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Con Cristo en el centro

Nuestro Papa sabe que uno de los principales problemas del mundo contemporáneo es la percepción de que Dios no tiene que ver con los aspectos cotidianos de la existencia. Nos hemos acostumbrado a dividir la realidad en esferas que tienen sus propias normas y metas al margen del Señor: la economía tiene como fin el dinero, la política el bien común (o el poder), la ecología el cuidado del planeta, etc. Literalmente en otro orden de cosas estaría Cristo y la salvación de nuestra alma.

Los últimos Pontífices, sobre todo tras el Concilio Vaticano II, han insistido en que ésta es una de las grandes causas de la secularización porque, siendo así, cabe preguntarse: “¿qué tiene que ver el Señor conmigo?” y, “¿por qué habría de interesarme?”

El fin de semana pasado Francisco volvía a esta cuestión con motivo de un encuentro con el movimiento Scout italiano al recordar cómo su fundador, Robert Baden-Powell, contestaba a aquellos que no entendían que relacionara las actividades de los Scouts con la religión. Lord Baden-Powell decía entonces (1926) que sería absurdo buscar algo así como “un lado religioso” de la vida Scout porque todo en ella “está basado en la religión, es decir en la toma de conciencia de Dios y de su Servicio a El”.

Ser cristiano no consiste en compartir una ideología o un esquema moral determinado, sino en el Encuentro con Alguien que transforma la vida entera. Por eso escuchamos de Francisco frases tan contundentes como la que pronunció en la clausura del Año de la Fe, al decir que “Cristo es el centro de la historia de la humanidad y también el centro de la historia de todo hombre.”

La revolución que nos propone el Papa atañe, en este sentido y precisamente por ser religiosa, a todo, porque es Cristo quien hace nuevas todas las cosas.