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El robo como estilo de vida

Un fino rasgo de integridad personal, aprendido desde la familia cuando ésta se ha esmerado en la educación de los hijos, es el respeto a los bienes ajenos. Es rasgo que genera luego confianza en toda atmósfera de relación humana.

En cambio la actitud de tomar y retener injustamente los bienes ajenos, rompe la confianza y destruye la sana convivencia humana.

Desgraciadamente tanto han aumentado los hechos de robos, que se han convertido para muchos en un estilo de vida: robar para poder vivir.

Admitimos que el desempleo y la grave necesidad pueden orillar a las personas a apropiarse de lo ajeno. Pero en este caso no se puede juzgar como robo, cuando hay una necesidad urgente, que implica resolver la sobrevivencia.

Muchas personas, sin embargo, no toman lo ajeno en estas circunstancias. Más aún, lo ven como un reto y un premio a la astucia para apropiarse de lo ajeno sin ser descubiertos.

El robo no es solamente tomar o retener lo ajeno en casas o negocios. Hay muchas otras formas de robo, por ejemplo: retener deliberadamente bienes prestados u objetos perdidos; el fraude en el comercio, mediante engaños en la compraventa, aprovechándose de la ignorancia o necesidad ajena; el fraude fiscal; el pago de salarios injustos; la corrupción, al pagar por favores injustos; los trabajos mal hechos; la falsificación de cheques, facturas y todo tipo de engaño para no pagar lo que se debe; los gastos excesivos de los bienes bajo nuestra administración.

No deja de ser robo cuando el ladrón es educado y popular, o cuando hace buenas obras para “compensar” o tener protección.

Todo robo exige reparación: restituir lo robado o, si ha desaparecido, devolver lo equivalente. Están obligados a restituir todos los que han sido cómplices en el robo o se han aprovechado del mismo, por ejemplo comprando lo robado a bajo precio.

Ahora bien, el castigo del culpable debe ser educativo, sin dejar de reconocer su dignidad humana, aunque nos moleste lo que haya hecho, y dándole esperanzas de recuperación para una vida justa y honesta.

Examinado a fondo el asunto, no basta señalar a los demás, sino asumir personalmente las actitudes de robo con espíritu de conversión a fin de sanar la crisis de moralidad y ayudar a restaurar la paz social. Eduquémonos y eduquemos a otros en la justicia, en el respeto a los bienes ajenos.