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La credibilidad se gana día a día y se pierde en un minuto

La credibilidad es lo que puede o merece ser creído y es uno de los pilares que sustentan, la educación que dan los padres. Si los padres pierden la credibilidad ante los hijos, incluso cuando todavía son pequeños, posteriormente no les creerán nada de lo que dicen o hacen y como consecuencia, no podrán educarles correctamente.

La credibilidad se proyecta a la familia, a las amistades, a los negocios, a los políticos y en general a la sociedad.

La credibilidad es un valor que se va adquiriendo, poco a poco y día a día, pero se puede perder totalmente en un minuto, en cuanto aparece la primera mentira, falsedad u ocultación. Recuperar la credibilidad es muy difícil, es como cuando se echan al viento las plumas de una almohada, después es casi imposible recogerlas todas.

Cuando se pierde la credibilidad, sea de niño o de adulto, muy pocas veces se tiene una segunda oportunidad, para volverla a ganar. Después nadie toma en serio, lo que dicen o hacen, debido a la cantidad de cosas erróneas que han dicho o hecho. Sobre todo si son mezclas de mentiras, medias verdades, exageraciones, chabacanerías, manipulaciones, burlas, mofas y befas, de los sentimientos de los demás, o ser expresiones de desprecio groseras e insultantes.

La Credibilidad está íntimamente relacionada, con las virtudes y valores humanos de la Fe, la verdad, la sinceridad, la confianza, la fidelidad, la honradez, la certeza, la evidencia, la formación, el conocimiento, el sentimiento, etc. La credibilidad no se gana callando por falsa prudencia, sino invitando siempre a la razón.

El engaño, en una sóla ocasión o continuado, sea voluntaria o involuntariamente, si es descubierto, induce a los demás a suprimir la credibilidad de la persona o institución que ha engañado. Después del primer engaño, ya no puede pasar ningún filtro o duda en las siguientes ocasiones, habrá perdido su credibilidad.

El hablar con seguridad y certeza, algunas veces se convierte en la irrisión de los ignorantes. Estos suelen estar acostumbrados a oír lo que quieren oír. Por eso les sorprende. cuando no se lo dicen como ellos quieren, pero el que les habla, no tiene que tener miedo a perder la credibilidad ante ellos, pues tampoco es dueño de la ignorancia de los que se ríen.

La persona es creíble. cuando puede o merece ser creído. La credibilidad hay que ganarla. día a día. Hay quienes nunca cumplen lo que prometen, sea importante o no, lo incumplen por sistema, por costumbre e incluso por atavismo generacional. Son los que cuando prometen algo. lo hacen sin ninguna idea de cumplirlo, olvidándose de la responsabilidad o palabra comprometida. Luego se extrañan de no tener credibilidad ante nadie.

Algunas personas no tienen la credibilidad de nadie, debido a que nunca han tenido que ganársela, ya que por su trabajo, profesión o cargo público, se han acostumbrado a que la autoridad con la que le invistieron, les ha permitido decir o hacer las cosas, sin esperar a que les demás les crean o no. Se han acostumbrado a creer, que todos les hablan con desacato a esa autoridad investida.

La atavismo profesional, algunas veces deja unas huellas imborrables que se trasmiten en las conversaciones con los familiares y amigos, por eso se limitan a no contestar y a hacer como que no han oído, lo que hace que estos, se aburran de tener que soportar esas costumbres adquiridas durante los años profesionales, pero que ya no son trasladables a la vida familiar, amistosa o social.

Después en la vida familiar y social esa misma actitud, les deja descalificados para que nadie se preocupe de cuestionar su credibilidad. No les creen nada y así siguen andando por la vida, como si continuaran estando donde tenían investido el derecho, a hacer lo que quisieran, fuera bueno o malo, cierto o incierto. Pierden el interés en fomentar el conocimiento y ejemplo de la virtud y valor humano de la credibilidad. No lo han necesitado nunca, ya que lo que hacían o decían era “ordeno y mando”, por eso cuando están en la familia o en la sociedad, solamente tienen como objetivo, la manipulación para conseguir que les crean.

Al perder la credibilidad, llega un momento en que ya nadie les, cree ni las verdades más elocuente. El mejor ejemplo queda reflejado en la fábula de Esopo ¡Que viene el lobo!  Era mentira, pero todos los pastores la creyeron. Después cuando de verdad llegó el lobo, nadie lo creyó, por la incredibilidad que había originado el pastor, y el lobo se comió a las ovejas.

La credibilidad en las personas, en los negocios y en los productos o servicios, produce confianza y es uno de los principales pilares de su continuidad y éxito. Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos, todo el tiempo.

Cuando las personas han perdido la credibilidad de otros, estos suelen comenzar a tratarles mofándose y befándose, incluso sobre cosas inverosímiles, pudiendo llegar a suponer una forma de desprecio intelectual.

Las personas pierden su credibilidad, cuando sistemáticamente desprecian, humillan o critican a todas las personas de su alrededor, incluso sin conocerles bien y casi siempre sin ninguna razón. Demostrando desdén, arrogancia o soberbia hacia los demás, para creerse y sentirse superiores a todos. Suele ser un problema de complejo de inferioridad y frustración, que se refleja en la arrogancia. Después ni los testigos, ni los afectados directa o indirectamente, les conceden credibilidad a lo que dicen o hacen.

La falta de credibilidad hace que las personas se desvinculen de la vida real, pues al dejar de creerles, los familiares, amigos y en general la sociedad, los aísla del grupo, evitando preguntarles o informarles de las cosas, lo que llega a convertirles en ignorantes. Su falta de credibilidad, les encierra en su propia burbuja social y les aísla del conocimiento. Pasar a no ser creíble en los hechos, dichos y expresiones, produce apatía en las personas que tienen que convivir con ellos. Deben pasar un largo proceso de adaptación, hasta que llegan a ser creíbles.

Algunos pierden la credibilidad ante su cónyuge, familiares o amigos, debido a sus propias palabras o acciones. Y se auto descalifican con sus silencios, cuando deben hablar, o con sus preguntas inadecuadas y fuera de tiempo o motivo. Otros la pierden debido a su soberbia, al considerar que todos los demás son inferiores o menos inteligentes o más incultos, cuando sistemáticamente se expresan con prepotencia a quienes les escuchan.

No responder como se debe y cuando se debe, también es el camino directo hacia la pérdida de credibilidad. Frases comunes para los que han perdido la credibilidad: “Solo contesta cuando le conviene hacerlo” “No contesta cuando no tienen salida y no quiere reconocer su error o falta de conocimiento”.

Para que los familiares y amigos de su entorno, empiecen a darle credibilidad, tienen que hacer un profundo examen de su comportamiento, para ver los defectos que tienen y en su caso, fomentar la virtud y valor humano de la humildad. Analizar los motivos, por los que esas mismas personas, que incluso les quieren y respetan, no sienten ninguna credibilidad por lo que dicen o hacen. Tienen que dejar de mentir. Hay quienes mienten sin necesidad, lo hacen por costumbre e incluso se llegan a creer sus propias mentiras. Engañar se convierte en su pan de cada día y no saben hablar sin  mentir, pero quieren que los demás les crean. La franqueza evita problemas y crea credibilidad.

Incluso hay amigos verdaderos, que pueden perder la credibilidad hacia otros, cuando ya no contestan a las preguntas, ni nunca prueban lo que dicen, porque se creen superiores a los demás. Incluso a estos amigos les tienen tan aburridos con sus comentarios, que hacen que ya no les interesa nada de lo que dicen. Pierden la credibilidad, no por las mentiras, sino por la continua falta de congruencia. Por las preguntas que hacen fuera de tono y lugar, se conoce perfectamente a las personas, sin entrar en análisis psicografológicos.

Discutir los motivos por los que le han adjudicado su incredibilidad, no corresponde a los que no creen en él, ya que si se ponen a explicarlo, seguramente empezarán una nueva discusión, donde la prepotencia volverá a aparecer y la credibilidad todavía será menor.

Cuando las personas se esconden y no contestan el teléfono, no devuelven las llamadas e incluso no contestan a los correos, se van alejando poco a poco de ser creíbles, ya que indican que solamente hacen lo que les conviene hacer y cuando les conviene. Por lo tanto pierden su credibilidad, a la hora de contar con ellos para algunas coas. Suele decirse: “A ese no le creas lo que te dice, pues solamente te habla cuando tienen interés, en algo que le benéfica personalmente, en los otros casos o se esconde, o sus respuestas son como tirar balones fuera, para no comprometerse”

La credibilidad se gana por los hechos y los resultados, y se pierde con la  mentira, una vez que esta ha quedado al descubierto, pues es muy difícil que el mentiroso recobre la credibilidad. La mentira está a la orden del día, sobre todo si no se valora la palabra dicha, máxime si es una promesa que hay que cumplir. Las personas que ya han perdido su credibilidad, son las que más ruido meten, para soportar sus mentiras o tratar de hacerse creer gritando o gesticulando. Suelen estar llenos del “Yo mismo y para mí mismo”.

Hay personas que por su cargo en la familia, empresa o sociedad, dan consejos o deberían darlos, pero no tienen credibilidad de lo que dicen o hacen porque:

  • Aconsejan siempre para obtener su propio beneficio.
  • Han mentido tantas veces, que ya es imposible seguir dándoles oportunidades para creerles.
  • Llevan una doble vida.
  • No dan testimonio ni coincide lo que dicen. con lo que hacen.
  • Poseen demasiado egoísmo.
  • Tienen un modo de ver las cosas que va en contra de la moral.
  • Etc.

Los padres pierden totalmente el concepto de credibilidad, que a priori la tienen que tener por derecho propio, cuando hablan sin conocimiento, sin verdad, sin respeto, sin elocuencia y sin pasión. Después ya no tiene remedio, para recuperar la credibilidad, si es que la tenían. La credibilidad es el escudo protector, para la educación de sus hijos y el éxito familiar presente y futuro. Tiene que estar soportada en la práctica y enseñanza de las virtudes y valores humanos.

Los padres tienen que intentar conseguir y mantener la credibilidad, día a día y por encima de todo, inclusive hasta la extenuación, pues es un valor imprescindible. No importa si otros ignorantes no les creen, el secreto está en mantenerla con respeto, confianza y tolerancia, de lo contrario su misión familiar se pierde, sobre todo en los momentos difíciles de la educación de los hijos.

francisco@micumbre.com