con otras drogas, se incrementaría la población de los llamados “ninis” (que ni estudian ni trabajan), se extendería la violencia y desintegración familiar, por lo mismo el deterioro del tejido social, crecerían en número y gravedad los accidentes automovilísticos, la inseguridad y la violencia en las colonias.
Busquemos de qué otra manera se puede lograr lo que se pretende con la legalización de la mariguana.
Bienvenido el debate si se hace teniendo en cuenta todos los problemas de fondo, no sólo los comerciales y políticos: también los familiares, de educación, de prevención y recuperación de adicciones; que se examinen todas las consecuencias en los países que ya se ha legalizado el uso libre de las drogas; que se escuche a científicos en diferentes áreas y especialidades, a jóvenes que luchan por superar las adicciones, a padres de familia, maestros, educadores y ministros de iglesias.
También es importante analizar lo que ha sucedido con la liberalización en el consumo de otras drogas, como el alcohol y el tabaco. De hecho en relación a estas dos adicciones, sobre todo la del alcohol, no contamos con suficiente infraestructura, programas y personal que atienda para su erradicación. Las personas adictas al alcohol y las familias de las que forman parte, sufren mucho por esa situación. Mucho menos preparados estamos para atender la adicción a la mariguana, que de por sí ya existe, pero crecería de manera vertiginosa.
Soluciones parciales abren la puerta a problemas mayores. Somos responsables de lo que decidamos o permitamos que se decida con consecuencias para todos, especialmente para las nuevas generaciones.
Escuchémonos mutuamente. Hablemos con respeto mutuo, también con valentía y creatividad, siempre con sentido humano en perspectiva de trascendencia. Desde luego, sin manejar segundos mensajes o intenciones, del tipo que sea, especialmente de criterio económico-empresarial o político-partidista, que tanto han dañado a la Nación. Sí, en cambio, habrá que buscar la solución pensando sobre todo en quienes más padecen el problema. En las actitudes y posturas que asumamos podemos enfangarnos o, por el contrario, ayudarnos a salir adelante en un noble anhelo por la búsqueda del bien común. Nuestra Patria lo necesita y lo espera.