Hemos clausurado el Año de la Fe; pero no hemos clausurado la fe, en la cual debemos seguir creciendo. Los frutos del Año de la Fe los vivamos mirando hacia adelante con espíritu creativo y emprendedor.
El Papa Francisco nos da la pauta, con la Exhortación Apostólica que nos acaba de entregar, llamada “El gozo del Evangelio” y que es su texto programático para la Iglesia en los próximos años.
Efectivamente, el Evangelio es causa de alegría, porque “con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”, nos dice el Papa. El problema es que nosotros con frecuencia ponemos resistencias y exigencias, pretendiendo muchas condiciones para que sea posible la alegría.
Junto al texto íntegro, ya han aparecido en internet también muchos comentarios y síntesis de dicha Exhortación Apostólica, pero el documento del Papa es tan accesible, ágil, profundo y jugoso, que sería una lástima conformarnos con una síntesis sin ir al texto completo. Los mismos comentarios que yo haga ahora como una primera aproximación, sirvan de motivación para acudir a la lectura de todo el texto.
Desde el primer día de su pontificado, el Papa Francisco nos empezó a hablar con palabras, gestos y actitudes, y a lo largo de los meses nos ha ido esbozando lo que ahora nos entrega en este documento de manera más orgánica. Con su lenguaje a veces coloquial y siempre contundente, nos dice, por ejemplo, que “un evangelizador no debería tener permanentemente cara de funeral”; el proceso de evangelización no será “a través de evangelizadores tristes, desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de personas cuya vida irradia la alegría de Cristo.” “No actuar como quien impone una nueva obligación, sino como quien comparte una alegría, un horizonte bello, ofrece un banquete deseable.” Por otro lado, “la Iglesia no crece por proselitismo sino por atracción.”
El Papa reitera el llamado a “una conversión pastoral y misionera, capaz de transformarlo todo, sabiendo ir más allá del ´siempre se ha hecho así´, actuando desde el corazón del Evangelio para salir de la propia comodidad y atrevernos a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio.”
En la pastoral con espíritu misionero hay que ir a lo esencial, sin perdernos en lo secundario. Que esto se note en las homilías y mensajes del obispo y del párroco, en los mensajes de los agentes pastorales.
En el núcleo fundamental lo que debe resplandecer no es la autorreferencialidad de la persona humana o de la Iglesia, sino “la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado.” Propio de Dios es ser rico en misericordia. La misericordia es la mayor de las virtudes. Por eso el Papa insiste en que los pastores estemos llenos de misericordia en nuestras palabras y acciones. Esto lo ejemplifica diciendo que “el confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor.” Además “uno de los signos concretos de esa apertura es tener templos con las puertas abiertas en todas partes.”
“A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas.”
El Papa reitera: En la atención a los demás “privilegiar no tanto a los amigos y vecinos ricos sino sobre todo a los pobres y enfermos, a esos que suelen ser despreciados y olvidados”. Y añade: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades.”
Señala fuertes desafíos en el cambio de época. Es verdad que se tienen avances en diversos campos, por ejemplo la salud, la educación y la comunicación; pero muchos viven precariamente el día a día, con situaciones funestas; crece el miedo, la desesperación, la violencia, la inequidad.
Ha crecido una economía de la exclusión y la inequidad, una globalizacion de la indiferencia, de la cultura del descarte, más aún de la exclusión y de la inequidad, con graves perversiones: por ejemplo “pesa más que bajen dos puntos en la bolsa a que un anciano muera de frío en la calle; mientras unos tiran comida, otros mueren de hambre.” “Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz.” El afán de poder y de tener ha creado un sistema en que los débiles quedan indefensos y a merced de la mentalidad devoradora y opresora de los fuertes.
El Papa nos motiva a los agentes pastorales –seamos obispos, sacerdotes o laicos- a afrontar los desafíos de la cultura actual. Por ejemplo:
- “Sí al desafío de una espiritualidad. No al individualismo, a una crisis de identidad, a un complejo de inferioridad, a un desencanto en la misión. ¡No nos dejemos robar el entusiasmo misionero!”
- No a la acedia o desidia egoísta. Sí a un dinamismo misionero que lleve sal y luz al mundo. Efectivamente, dice el Papa, “se desarrolla la psicología de la tumba, que poco a poco convierte a los cristianos en momias de museo. ¡No nos dejemos robar la alegría evangelizadora!”
- “No al pesimismo estéril y quejoso, a la conciencia de derrota.” “Estamos llamados a ser personas-cántaros para dar de beber a los demás. ¡No nos dejemos robar la esperanza!”
- “Sí a las relaciones nuevas que genera Jesucristo. Salir de sí mismos para unirse a otros. Aprender a descubrir a Jesús en el rostro de los demás. ¡No nos dejemos robar la comunidad!
- “No a la mundanidad espiritual”, apoyándose con ostentación y vanidad en los propios razonamientos, sentimientos o capacidades más que en Cristo muerto y resucitado. ¡No nos dejemos robar el Evangelio!
- “No a la guerra entre nosotros. ¡No nos dejemos robar el ideal del amor fraterno!”
- Los ministros ordenados, que son minoría, estén al servicio de los laicos, que son mayoría en el pueblo de Dios.
- Ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia.
- Promover el crecimiento de asociaciones y movimientos predominantemente juveniles. Los jóvenes sean evangelizados y tengan un mayor protagonismo. “¡Qué bueno es que los jóvenes sean « callejeros de la fe »!”
- Es conveniente escuchar a los jóvenes y a los ancianos. Ambos son la esperanza de los pueblos. Los ancianos aportan la memoria y la sabiduría de la experiencia. Los jóvenes llaman a despertar y acrecentar la esperanza. ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!
- Evangelizar de persona a persona, tanto a los más cercanos como a los desconocidos y en cualquier lugar. Todos los bautizados somos discípulos misioneros de Jesucristo.
- Dirigiéndose a los ministros ordenados, precisa que la homilía es la piedra de toque para evaluar la cercanía y la capacidad de encuentro de un Pastor con su pueblo. Es Dios quien quiere llegar a los demás a través del predicador. “La homilía no puede ser un espectáculo entretenido, no responde a la lógica de los recursos mediáticos, pero debe darle el fervor y el sentido a la celebración”
A 28 de noviembre de 2013
+ Rodrigo Aguilar Martínez
Obispo de Tehuacán