La revista oficiosa de la santa Sede La Civiltá Cattolica acaba de publicar, por medio de Radio Vaticano, el contenido esencial del diálogo que el Papa Francisco mantuvo con los Superiores Generales de los Institutos religiosos masculinos, durante su 82 Asamblea General en septiembre del año pasado. Tomó nota y publica su contenido el sacerdote Antonio Spadaro s.j., director de la revista, y la titula “Despierten al Mundo”. Esta expresión del Papa señala ya su intención de mover esta fuerza evangelizadora en la Iglesia que es la Vida consagrada, y que suele presentarse como “regalo del Espíritu Santo a la Iglesia”. Si algún regalo ha dado el Espíritu a la Iglesia es llevar a Jesucristo al mundo.
El origen de esta imagen está en la Biblia. Sólo despierta a otro quien está despierto. Estar en vela es el oficio del pastor. Y del cristiano. El mundo adormilado nos contagia con su inanición. Nos encandila y adormila. Es la mundanidad. El Papa ha repetido que la Iglesia no puede concebirse como si fuera una ONG, un partido político y, muchísimo menos, como una empresa o grupo de poder. Ningún esquema mundano puede abarcar la singular riqueza de la Iglesia, tal y como la pensó Dios y brotó del corazón de Cristo en la Cruz. De entre todos estos esquemas mundanos el más pernicioso es el que configura -y desfigura- la estructura de un grupo religioso, llámese congregación, orden o instituto, basándose en criterios empresariales y de poder. Esta es una verdadera profanación del nombre cristiano, porque “Cristo realizó la obra de la redención en pobreza y persecución” (LG 8), no sobre el poder. Al final, el lobo devora al cordero, y se reviste su piel.
El Papa usa unas imágenes contundentes, la esfera y el poliedro. La renovación de la iglesia o de un Instituto o Congregación religiosa, tiene que partir de la periferia, no del centro. La Vida consagrada no puede abdicar de la profecía, y los profetas fueron hombres de periferia, como lo fue Jesús. Él nació y vivió en la periferia -Belén y Nazaret-, inició su ministerio desde la periferia –Galilea-, y ascendió al centro, al templo de Jerusalén, sólo para purificarlo. Murió y redimió al mundo desde la periferia, “fuera de los muros” de la Ciudad. Ninguna reforma auténtica parte del poder, sino de la marginalidad. En palabras del Papa: “No sirve estar en el centro de la esfera. Nos debemos descolocar, ver la realidad desde más puntos de vista diferentes”. Escribió después, explicándose: “El modelo no es la esfera, que no es superior a las partes, donde cada punto es equidistante del centro y no hay diferencias de un punto a otro. El modelo es el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él mantienen su originalidad” (EG, 236).
Una reforma eclesial y religiosa, si no parte de una vivencia con la periferia, es engañosa, por más que esté acompañada de palabras de arrepentimiento: “No todo el que me dice Señor, Señor…”. Y concluye el Papa: “Para mí esto es lo realmente importante: Es necesario conocer la realidad por experiencia, dedicando tiempo para ir a la periferia para conocer de verdad la realidad y lo vivido por la gente. Si esto no ocurre, entonces se corre el riesgo de ser abstractos ideólogos o fundamentalistas, y esto no es sano”. Esto enferma, y lo hemos visto con dolor. Lo dijo un Papa religioso a los Superiores religiosos. Mucho tendremos que ver.
+ Mario De Gasperín Gasperín