El día de bodas, una gran fiesta. Pasan los meses, pasan los años. Se produce la ruptura: ella o él deja el hogar y termina la convivencia.
La parte abandonada sufre cuando tiene fe y cree en el matrimonio que dura hasta la muerte. Por eso, desde la gracia de Cristo, se mantiene fiel, busca caminos para la reconciliación, espera rescatar la vida conyugal.
Pero muchas veces la otra parte no regresa. En ocasiones, inicia una nueva convivencia, con o sin divorcio; o consigue que se declare el divorcio para luego reconocer civilmente su relación con otra persona.
¿Qué puede hacer, entonces, la parte abandonada? La esposa o el esposo que saben lo que significa el matrimonio, encontrará fuerzas para mantener la propia fidelidad a pesar de todo.
Parece algo heroico, y en cierto modo lo es. Lo cual no es algo nuevo, pues en su misma naturaleza toda la vida cristiana es heroísmo; un heroísmo posible por la fuerza que viene de lo alto, por la presencia viva de Cristo y la paz que ofrece el Espíritu Santo.
¿Son pocos las esposas y los esposos heroicos? Quizá, pero llegan a ser muchos allí donde quienes han sido abandonados rezan, miran al cielo, encuentran consuelo en los sacerdotes y en la comunidad parroquial.
Sobre el tema, vale la pena recordar lo que escribió san Juan Pablo II en 1981: “es obligado también reconocer el valor del testimonio de aquellos cónyuges que, aun habiendo sido abandonados por el otro cónyuge, con la fuerza de la fe y de la esperanza cristiana no han pasado a una nueva unión: también estos dan un auténtico testimonio de fidelidad, de la que el mundo tiene hoy gran necesidad. Por ello deben ser animados y ayudados por los pastores y por los fieles de la Iglesia” (exhortación apostólica post-sinodal “Familiaris consortio”, n. 20).
En estas situaciones tan dolorosas, los cónyuges abandonados sentirán un especial consuelo si recuerdan lo dicho por san Pablo: tal vez con su espera heroica están ayudando a salvar a la otra parte (cf. 1Co 7,10-16).
Más allá de las indiferencias de familiares, amigos o conocidos, las esposas y los esposos heroicos ofrecen un testimonio maravilloso, especialmente a otros matrimonios que viven en dificultad. Sobre todo, lanzan un mensaje especial a quienes un día abandonaron su hogar y necesitan ayuda para reconocer su pecado.
Sólo entonces quienes rompieron su matrimonio podrán reemprender un camino de reconciliación con Dios y con quienes les esperan, con la puerta siempre abierta, en su verdadero hogar.