“Quiero abrazaros a todos vosotros y a cuantos trabajan en la prensa católica en todo el mundo”… Con esta bella frase cerraba Benedicto XVI un discurso pronunciado en octubre de 2010, en el que recordaba la particular importancia de los medios de comunicación de la Iglesia.
Años antes, había dicho el ahora Papa emérito, en conversación con nuestro buen amigo Jaime Septién lo siguiente: “Hace falta a la Iglesia el trabajo de los periodistas católicos y la prensa católica”.
El comentario de Papa Benedicto no fue casual… El venerado Pontífice siente genuino amor por estos medios; entre otras cosas porque sus papás se conocieron a través de un anuncio que Joseph Ratzinger padre colocó en 1920 en el Altoettinger Liebfrauenbote (Correo de Nuestra Señora de Altotting).
Cuatro años más tarde nacería en San Cristóbal (Venezuela) el Diario Católico, por decisión de Tomás Antonio Sanmiguel, un muchacho de 36 años que se estrenaba como obispo en Táchira inaugurando con su fecundo episcopado esta Diócesis.
El prelado valoraba tanto la prensa católica que pagaba de su bolsillo misas diarias para que el floreciente periódico surgiera. Era apenas una hojita que distribuían en burro hasta hacerla llegar por todas las aldeas.
El Siervo de Dios, Sanmiguel, amaba el periódico. Su profundo nivel cultural y su amor por los buenos textos –que solía traer de Francia y España, adonde mandó a elaborar más de una vez esculturas religiosas- le llevó a lanzar un periódico de este tipo, no por obligación o compromiso, sino por convicción.
No pocos líos llegó a tener con el Nuncio de la Santa Sede en Venezuela, quien le reclamaba que apoyara a los medios de Caracas en vez de procurar uno propio. En el ocaso de su vida, que por cosas de Dios terminó temprano, reconocería el diplomático que lo de Sanmiguel no era más que un profundísimo celo apostólico.
Seguidor de San Maximiliano Kolbe, quien sería particularmente exitoso en esta empresa de hacer valiosa la prensa católica, Tomás Antonio dejó claro desde un principio el contenido del periódico; no había medias tintas, era abiertamente un “diario católico”.
No más salir el primer ejemplar con la imprenta que para tal motivo adquirió, unió dos obras: una fue la penitencia y la oración diaria, mucha de la cual pagó de su bolsillo; pues el prelado solicitaba Misas con esa intención particular. Y hacía el pago del estipendio, cada mes, según da cuenta su correspondencia, hoy en Vaticano debido al proceso de beatificación que se sigue en su favor.
Pero no era lo único que hacía. Desde ese mismo primer año, 1924, creó por decreto la colecta diocesana en todo el territorio de la Diócesis, a beneficio de este trabajo, pues –advertía- los elogios son bonitos, pero “con palmadas en la espalda no se sostiene un periódico”.
Había dos razones más: una, garantizar la independencia y sostenibilidad de la naciente empresa. Dos: generar compromiso e identidad de la comunidad con “su” periódico. Es nuestro, decía; debemos amarlo y sostenerlo.
Sus palabras y gestos resultan de particular importancia e interés hoy, si tenemos en cuenta que hace apenas unos días, el 4 de diciembre, se cumplieron 50 años del Decreto Intermirífica, con el que el Santo Padre Pablo VI promovía de manera inédita y extraordinaria a los medios de comunicación católicos; especialmente: prensa, radio y televisión.
“La Iglesia Católica (…) urgida por la necesidad de evangelizar, considera que forma parte de su misión predicar el mensaje de salvación, con la ayuda, también, de los medios de comunicación social, y enseñar a los hombres su recto uso”. (Intermirífica, N. 3). A la Iglesia, pues, le corresponde el derecho originario de utilizar y poseer toda clase de medios de este género”.
Más adelante, sostiene el vigente decreto de la Santa Sede: “14. Foméntese, ante todo, la prensa honesta. Para imbuir plenamente a los lectores del espíritu cristiano, créese y desarróllese también una prensa verdaderamente católica, esto es, que -promovida y dependiente directamente, ya de la misma autoridad eclesiástica, ya de los católicos- se publique con la intención manifiesta de formar, consolidar y promover una opinión pública en consonancia con el derecho natural y con los preceptos y las doctrinas católicas, así como de divulgar y exponer adecuadamente los hechos relacionados con la vida de la Iglesia. Adviértase a los fieles sobre la necesidad de leer y difundir la prensa católica para formarse un juicio cristiano sobre todos los acontecimientos”.
Ustedes “tienen que procurar que los medios de comunicación social, sin ninguna demora y con el máximo empeño, se utilicen eficazmente en las múltiples obras de apostolado, según lo exijan las circunstancias de tiempo y lugar, anticipándose así a las iniciativas perjudiciales, sobre todo en aquellas regiones cuyo progreso moral y religioso exige una atención más diligente” (Benedicto XVI, 2010).
El primero de diciembre de este año, por decisión del señor obispo, Mons. Moronta, se realizó en territorio tachirense una colecta diocesana a favor de Diario Católico. Aunque ha habido rumores sobre la supuesta quiebra, venta o cierre, lo cierto es que las obras de Dios no mueren; porque Dios no es muerte, sino vida. Y Jesús, que es la verdad, siempre cumple sus promesas.
Con respecto a tales preguntas, que van y vienen entre quienes hacen vida en el agitado mundo de la comunicación: corresponderá a las autoridades del periódico pronunciarse cuando y como consideren prudente. Nuestra misión, como católicos que cimentan su esperanza en Cristo -que no nos defrauda- es respaldar de manera decidida esta obra de la Iglesia.
Dicho lo anterior, transcribo un mensaje que me llegó por teléfono hace un par de días y motivó este escrito:
“El domingo, cuando el padre dijo que la colecta era para Diario Católico, guardé mis 2 bolívares y saqué uno que tenía de 20”.
El breve comentario, que bien cabría en un tuit, alcanzó para conmover al director del periódico, padre José Laureano Ballesteros; no por los montos, claro está, sino por el gesto.
Lo escribe un brillante periodista, de 27 años de edad, que labora en Valencia –la tierra donde nació Sanmiguel- pero vive en La Grita, adonde llega cada domingo la “buena prensa”.
Unámonos, pues, a la labor de respaldo al Diario Católico, que el próximo doce de diciembre desarrollará en Radio Natividad, la Noche Guadalupana.
Un buen amigo, Mons. Pietro Parolin, que por gracia de Dios es ahora el Secretario de Estado del Papa Francisco, en Vaticano, reza a diario por este humilde periódico de provincia. ¿Qué hacemos nosotros, tachirenses, venezolanos, por nuestro medio? Tiene mil defectos, pero es nuestro y debemos mantenerlo y mejorarlo para que cumpla la obra para la cual se creó.
Pidamos a Dios, y a la siempre Inmaculada Virgen María –en cuyos brazos colocó Sanmiguel su Episcopado- que nos conceda la gracia de estar despiertos, de ser luz del mundo y sal de la tierra, para que cuando llegue la hora del retorno y nos reciba Dios, podamos decir: ¡Gracias, Señor, porque he amado!