“Santo padre lo esperamos en el parque”. Era 24 de abril de 2013, Plaza de San Pedro. Con sus ojos claros y su velo azul, la diminuta monja Geneviève Jeanningros le extendió la invitación al Papa. A Bergoglio lo conocía desde hacía muchos años, su pasado familiar la vincula con los años oscuros de la última dictadura militar en Argentina (1976-1983). Este fin de semana y de manera sorpresiva, Francisco respondió a aquella invitación.
“¡Lo esperamos, será siempre bienvenido con nosotros!” le insistió la religiosa cada vez que lo saludó en los dos años de pontificado. Y fue en más de una ocasión. Su tía era Léonie Duquet, una de las dos “monjas francesas” secuestradas y asesinadas por los militares argentinos, cuyos restos están enterrados en la iglesia de la Santa Cruz de Buenos Aires gracias a un permiso especial concedido por el ex arzobispo, actual pontífice. Cuando al sepelio de las monjas no se presentó ninguna autoridad eclesiástica, Geneviève indignada llamó a Bergoglio y le reclamó con serenidad, pero con firmeza. El cardenal agradeció su llamada y le pidió perdón.
En entrevista con el Vatican Insider, la religiosa de las Pequeñas Hermanas de Jesús de Charles de Foucauld, reveló la génesis y los detalles de la visita que cumplió el Papa el domingo 3 de mayo al campo donde ella vive junto con un grupo de trabajadores viajantes del espectáculo, la mayoría italianos.
¿Le sorprendió la visita del Papa?
Cuando supe que venía a la iglesia (Regina Pacis) de aquí en Ostia le volví a mandar una carta diciéndole que sólo tenía que atravesar la calle, que lo esperábamos porque aquí es difícil vivir, no hay mucha gente y tenemos necesidad. Pero después no tuve respuesta, nada, entonces me preguntaba: “¿Vendrá o vendrá? ¿Vendrá o no vendrá?”. El domingo me llamó el jefe de la Gendarmería del Vaticano que me dijo: “No digas nada a ninguno, ahora voy, dentro de 15 minutos, para ver si es posible que el Papa pase. Pero no le digas nada a nadie porque no es seguro”. Vino, entró en el parque y me dijo: “No, en el parque es muy abierto, no se puede, la gente que entra y sale, no es posible, se debe evitar”. Yo le respondí: “¡No, no, no podemos renunciar, lo esperamos desde hace tanto!”. Luego me preguntó: “Pero, ¿usted dónde vive?”. Y yo: “Ahí atrás”. Me pidió ver el lugar y al final me confirmó: “Ahí es donde vendrá el Papa”.
Eran las dos y media y el santo padre debía llegar una hora después. Entonces me aclaró que no me podía confirmar aún, porque tenía que consultarlo con los otros responsables de la seguridad. Me pidió tener el celular prendido porque me iba a llamar. Hacia las tres y cinco se comunicó para decirme: “Estén todos preparados, que llegamos”. Fue bellísimo.
¿Cuánto duró el encuentro?
Aproximadamente unos 15 minutos. Tuvo tiempo para abrazar a los niños, les dio una caricia, se portó muy bien. Lo que a mi me dijo no me lo acuerdo, es por la emoción. Usó palabras a ánimo. Saludó a todos, le dio la mano a cada uno. Incluso una mamá estaba embarazada, él la vio y le preguntó cuándo iba a tener el bebé y cómo se iba a llamar. Ella respondió que en julio y se llamará Oscar, por su abuelo que falleció hace cuatro años. Al final, cuando pasó de nuevo para salir, le dijo: “¡Felicidades por Oscar!”. Se lo acordaba.
¿Cuántas personas participaron?
Nosotras las religiosas somos tres. Pero después estaban los trabajadores del parque de diversiones, una buena cantidad, al verlos el Papa exclamó: “¡Son tantos!”. Estaban ellos y sus familias también. Dentro de mí estaba segura que venía, muchos me tomaban a broma, pero yo lo conozco un poco a Bergoglio y se que es muy sensible a estas cosas. Yo me dije, vendrá sin duda. No me equivocaba. En el parque trabajan unas 20 familias, unas 100 personas aproximadamente. Todos tienen una emoción que no se puede explicar, muchos lloraron. Fue bellísimo, desde hace mucho tiempo que no veía tanta alegría en el parque.
¿El Papa hizo alguna referencia a su tía, desaparecida en la dictadura argentina?
No, él vino por las personas del parque de diversiones. Yo no quise tocar el tema en ese momento, para mi era importante su visita por la gente del parque. Cada cosa tiene su momento.
¿Qué le impactó más de todo el encuentro?
Su sencillez y su humanidad. Es así porque vivió la realidad, sabe qué es la vida real. Con estos encuentros para mi él quiere decir que se debe tener atención a esta realidad y no nos podemos cerrar en nuestras iglesias, que las periferias son parte de la Iglesia. Al inicio, es verdad, no había reaccionado muy bien con su elección como Papa. Pero en todos sus discursos, Francisco me conmueve siempre. Se muestra en todo momento cercano a las personas, a quienes sufren y tienen necesidad. El domingo sentí que él sabía lo que cada uno necesitaba y a cada uno se lo dio. Fue hermoso.