Aunque para muchos es algo evidente, para otros resulta casi un descubrimiento: una de las primeras víctimas de la guerra es la verdad.
¿Por qué? Porque quien empieza una agresión, o quien la continúa, o quien recurre a la muerte de inocentes con la excusa de que defiende la justicia, desea por todos los medios a su alcance presentar a su bando como bueno y denigrar al enemigo como malo.
El hecho, fácilmente reconocible con un estudio sereno sobre las miles de mentiras que han rodeado y que siguen rodeando las guerras de nuestro mundo, debería suscitar en todos actitudes de cautela: noticias sobre ataques con gases químicos, sobre matanzas de inocentes, sobre abusos de los militares, muchas veces son parte de una estrategia de propaganda en la que muchos caen con sorprendente ingenuidad.
Por eso, ante un conflicto armado a punto de iniciar o en pleno desarrollo, hace falta una actitud de prudencia y de espíritu crítico. Las informaciones lanzadas por los contendientes o por quienes los apoyan serán, muchas veces, manipuladas.
Ante este hecho, sin embargo, se corre el peligro de sepultar verdades ante nubes de desconfianza. Si unos han mentido, ¿no estarán mintiendo los otros? Resulta dramático que al divulgarse hechos concretos y ciertos muchos se encojan de hombros y supongan, erróneamente, que estamos ante una nueva mentira.
Los que pagan, casi siempre, son las víctimas inocentes. Y los que suelen triunfar, en no pocas ocasiones, son los que con más habilidad usan métodos de propaganda y manipulación para presentar lo falso como verdadero y lo verdadero como falso.
Sí: en las guerras mueren miles de personas, y también mueren verdades ahogadas por toneladas de mentiras. Por eso, el esfuerzo por silenciar las armas y por volver a actitudes de diálogo, necesita ir acompañado por otro esfuerzo para que las mentiras sean denunciadas y castigados sus promotores.
De este modo, será posible que, desde la verdad, los esfuerzos por una paz justa permitan identificar a los asesinos y a los mentirosos para castigarlos adecuadamente. Sólo entonces se podrá apoyar seriamente a quienes luchan por defender a los inocentes frente a cualquier forma de agresión injusta.