“¡Que cesen todas las guerras, toda hostilidad pequeña o grande, antigua o reciente!”. La preocupación del Papa resonó en Pascua. Un grito de dolor por los conflictos de la humanidad. Un imperioso llamado a la reconciliación, en aquellos lugares donde la violencia ha sofocado a la política. Como en Venezuela y Ucrania, en Siria y en Irak. Un clamor a Cristo para que su resurrección conceda la paz a todos los pueblos de la Tierra.
Una multitud escuchó la bendición “urbi et orbi” (a la ciudad y al mundo) de Francisco. Más de 150 mil personas que abarrotaron la Plaza de San Pedro y las cercanías del Vaticano, en una mañana soleada. Primero el pontífice celebró la misa y después subió hasta la Logia de las Bendiciones, para su mensaje pascual.
Su reflexión contra los flagelos de la humanidad partió de la resurrección de Jesús, a la cual calificó como el acontecimiento que está en la base de la fe de los cristianos y es también su esperanza.
Advirtió que si Cristo no hubiera resucitado, el cristianismo perdería su valor; toda la misión de la Iglesia se quedaría sin brío, pues de ahí comenzó y de ahí reinicia siempre de nuevo. Y agregó que, en Jesús, “el amor ha vencido al odio, la misericordia al pecado, el bien al mal, la verdad a la mentira, la vida a la muerte”.
Entonces lanzó llamados muy específicos. Entre otras cosas pidió que los ánimos se encaminen hacia la reconciliación y la concordia fraterna en Venezuela. Invocó a Dios para que “ilumine e inspire” las iniciativas de paz en Ucrania, de modo que todas las partes implicadas, apoyadas por la comunidad internacional, lleven a cabo todo esfuerzo para impedir la violencia y construir, con un espíritu de unidad y diálogo, el futuro del país.
Se refirió también a Siria, solicitando que cuantos sufren las consecuencias del conflicto puedan recibir la ayuda humanitaria necesaria; que las partes en causa dejen de usar la fuerza para sembrar muerte, sobre todo entre la población inerme y tengan la audacia de negociar la paz.
Del Vatican Insider