Desde nuestro punto de vista como psicólogos clínicos y sociales que consideramos la homosexualidad como una desviación sexual y por tanto como una enfermedad mental, es justo y necesario, juzgar esta conducta como desviada según nos acredita la titulación en nuestra profesión, cuando precisamente para iniciar su tratamiento, debemos poner en tela de juicio lo equilibrado o no de su comportamiento.
De entre todas las reflexiones realizadas sobre la condición enferma del homosexual, destacan las afirmaciones que profesionales de la salud certifican con su experiencia a lo largo de la historia de su profesión, y que afirman que la homosexualidad es una manifestación patológica o pulsión suicida de la especie que al actuar contra su propia naturaleza la condena a su extinción. El principio de la biodiversidad obliga a considerar a la misma con capacidad genética reproductiva, y las conductas homosexuales nunca pueden ser consideradas como diversidad biológica cuando no tienen posibilidad ninguna de reproducirse genéticamente. No es en la herencia genética, que se circunscriben y aparecen, sino que se manifiestan a causa de un desequilibrio en los factores reguladores del medio ambiente (ver notas y textos).
En estas cuestiones debemos centrarnos cuando las organizaciones sociales vinculadas con el movimiento de gays, lesbianas, transexuales y bisexuales nos piden explicaciones sobre determinadas afirmaciones que médicos, psiquiatras y psicólogos de profesión consideran de crucial importancia en el momento de calificarlos como enfermos.
1) Los rasgos de personalidad de tipo psicótico sin conciencia de enfermedad.
2) Los índices elevados de suicidios por no admitir su tratamiento.
3) La vinculación entre homosexualidad y pedofilia como disfunciones en la elección del objeto sexual.
4) Las prácticas de riesgo que están en el origen del SIDA y la prohibición de donación de sangre.
Son muchas las personalidades políticas y de la vida pública que han manifestado su homosexualidad, pero a estas personas y a la sociedad en general no se les ha hecho reflexionar cuando se niegan irresponsablemente a reconocer su patología porque no pueden seguir ignorando la realidad, es decir, que cometen un mayor número de suicidios, su enfermedad está vinculada con la pedofilia y está en el origen del SIDA desde sus inicios, así como se les prohíbe por sus prácticas sexuales ser donantes de sangre.
Estas son las evidencias que demuestran que no constituyen un colectivo de personas en los umbrales de la normalidad más bien al contrario se confirma de esta manera y sin lugar a dudas el estado de desviación de su enfermedad.
I. Los casos clínicos : mitomanía, paranoia y suicidio.
Las afirmaciones de expertos en la materia corroboran lo que las estadísticas confirman, es decir, que el índice de suicidios entre homosexuales es mucho mayor que en la población normal. Los aspectos más que demostrados por la ciencia psicológica, son que su retrato psicológico o perfil patológico no manifiesta conciencia de su enfermedad por tener rasgos de personalidad de tipo psicótico o ideación paranoide, que en definitiva, explican tanto la animadversión que sienten hacia la consideración de su patología así como el hecho de que no estando dispuestos a reconocer o admitir su estado de enfermedad tienen una mayor predisposición a la inestabilidad emocional o afectiva y a negarse a recibir terapia.
Es un caso típico en las sesiones clínicas de formación del personal en prácticas para los centros de salud mental. Y hacemos estas consideraciones, porque la actitud general del mundo homosexual es la negación moral a admitir que la causa del suicidio es por no aceptar el tratamiento psicológico de su desviación sexual.
Efectivamente, la misma postura que han adoptado la mayoría de homosexuales, es decir, mantenerse en la más absoluta de las ignorancias, porque no quieren creer la explicación que profesionales de la salud han dado sobre este asunto y que precisamente por sus opiniones son constantemente desautorizados por personas menos entendidas en este tipo de sucesos porque las respuestas obtenidas no responden ni satisfacen los intereses generales del colectivo homosexual.
El día del orgullo gay, nos demuestra que estos pacientes son en realidad demasiado orgullosos para aceptar una verdad que les contraria hace décadas, y a la que siguen sin encontrar solución, es decir, que la negativa a admitir el tratamiento de su homosexualidad, seguirá siendo por su efecto, la causa del incremento de suicidios.
Las reacciones a nuestras afirmaciones no se hacen esperar cuando entramos a discutir sobre este tema, como muestra de la ignorancia que impera entre estos colectivos, que en sus conversaciones ponen en tela de juicio lo que la investigación científica ya ha demostrado.
La equivocada intención de no juzgar el comportamiento desviado, no es el papel que los profesionales de la salud esperarían, porque los psicólogos sin excepción alguna nos aplicamos en conseguir conductas que sean equilibradas, que efectivamente hay que juzgar en todos los casos. La homosexualidad, no es una excepción, pues pasa a engrosar los ya de por si altos índices de suicidios por causa de problemas psicológicos derivados de su desviación sexual que siguen sin ser tratados.
En efecto, nuestra conclusión es que vivimos en una sociedad que enferma y además no quiere cambiar, lo cual no permite albergar esperanzas para este tipo de personas que seguirán muriendo víctimas de sus mismos errores.
En definitiva, esclavos de su propia paranoia o de teorías conspiratorias, como mitómanos compulsivos que desfiguran la realidad, y tratan de homófobos a todos los que no piensen como ellos, siendo este el verdadero problema para que accedan a ser diagnosticados e intervenidos como personas enfermas que son.
Es mala costumbre en el mundo homosexual no abordar las causas de estas tragedias, actitud similar a la de muchas otras personas que adoptan estas mismas actitudes, como si con ello se pudiera minimizar el mal que ya está hecho.
La cuestión es que enfatizan su muerte sin centrarse en las causas por las que se han suicidado, por no reconocer en su enfermedad la necesidad de recurrir a un abordaje terapéutico que evite su desenlace fatal, siendo este un ejemplo más y la confirmación de una realidad científica que durante décadas no ha pasado inadvertida, y que vincula con independencia del motivo de logro, poder adquisitivo o éxito social, la existencia de mayores tendencias suicidas en este tipo de personas por no admitir el tratamiento de su enfermedad.
No es casualidad lo que significa exactamente lo dicho, que incluso en el trance de su suicidio quieren enviar un mensaje en su último acto de locura, es decir, advertir que no necesitan la ayuda de psicólogos y psiquiatras para invertir sus tendencias homosexuales, cuando la realidad es otra y muy distinta, que la única salida para este tipo de enfermos es la terapia con el fin de experimentar un cambio en su estilo de vida y adoptar patrones de conducta normales.
Todos estos casos coinciden de una forma u otra en el rechazo a recibir ayuda psicológica y por una muerte trágica, que en el caso de la homosexualidad se confirma por su desviación sexual asociada a tentativas de suicidio por negarse a ser intervenido en crisis mediante terapia de apoyo, por todo lo cual suele terminar en tragedia.
Los homosexuales sufren una mayor tasa de suicidio por no admitir el tratamiento de su enfermedad.
Las irresponsables declaraciones de colectivos sociales que apuntan hacia la errónea convicción de que no es eficaz la terapia porque el homosexual no es un enfermo se contradicen con las evidencias científicas que los profesionales de la salud constatan en sus estudios estadísticos.
Las cifras de la Oficina Federal de Estadística en Suiza muestran que cada año se producen en torno a 1.400 suicidios, y en 2006 fue la segunda causa de muerte en las personas con edades de los 15 a los 44 años. Aproximadamente, entre el 5 – 10 % de la población es homosexual.
Se han examinado intentos de suicidio de la población de homosexuales con edades comprendidas entre los 16 y 25 años. La conclusión que se puede obtener de los casos estudiados de adolescentes es que están expuestos a una tasa más elevada que la media europea y hasta diez veces superior en el mismo tramo de edad.
Las causas que alegan las asociaciones de gays, lesbianas, bisexuales y transexuales es que su estigmatización por la sociedad aumenta la exclusión social. Sin embargo, no admiten la opinión generalizada en amplios ámbitos de la salud mental de que al negarse a aceptar su enfermedad son ellos mismos quienes se excluyen de recibir el tratamiento adecuado que necesitan para superar los problemas psicológicos derivados de su desviación sexual.
II. La tríada psicótica : homosexualidad, pederastia y SIDA.
A todas aquellas personas que han tenído en su punto de mira la clara intención de destruir los cimientos doctrinales en los que durante décadas se ha basado nuestra profesión, les advertimos que muchos psiquiatras, psicólogos clínicos y sociales seguimos considerando que la homosexualidad sigue siendo una disfunción patológica en la elección del objeto sexual.
Y en algunos colectivos entre los que se cuentan instituciones eclesiales que han dado cabida a posiciones equivocadas en sus planteamientos y que además se muestran con frecuencia reacios a defender los principios disciplinares que siempre nos han caracterizado. Asimismo, les exigimos que dejen de ejercer de grupos de presión en contra de nuestra opinión generalizada en la profesión que considera el vínculo entre pederastia y homosexualidad, como desórdenes mentales. Por citar algunos ejemplos en la iglesia, la UAHC – Universidad Academia de Humanismo Cristiano en Chile (16/08/2010), que ha fomentado la celebración de seminarios universitarios amparados en falacias metodológicas como que los estudios científicos que demuestran la relación entre homosexualidad y pedofilia carecen de rigurosidad, y la AIPPC – Asociación Italiana de Psiquiatras y Psicólogos Católicos que a través de los medios de comunicación como la Agencia Zenit (16/04/2010) se hacen eco de las opiniones de su presidencia atreviéndose incluso a afirmar que la homosexualidad es una orientación sexual, y que nada tiene que ver con la pedofilia.
La evidencia científica señala hacia la vinculación entre homosexualidad y pedofilia, ambas son desorientaciones sexuales, así como a que la causa del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA) en sus inicios tuvo su origen entre homosexuales.
La ignorancia que demuestran algunos sectores a enfrentarse directamente a este problema y con estos antecedentes, hace que no se aborden con la terapéutica adecuada los comportamientos desviados homosexuales que llegan a extremos como el de los casos de pederastia, por no afrontar con decisión este problema, ya que ambas desviaciones conductuales están vinculadas y es necesario acabar con este conflicto para poner fin a los abusos de menores.
Además, ILGA – International Lesbian and Gay Association amparó la pedofilia durante la década 1984-94 al contar entre sus organizaciones con North American Man Boy Love Association – NAMBLA, que tuvo su inicio a partir de una red homosexual, y lo que demuestra claramente su vinculación.
La tríada psicótica entre homosexualidad, pederastia y SIDA es evidente para quienes llevamos muchos años trabajando desde el campo de las ciencias sociales porque en nuestra experiencia clínica como profesionales de la salud así se ha demostrado (ver documentación).
La donación de sangre por homosexuales amenaza la seguridad sanitaria.
Es por todos conocido que desde que se diagnosticó el primer caso de SIDA han trascurrido más de 30 años. Sin embargo, no fue hasta el 17 de julio del 2000, que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en su 4172ª sesión, con estadísticas sobre la incidencia de la epidemia durante la última década del siglo XX, acabó por declarar el VIH – Virus de Inmunodeficiencia Humana una amenaza mundial, siendo la primera ocasión en que este organismo de la ONU se pronunciaba sobre un problema sanitario equiparable a los conflictos armados que azotan el planeta.
Asimismo, y con la adopción de la resolución 1308 [Relativa a la formación del personal de mantenimiento de la paz sobre prevención del VIH/SIDA], las NN.UU. alertaban sobre las consecuencias catastróficas de una pandemia a nivel global. De este modo, y con datos comparativos que se hicieron públicos a finales de 2010, que alcanzan 20 años de políticas preventivas muestran el fracaso rotundo de las medidas de profilaxis implementadas que en vez de disminuir el número de infectados solamente han hecho que aumentar a tenor de su incremento y mortalidad.
Para entender la extrema irresponsabilidad en la que está incurriendo la clase política que debe legislar con el fin de prevenir el progreso de esta grave patología que todavía no tiene curación, hemos podido constatar que el Reino Unido levantó la prohibición de donación de sangre por parte de la población homosexual que ya hace 30 años que está en vigor en los países desarrollados, y cuando se ha constatado recientemente en Nueva Zelanda que el 70 % de nuevos enfermos de SIDA se debe a afectados por VIH entre homosexuales.
La evidencia de las cifras con un dividendo estremecedor sobre la imparable proliferación no solamente a causa de su virulencia sino por la irracionalidad de los políticos encargados de los programas de prevención nos hacen llegar a la conclusión de que se está produciendo un nuevo fenómeno social al fomentar la liberalización de prácticas que entrañan más riesgos de infección, cuando en realidad se debería tratar de implementar programas de cuarentena y seguridad sanitaria que no supongan una amenaza para la salud de las personas.
Documentación.
Amenós, J.M., García-Roca, F.J., Martínez, C. y Tharrats, J.J. (2010). Homosexualidad y Pedofilia. El síndrome de Mauthausen y el tratamiento de las desviaciones sexuales. Bubok Publishing S.L. Madrid (España) & Issuu, Inc. California (EE.UU.).
Notas y textos.
18 de abril, 2013. (periodismocatolico.com). Homosexualidad : ¿ comportamiento innato o adquirido ?. La epigenética y etoecología. La invalidez de los marcadores genéticos frente a la teoría de los desencadenantes ambientales.