Hace unos días se produjo un escándalo internacional más en torno a la Iglesia católica, a propósito de las investigaciones de la Organización de las Naciones Unidas cerca de los abusos sexuales de sacerdotes en contra de menores de edad. Los casos de pederastia han adquirido especial relieve debido a que se ha visto involucrados en ellos, lamentablemente, algunos jerarcas o religiosos muy connotados.
El informe de la ONU ha servido, una vez más, para denigrar a la Iglesia. En cierta forma puede decirse que esto se debe a que uno de los principios cristianos es la castidad, que se aplica tanto solteros como casados, de acuerdo a su estado de vida, y en particular a los consagrados que hacen votos, como es el caso de los sacerdotes. Sin duda que la violación de la norma y del voto adquiere mayor gravedad es estos últimos y se agrada cuando se trata de niños.
Que esto es indebido, rechazado, condenado y castigado por la Iglesia, no es de hoy, aunque quizá no siempre se hayan aplicado las normas o se haya hecho de manera insuficiente. Esto es algo que los católicos, desde el Papa hasta lo laicos, lamentamos y condenamos.
Pero el repudio de tales actos debe ser generalizado, como también lo es la existencia sistemática de estos abusos en instituciones que no por ser laicas dejan de estar obligadas al mismo respeto de niños y niñas. Sin embargo, existen denuncias en diversos lugares y tiempos que muestran que a diferencia de lo que se ha hecho respecto de la Iglesia católica, no se aplica en otras denominaciones religiosas, en organizaciones privadas y públicas e, incluso, en instituciones internacionales como la misma ONU.
En muchos de estos casos, aunque surge la noticia, ésta se minimiza o se pierde porque los mismos informadores que hoy escarban a fondo en torno a Roma, no lo hacen acerca de estas denuncias.
En Inglaterra, por ejemplo, se produjeron denuncias de abuso sexual sistemático en la, BBC, no sólo contra niños, sino incluso contra adultos. Y los protagonistas de estos casos no fueron empleados sin importancia, sino líderes de opinión que, por supuesto, eran intocables. ¿Quién conoce esos casos e hizo algo a favor de los abusados? Parece que nadie o muy pocos, pues sus casos quedaron en el olvido.
Pero vayamos rápidamente a la ONU, donde el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) y de la Organización No Gubernamental Save the Children, denunció a las propias tropas de “pacificación” actuantes en diversos países y encargados de proteger a los refugiados, población especialmente vulnerable, de abuso sexual sistemático en diversos lugares, provechando la vulnerabilidad y condiciones adversas de la población que debían proteger.
Se prometieron investigaciones al respecto y a diferencia de lo que se ha hecho con El Vaticano, hoy el velo del olvido cubre este grave abuso de quien hoy se erige como juez implacable, ignorando o menospreciando los alegatos y explicaciones que se le dieron, para señalar con {índice de fuego que generaliza y condena a una institución, cuando los casos que han ocurrido se dispersan en diversas partes del mundo y que al sumarse parecen aparatosos, pero que no son tan abrumadores como se pretende, por más que uno solo sea digno de condena.
En septiembre de 2009 Monseñor Silvano Tomasi, declaró ante el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que de acuerdo con las estadísticas internas del Vaticano que sólo entre el 1.5 y el 5% del clero católico estaba involucrado en casos de abusos sexuales a menores, cifras que fueron estimadas como exageradas por Monseñor Charles J. Scicluna, ex promotor de Justicia de la Congregación de la Doctrina de la Fe y quien durante los últimos diez años se ha ocupado de lidiar con los casos de pederastia cometidos por sacerdotes, consideraba tales cifras exageradas respecto al número de denuncias llegadas al Vaticano.
Entre 2001 y 2010 las denuncias por abusos sexuales a menores presentadas ante la Congregación para la Doctrina de la Fe fueron 3,000, lo que significaría que los posibles sacerdotes pederastas representarían el 0,67%, del total. Además, de las 3 mil denuncias, sólo un 10% serían casos de auténtica pedofilia. El 60% correspondería a su entender a la categoría de efebofilia, es decir, “provocados por una atracción sexual por adolescentes del mismo sexo” y el 30% restante correspondería a relaciones heterosexuales.
Todo ello es lamentable, pero no cuenta ni con la aceptación ni la aprobación de la Iglesia. En cambio, las Naciones Unidas, a través de diversos órganos, incluido al Alto Comisionado para los Derechos Humanos no ha tenido empacho en apoyar y promover el asesinato de niños en gestación, mediante el aborto, hasta pretender que matar a un hijo es derecho humano de las mujeres.
Resulta claro que no hay congruencia y que el tema es un pretexto más para atacar a la Iglesia Católica.