Eucaristía y matrimonio
Una cuestión debatida en el Sínodo de los obispos recién celebrado en Roma para reflexionar sobre la situación del matrimonio y la familia en el mundo moderno, fue su relación con la Eucaristía. En particular, si habría la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar pudieran tener acceso a la Comunión, al menos en determinados casos. Como para algunos el Sínodo generó dudas y confusiones, (más que el Sínodo, los medios de comunicación), voy a resumir la enseñanza tradicional de la Iglesia, siguiendo la exposición del Papa Benedicto XVI en su exhortación apostólica “El Sacramento del Amor” (Nos.16-19. 27-29), del 2007. Así usted podrá recordar la doctrina, aquilatar lo dicho y sacar sus conclusiones.
1. Todos los sacramentos están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan: La Iglesia vive de la Eucaristía. Sólo se comprenden cuando se contempla el misterio de la Iglesia como sacramento universal de salvación. La Iglesia es el modo cómo Cristo, único Salvador, mediante el Espíritu Santo, llega a nuestra existencia concreta, por ejemplo en el matrimonio (n.16).
2. La Eucaristía es verdaderamente fuente y cumbre de la vida y misión de la Iglesia; por eso, el camino de la Iniciación cristiana lleva a la posibilidad de acceder a este Sacramento. Beber de la fuente de la salvación. Somos bautizados y confirmados en orden a la Eucaristía. La Eucaristía lleva la Iniciación cristiana a su plenitud, y es el centro y el fin de toda la vida sacramental. El bautismo y la confirmación toman su fuerza y eficacia de la Eucaristía, no al revés. Sin renovación eucarística no es posible la renovación eclesial, ni sacramental, ni matrimonial (n.17).
3. La Eucaristía, sacramento de la caridad, muestra una particular relación con el amor del hombre y la mujer unidos en matrimonio. La Eucaristía es el sacramento del Esposo y de la Esposa. Toda la vida cristiana está marcada por el amor esponsal de Cristo y de la Iglesia. Este es el Gran Sacramento, del cual toma fuerza y significado el matrimonio cristiano. El amor esponsal es signo sacramental del amor de Cristo a su Iglesia, un amor que alcanza su punto culminante en la Cruz. En el calvario celebró Cristo sus nupcias con la humanidad y, al mismo tiempo, tuvo origen la Eucaristía: la sangre y el agua de su costado abierto. Allí nos dio su Espíritu, un amor fiel hasta la muerte, fecundo y virginal. Este es el matrimonio cristiano (n.27).
4. Quienes practican la poligamia, al contacto con el Evangelio, si se abren a la fe cristiana, deben ser ayudados a integrar su proyecto humano en la novedad radical de Cristo. Cristo los asiste en su condición específica y los llama a la plena verdad del amor a través de las renuncias necesarias, en vista a la comunión eclesial perfecta. Nunca falta la gracia de Dios (n.28).
5. Los divorciados vueltos a casar siguen perteneciendo a la Iglesia, pero su situación contradice objetivamente la unión de amor de Cristo y la Iglesia significados en la Eucaristía. Por eso, es una contradicción recibirla así. La Iglesia anima a estos fieles a esforzarse en vivir su relación según las exigencias de la ley de Dios, como amigos, como hermano y hermana¸ y así podrán recibir la Eucaristía. Tampoco aquí falta la gracia de Dios (n.29).
6. En este contexto cultural de sufrimiento, se espera de los pastores firmeza y comprensión, y de los novios, formación sólida, superando la emotividad y la superficialidad. Misericordia y verdad no se pueden separar. Las sabe conjugar la caridad pastoral (n.29).
+ Mario De Gasperín Gasperín